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“El problema ahora es que los niños se infecten entre sí y luego contagien a sus abuelos”

PABLO LINDE
Miguel Hernán (Madrid, 49 años) se trasladó hace un mes a Madrid desde Boston, donde es catedrático de Epidemiología en la Universidad de Harvard. Venía a echar una mano a un grupo de trabajo sobre el coronavirus y en el camino le llamaron para formar parte del comité de expertos científicos que asesoran al Gobierno.
Pregunta. ¿Cómo ve el plan de desescalada?
Respuesta. En líneas generales sigue las recomendaciones que han propuesto los expertos. Se basa en el informe técnico que el domingo presentó el Centro de Coordinación de Emergencias y Alertas Sanitarias al presidente del Gobierno después de consultar con muchos especialistas en muchas áreas.
P. ¿Cree que marca el buen camino?
R. Nadie sabe cuál es el buen camino, pero este parece bastante razonable.
P. Hay detalles que no han quedado claros, como cuándo se podrá ir a casa de amigos, o la posibilidad de movimientos dentro de la provincia. ¿Son matices o los considera relevantes?
R. Todo es relevante desde el punto de vista sanitario. Espero que se concreten porque son importantes para la vida de la gente. El objetivo es que no pasemos el virus de unas casas a otras, supongo que cuando se concrete la forma en la que se permita, se hará una campaña de concienciación para que la gente entienda los riesgos.
P. Todavía no se conocen los indicadores para cambiar de fase. ¿Cuál debería ser el número de casos por 100.000 habitantes para poder avanzar?
R. Esa es una pregunta que todo el mundo se hace en España y fuera. Estas últimas semanas he estado hablando con epidemiólogos de todo el mundo, muchos asesores de sus Gobiernos, y no hay respuesta exacta. Hay un consenso de que tiene que basarse en capacidad sanitaria y la vigilancia epidemiológica. La clave es que existan sistemas de información ágiles para que los responsables puedan tomar decisiones basadas en datos diarios. Ese es el reto para las próximas semanas: que esos sistemas de información, que han sido un poco lentos, sean más ágiles. Y si han sido lentos es porque la salud pública en España está muy mermada por años de falta de inversión. Espero que sea una de las lecciones que aprendamos en esta pandemia: es muy importante tener un buen sistema asistencial, pero igualmente un sistema de vigilancia epidemiológica que funcione.
P. Entonces, ¿es lógico que nunca tengamos un número de casos fijo, sino que se tendrá siempre que conjugar con la capacidad de respuesta de cada territorio?
R. Sí, es un tándem que siempre va a ir junto.
P. Hay cierta discusión sobre el acotamiento territorial de la desescalada, si por provincias, áreas sanitarias... ¿Cuál es el ideal en su opinión?
R. La decisión sobre la unidad de territorio es bastante compleja. Se deben tener en cuenta dos cosas: deben existir datos diarios para esa unidad y tiene que existir posibilidad de implementación práctica. Existe un consenso en que la comunidad autónoma es demasiado grande y que el área de salud es demasiado pequeña, porque mucha gente se mueve diariamente a través de varias áreas. Muchos de nosotros ni siquiera conocemos la frontera de nuestra área de salud. Algo intermedio pueden ser las provincias, islas, grandes áreas metropolitanas, todo esto parecen elecciones justificables.
P. En el escenario más optimista, llegaremos a la nueva normalidad en seis semanas. ¿Es posible?
R. Es posible, pero que lleguemos ahí va a depender en gran medida del comportamiento de todos nosotros. Si conseguimos mantener distanciamiento social, usamos mascarillas y nos lavamos las manos con frecuencia estaremos aumentando la probabilidad de éxito.
P. En esa nueva normalidad, ¿qué medidas cree que van a perdurar hasta que haya una vacuna?
R. Va a ser una vida con menos contacto social. El grado dependerá de cómo se comporte el virus en el siguiente año y cuánta gente haya sido infectada. Pero cuesta creer que vamos a poder comprar entradas para macroconciertos o grandes fiestas públicas en la calle.
P. ¿Tiene esperanza en que el verano sea más tranquilo gracias al calor?
R. Nadie tiene certeza, es un virus nuevo y no hemos visto cómo se comporta en verano. Es posible que su transmisión baje, pero menos posible que desaparezca, porque vemos países con climas cálidos donde existe transmisión. Lo que va a pasar en España en verano no se puede saber, pero puede haber una transmisión más baja siempre que no nos confiemos.
P. Este fin de semana ya se podrá pasear, pero tampoco conocemos en qué condiciones. ¿Deberían ser similares a las que se impusieron con los niños?
R. Lo que es muy importante es entender que la salida de los niños a la calle no comporta un gran aumento de riesgo siempre que se respeten las normas básicas de distanciamiento. Basado en lo que se sabe hasta hoy, que los niños salgan no es riesgo para ellos, sino para los mayores con los que conviven. Lo que es un problema es que los niños se infecten entre sí y vuelvan a casa con el coronavirus puesto y listo para contagiárselo a sus abuelos. Por la misma razón, la seguridad de las personas más ancianas cuando salgan a la calle depende en gran parte de ellos, que pongan límites a sus salidas y de todos los demás, que pongamos distancia con los mayores en espacios públicos. Y los que vivan con mayores tienen que ser especialmente cuidadosos con sus contactos para no llevarse el virus a casa. Es más importante cómo salgan a la calle que si sale o no.
P. ¿La distancia limitada de las salidas tiene sentido para mayores y deportistas?
R. Entiendo que aquí el Gobierno está siendo cauto y tomando decisiones poco a poco. Basándonos en lo que sabemos del virus parece razonable poner ese tipo de restricciones. Quizás en seis meses echemos la vista atrás y concluyamos que las medidas eran demasiado cautas. Ahora parece una forma razonable de poco a poco ir volviendo a una nueva normalidad.
P. Ha saltado alguna polémica sobre toma de decisiones sin consultar a los expertos. ¿Su opinión se está teniendo en cuenta?
R. Yo creo que el Gobierno ha escuchado a los expertos y ha tomado decisiones, lógicamente las suyas, pero siempre teniéndolas en cuenta.
P. ¿Ve justificado el ruido político, las culpas sobre la gestión de la crisis o cree que está siendo razonable desde el punto de vista técnico?
R. Yo no sé de política. Desde el punto de vista técnico no se me ocurren muchas más formas de cómo se podría haber gestionado la situación desde el 14 de marzo.
P. ¿Antes sí?
R. Las decisiones que se tomaron en España y en el resto de Europa se tomaron tarde, en todos los países. España tuvo la mala suerte de que su epidemia, como en Italia, estaba más avanzada y eso puede que explique las diferencias que hay. Pero no creo que fuera justo singularizar al Gobierno español como el que tomó las decisiones tarde, porque pasó prácticamente en todos los países occidentales.
P. ¿Cuál es su análisis de los datos de la epidemia en España?
R. Estamos en el mejor escenario posible, dado el punto desde el que comenzamos. Gracias al esfuerzo de todos estamos en fase descendente, y hay partes de España donde estamos muy cerca de decir que estamos bajo control. Otras tenemos que esperar un poco más. Hemos aprendido mucho y hemos cambiado nuestra conducta de forma que parecía impensable hace unos meses. Si seguimos así, tenemos muchas papeletas para que la epidemia permanezca bajo control.
P. Hemos tenido varios cambios en la contabilidad de datos. ¿Esto afecta a cómo podemos analizar la epidemia?
R. Esto es una consecuencia de la infradotación de los servicios de salud pública. Durante las últimas décadas ha habido muchos recortes en sanidad por parte de todos los Gobiernos; pero la sanidad tiene dos partes, la asistencial, a los que aplaudimos todos los días, y otra es la salud pública, a la que no aplaudimos, a pesar de que están haciendo un esfuerzo sobrehumano, tanto en las comunidades autónomas como en el ministerio. Estos cambios de datos se deben en buena parte a que los sistemas de salud pública no son lo robustos que deberían, y esto solo se soluciona con inversión.
EL PAÍS, Jueves 30 de abril de 2020

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