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Coronavirus: Los daños colaterales del confinamiento en nuestra salud

JOAQUIN SOTO MEDINA

Correr, cortarse el pelo o salir a limpiar el coche es posible otra vez. Podemos pisar la calle más allá de la distancia que nos separa de los cubos de basura. El balance diario de nuevos muertos y contagios mengua mientras miramos esperanzados hacia la siguiente fase de la desescalada. Pero el virus sigue entre nosotros y ya no necesita infectarnos para causar daño. Estamos expuestos a secuelas tanto físicas como mentales tras largas semanas de confinamiento para ayudar en su lucha. Mientras que el esfuerzo asistencial e investigador por tratar a los pacientes ha minado la asistencia de pacientes crónicos y retrasado el testeo en pacientes de nuevos fármacos.

Todo comenzó con el acopio masivo de productos imperecederos y de limpieza como el papel higiénico. Fue la denominada «compra de búnker», marcada por el miedo y la incertidumbre de los primeros días del estado de alarma. Ahora nos hemos relajado. Quizá demasiado. Tras llenar nuestras despensas durante semanas de levaduras y harinas para hacer postres, de aperitivos o cervezas, la mala alimentación y el sedentarismo son unos de los principales riesgos para nuestra salud. Tal y como explica la especialista en medicina interna de Vithas Internacional, Daniela Silva, una alimentación alta en productos procesados, altos en sodio, puede empeorar el control de la tensión arterial en pacientes hipertensos. Y aún hay más. Como indica la especialista, «una alimentación pobre en frutas, verduras y legumbres y poca actividad física puede poner en riesgo nuestra salud digestiva, aumentando el riesgo de estreñimiento y digestiones pesadas». Por otro lado, pueden agravarse patologías previas. «Con patología lumbar dependiente y artrosis de base pueden experimentar recaídas o empeoramiento en sus dolores articulares», asevera.

 

Sin masa muscular

Las personas mayores y más frágiles son especialmente vulnerables a la falta de actividad física. Como indica la especialista, pueden estar expuestas a un riesgo de desacondicionamiento físico y sarcopenia (pérdida patológica de la masa muscular) que pueden ser difíciles de recuperar. Así lo explica Silva: «Es importante que estas personas tengan una dieta con un adecuado consumo de proteína que ayude a mantener la masa muscular,como también procurar hacer cambios de posición como mínimo cada dos horas y dar paseos dentro de casa». Ejercitarse es bueno para el cuerpo, pero no podemos subsanar cualquier abuso en la dieta mediante la actividad física. «Es muy importante mantenernos activos, pero la nutrición es el pilar fundamental de nuestra salud», señala la doctora Daniela Silva. A su vez, la calidad de nuestra alimentación no solo es importante por nuestro peso. «Puede ser la responsable de desencadenar intolerancias alimentarias, problemas articulares, exacerbar condiciones autoinmunes, disparar problemas metabólicos, entre muchos otros».

Falta de vitamina D

Otro punto muy importante es el riesgo de un déficit de vitamina D. La vitamina D se crea en nuestro cuerpo a partir de la exposición al sol. El problema es que, como advierte la especialista, es imposible suplir los requerimientos diarios de vitamina D solo con nuestra dieta. «La evidencia demuestra que la vitamina D tiene un rol fundamental en el adecuado funcionamiento de nuestro sistema inmune. Además, estudios recientes sugieren que unos adecuados niveles de vitamina D y una adecuada suplementación podrían mejorar el curso clínico de pacientes con Covid-19», declara Daniela Silva.

Sequedad ocular

El consumo de plataformas de series o perderse en mundos virtuales a través de los videojuegos ha supuesto un auténtico bálsamo para algunos de nosotros en estos días tan difíciles. Pero pasar demasiadas horas pegados a una pantalla también tiene sus riesgos. Concretamente, el síndrome de fatiga visual. Este síndrome consiste en la resequedad y el cansancio ocular. «Para esto se recomienda hacer breves descansos de las pantallas varias veces en el día, parpadear con frecuencia para estimular la lubricación natural e incluso el uso de lubricantes oculares con ácido hialurónico. Esto último debe consultarse primero con el médico», según explica la especialista de Vithas Internacional. Para prevenir todo este tipo de problemas, la doctora recomienda que enfoquemos nuestros esfuerzos en optimizar nuestros hábitos y la alimentación. «Si no sabemos cómo hacerlo podemos consultar con un experto en nutrición que nos ayude. Por último, recordemos preguntarle a nuestro médico sobre la necesidad de suplementarnos con vitamina D», afirma la doctora. En caso de padecer algún tipo de enfermedad crónica de base, aconseja contactar con nuestro médico de cabecera para un control.

Heridas mentales

Si el cuerpo sufre, la mente también. El coronavirus ha puesto nuestro mundo patasarriba. Teletrabajo o despido. Perder a un familiar sin poder despedirse. La nueva realidad no está siendo fácil para nadie. Nuestra mente debe lidiar ahora con el miedo al contagio y la incertidumbre de no saber cuándo acabará esta pesadilla. Según indica la vicesecretaria del Colegio Oficial de Psicología de Madrid, Timanfaya Hernández, «vamos a ver una mayor situación de personas que presenten algunos síntomas ansiosos y un mayor número de pensamientos recurrentes en cuanto a la idea de contagio o miedo». Aunque remarca que esto no significa que vayamos a desarrollar grandes trastornos. Las personas más vulnerables van a ser aquellas que hayan estado más cerca de la enfermedad. Como aquellos que han perdido a personas queridas o el propio personal sanitario. «Las personas que ya tuviesen algún tipo de patología mental pueden sufrir una reagudización de síntomas, como trastornos de ansiedad y un aumento de esos síntomas de pensamientos de compulsión de limpieza», explica.

La psicóloga advierte que algunos de nosotros podemos tener dificultades para abandonar el confinamiento. Lo que popularmente ya se conoce como el «síndrome de la cabaña». Aunque, como recuerda la vicesecretaria, la psicología no reconoce ese trastorno como tal. Según explica, simplemente hay personas que tras esta situación de confinamiento pueden encontrar un poco más complicado el volver a una rutina normal. «No es un trastorno, vamos a tener algunos síntomas, como un poco más de tensión a la hora de salir. Es como cuando se habla del síndrome postvacacional. Eso no existe dentro de la patología mental». Sin embargo, puede llegar a convertirse en un problema. «Si vemos que la situación empeora, si afecta a nuestro entorno laboral y social y nos impide hacer nuestra vida por esos miedos y pensamientos es entonces cuando debemos plantearnos si se está convirtiendo en algo problemático y pedir ayuda. Queramos o no, el coronavirus ya ha dejado una marca en nuestras vidas. Todos vamos a tener un punto de inflexión de alguna manera. Pero el impacto que genere en unos y otros va a ser diferente», afirma la experta. Como sufrir o no la pérdida de un familiar o amigo. «Lo que tenemos que aprender de todo esto es que en la vida no controlamos absolutamente todo, que la incertidumbre es la sensación que más angustia causa en el ser humano, pero que tenemos que aprender a vivir con ello», señala.

Adaptación infantil

El niño es uno de los colectivos que ha vivido, junto con los ancianos, un confinamiento más extremo. Así lo afirma la vicepresidenta de especialidades pediátricas de la Asociación Española de Pediatría (AEP), Inmaculada Calvo. Tanto la vicepresidenta como la psicóloga Timanfaya Hernández coinciden en remarcar su gran capacidad adaptativa, superior generalmente a la del adulto. Aunque no siempre es tan fácil. «La población pediátrica más vulnerable a sufrir secuelas es la que vive en espacios muy cerrados donde conviven muchos familiares, socialmente más vulnerable por la pobreza», explica la pediatra. El confinamiento ha sido aún más duro para niños con un trastorno de conducta o un déficit intelectual. Como los pequeños con autismo. «Un niño autista que vive consigo mismo y tiene rutinas a las que está adaptado va a tener más trastornos si la rompes. A nivel de conducta va a estar mucho más irritable, etc», indica. Afortunadamente, lo peor ya ha pasado. Como recuerda la pediatra Inmaculada Calvo, «estamos en una fase de desescalada donde el niño realiza actividades al aire libre. El poder jugar en la calle va a compensar de una forma importante el confinamiento».

La vacunación se retrasa

Una de las consecuencias del coronavirus ha sido el retraso en la vacunación de los niños. A este respecto, el Ministerio de Sanidad publicó un documento en el que se pidió la demora en las vacunaciones de niños y adultos a partir de los 15 meses, es decir, en las citas que se dan a los cuatro, seis, 10 y 14 años. Con el objetivo de evitar las salidas innecesarias del domicilio y las visitas a los centros sanitarios mientras dure el estado de alarma. El retraso en la administración de las vacunas ha causado cierta inquietud entre los pediatras. Así lo afirma la vicepresidenta de especialidades de la Asociación Española de Pediatría (AEP), Inmaculada Calvo. «En general solamente se han vacunado a los niños hasta los 15 meses. Por lo que ha habido una reducción considerable en la vacunación frente a la triple vírica, la última dosis de neumococo y frente al meningococo B durante estos dos meses. Es verdad que estamos hablando de un tiempo no muy prolongado, pero nos preocupa. Tener a un paciente con una enfermedad crónica y que no se le pueda vacunar durante este tiempo es una situación grave», afirma la pediatra. A la hora de reanudar las vacunaciones, la Sociedad Española de Inmunología (SEI), la Sociedad Española de Infectología Pediátrica (SEIP) y la Asociación Española de Pediatría a través de su Comité Asesor de Vacunas (CAV-AEP) han elaborado un documento con una serie de recomendaciones. Entre ellas, ofrecer las condiciones de seguridad necesarias para reducir el riesgo de transmisión del nuevo coronavirus. Calvo explica que «habrá un contacto telefónico previo y una selección de pacientes por vía telemática». «En unos meses, si todo sucede como se prevé y no hay ningún rebrote, los niños podrán estar vacunados», añade.

Telemedicina, no para todos

Los pacientes crónicos complejos constituyen aproximadamente el 5% de la población española y su atención consume prácticamente la mitad de los recursos sanitarios de España, según la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI). Una atención que ha podido descuidarse durante la pandemia del coronavirus. Así lo afirma el médico coordinador del grupo de paciente pluripatológico y edad avanzada de la SEMI, Ignacio Vallejo. Como explica, el sistema de salud ha tenido que organizarse de forma muy rápida para la atención de los pacientes con coronavirus, que han ocupado los espacios de otros pacientes convencionales. Especialmente en zonas muy castigadas como Madrid. «Eso ha condicionado que retrasemos determinadas actividades programadas que sí que pueden perjudicar a los pacientes crónicos, como las revisiones o los contactos con los médicos de familia», según asevera. Con el fin de compensar esta situación, el sistema ha reforzado la telemedicina y la telemonitorización. Sin embargo, como indica el coordinador de la SEMI, «probablemente no se haya llegado a todos por igual porque en el ámbito tecnológico no todos tienen las mismas competencias digitales, especialmente las personas mayores». El médico Ignacio Vallejo confirma que esta problemática ha deteriorado la salud de estos pacientes. «Estamos viendo que, desgraciadamente, hay personas que están llegando a nuestro hospital en una situación de descompensación que quizá en otras circunstancias hubiéramos podido corregir antes». Los pacientes crónicos pediátricos tampoco lo han tenido fácil. Así lo confirma la vicepresidenta de especialidades pediátricasde la Asociación Española de Pediatría (AEP), Inmaculada Calvo: «Hay niños con mucha discapacidad que no han podido acudir a sus centros especiales para sus tratamientos de fisioterapia y rehabilitación. Si uno de estos niños no acude al logopeda durante dos meses puede suponer un retraso en cuanto a la evolución de la enfermedad». Esto en parte se explica por el propio miedo e incertidumbre de los pacientes a la hora de acudir al hospital. «Estamos elaborando circuitos en los hospitales para que la gente no tenga esa inseguridad. De forma que en las salas de espera se cumplan con las recomendaciones de espacios separados, con gel de manos y mascarillas», informa el médico internista.

ABC, Sábado 6 de junio de 2020

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