CHRISTIAN CORTAZAR
La lucha contra las
enfermedades combina el escenario individual, a nivel de paciente,
con el de la población. La medicina clínica busca cómo tratar mejor a
los pacientes gravemente enfermos con Covid-19. La epidemiología, por
su parte, recopila datos para analizar la dinámica a escala poblacional, a fin
de identificar las estrategias de intervención más adecuadas y evaluar su
eficacia. España está mejorando en la forma de abordar los casos clínicos en
los hospitales. Es hora de mejorar también en epidemiología. Para
lograrlo, parece urgente realizar PCR a todos los sospechosos
y a todos los contactos y profesionales expuestos al riesgo. Paralelamente, hay
que monitorizar la situación epidemiológica mediante pruebas serológicas a
través de muestreos periódicos aleatorios y bien estratificados.
La enfermedad Covid-19
está causada por la infección con el virus SARS-CoV-2, un virus RNA que,
como muchos otros coronavirus, tiene su origen más probable en murciélagos,
si bien es posible que haya intermediado otra especie, todavía
desconocida, facilitando el salto del virus hasta las personas.
El origen
En los últimos años han
sido varios los coronavirus que han saltado desde los murciélagos a las
personas, concretamente SARS-CoV-1 en 2002 (con civetas como
intermediario) y MERS-CoV en 2012 (con dromedarios como
intermediario). Estos tres no son los únicos coronavirus capaces de infectar a
personas, pero los demás coronavirus
humanos, algunos de los cuales saltaron de animales a
personas hace entre 200 y 800 años, suelen causar síntomas
leves.
La cada vez más
frecuente emergencia de
nuevos patógenos zoonóticos (que pasan de los animales al
ser humano) podría asociarse a fenómenos de alcance global como
los cambios en el uso del suelo, en la gestión de las poblaciones
animales y en el clima. Una vez que SARS-CoV-2 se ha adaptado exitosamente a la
transmisión entre personas, es esta la que más preocupa, si bien se presta
alguna atención a las observaciones esporádicas de animales infectados,
particularmente de gatos.
Carrera de armas entre
virus y virólogos
En consecuencia, la
pandemia de Covid-19 ha provocado una respuesta de ensayos de
tratamientos y desarrollo de vacunas sin precedentes. Los tratamientos son más
rápidos de probar, pues en general se parte de moléculas o terapias
preexistentes. Estos incluyen antivirales como Remdesivir, o combinaciones de
tratamientos antivirales y antiinflamatorios. También se ensaya
el fosfato de cloroquina,
un medicamento antipalúdico con cierta toxicidad. Otra opción es el uso
de plasma de
personas que han superado la enfermedad, y por tanto contiene
inmunoglobulinas específicas.
Una vacuna tarda años desde que comienza
a ensayarse en animales hasta que puede aplicarse con seguridad y eficacia en
personas. Además, desarrollar vacunas frente a coronavirus encuentra
dificultades especiales por la gran capacidad de recombinación típica de los
virus ARN. Esto limita la posibilidad de utilizar vacunas vivas atenuadas,
normalmente las más inmunógenas. En consecuencia, se ensayan principalmente
vacunas inertes. Es una carrera de armas
entre virus y virólogos. En el mejor de los casos, habrá
vacunas a partir de 2021. Al margen de tratamientos y de las mismas, se
investiga en la variabilidad de la respuesta a la infección, buscando entender
por qué el virus causa clínica severa en unas personas y ningún
síntoma en otras. Tales diferencias podrían reflejar respuestas inespecíficas
del sistema inmunitario y, de identificarse, podrían abrir el camino al
desarrollo de inmunoestimulantes no específicos.
Medidas de control
A nivel individual es
importante entender que SARS-CoV-2 se transmite por aerosoles, pero
también de forma indirecta a partir de objetos
contaminados, especialmente plástico y acero, sobre
los que el virus puede sobrevivir algún tiempo. En consecuencia, el riesgo de
transmisión se asocia al contacto directo con personas infectadas y al contacto
indirecto por medio de ambientes u objetos contaminados. Una visita al
supermercado, por tanto, no solo supone riesgos por el contacto con
personas, sino también porque nos exponemos al aire potencialmente
contaminado de un ambiente cerrado y tocamos plástico y metal del
carrito de la compra y los envases. Comparativamente, hay mucho menos peligro
de contagio en espacios
abiertos.
A nivel de población, de
país, la prevención pasa en primer lugar por evitar la entrada del virus.
Las limitaciones de
movimiento internacionales (prohibición de entrada, cierre
de aeropuertos, etc.) ayudan a frenar la difusión del virus, pero no logran
impedirla. En consecuencia, el virus se ha difundido por prácticamente todo el
mundo. Ante esta situación, los países pueden optar entre actuar pronto (Corea
del Sur), actuar más tarde (España) o incluso no actuar (México).
Una vez enfrentados al
virus, lo deseable es actuar como lo hizo Corea del Sur: intentar identificar
de forma temprana y aislar (casi) todos los casos (obligándoles o solicitando
su autoaislamiento), y trazar sus contactos en busca de nuevos casos,
aislándolos también. Este trazado de contactos es fundamental
porque la mayoría de infecciones es asintomática, lo que implica
que no basta con
prestar atención a los enfermos sintomáticos. Esta medida solo
es eficaz si se realiza al inicio de la epidemia y se hacen pruebas de forma
masiva. Para implementar esta medida pueden ser de utilidad las herramientas
informáticas de rastreo de movimientos y contactos.
El 13 de febrero, la OMS recomendó
que, si la infección se difunde en exceso y el rastreo de contactos se vuelve
ineficaz, se deben considerar actividades de mitigación como
la cancelación de reuniones públicas y cierre de escuelas, el trabajo remoto y
el aislamiento en el hogar. Esta es la situación española. La opción de
prohibir las concentraciones de personas en eventos y
espectáculos o cerrar escuelas y universidades ya se aplicó en la famosa gripe de 1918,
y las ciudades que tomaron estas medidas de forma temprana salieron mejor
paradas.
Otras medidas oportunas
incluyen la restricción de movimientos en general, especialmente los
movimientos no imprescindibles entre localidades o entre provincias, y evitar
los contactos próximos entre personas que no pertenezcan al mismo hogar
(distanciamiento social), así como promover el uso de mascarillas y guantes (equipos
de protección individual, EPI) para reducir las probabilidades de
transmisión.
Eventualmente, es
necesario confinar a las personas en sus domicilios, pudiendo no acudir a sus
puestos de trabajo en determinados casos. El modelo del
Imperial College indica que Italia logró llevar la tasa
básica de reproducción R0 a ≈1 inmediatamente tras iniciar el
confinamiento. Medidas tan extremas como el confinamiento buscan evitar
la saturación de las UCI, algo que también ha funcionado, aunque demasiado
tarde, en España.
A continuación, conforme
se alarga el confinamiento y se evidencian sus consecuencias sociales y
económicas, arrancan los debates sobre la 'desescalada', la progresiva
relajación de las medidas de contención. ¿Permitir actividades deportivas en
solitario y manteniendo las distancias? Probablemente sí, sobre todo si se
trata de actividades individuales y al aire libre. Pero
relajar significativamente las medidas (confinamiento, distanciamiento
social, limitación de movimientos) solo es posible acompañado de testado masivo a
fin de identificar cualquier rebrote y actuar inmediatamente.
Y cualquier cambio en la intervención frente a la epidemia
debe poder monitorizarse mediante un seguimiento continuado de la proporción de
infectados y recuperados en el conjunto de la población.
EL CONFIDENCIAL, Miércoles 22 de abril de 2020
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