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¿Vuelta a empezar? Un nuevo brote en China dispara el miedo a una segunda ola global

JOSÉ PICHEL

El país donde todo empezó vuelve a temblar ante el coronavirus. Esta vez, es la capital china, Pekín, la que está en el centro de la preocupación después de que se detectara un brote en el mercado de abastos de Xinfadi. Las autoridades han confirmado 79 casos desde finales de la semana pasada tras movilizar una ingente cantidad de recursos para realizar unos 200.000 test en tiempo récord a trabajadores y visitantes, y han reconocido que el riesgo de propagación es muy alto. Es el brote más grave en China desde que el país dio por controlada la epidemia en Wuhan. La pregunta desde fuera es inevitable: ¿qué hacer ahora?

A pesar de que los miles de trabajadores del principal mercado de alimentación pekinés podrían estar propagando el virus, los epidemiólogos consideran que un episodio como este puede ocurrir en cualquier sitio, pero que ahora hay más conocimiento y más herramientas para controlarlo. El virus circula por todas partes, la gente se puede infectar y, a partir de un solo caso, pueden generarse grandes cadenas de contagio, explica a Teknautas Joan Ramón Villalbí, responsable de Calidad y Procesos en la Agencia de Salud Pública de Barcelona y miembro de la junta directiva de Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas).

De hecho, incluso los países modélicos en la gestión de la crisis han sufrido rebrotes importantes. En Corea del Sur, una persona que visitó varios locales de ocio nocturno provocó decenas de contagios. Singapur, que presumió de controlar la primera oleada, sufrió más tarde un foco de coronavirus muy importante en dormitorios de trabajadores temporales extranjeros. “La probabilidad de que haya nuevos episodios es alta, y que se conviertan en una nueva ola epidémica o no depende de que realicemos bien las labores de control”, destaca el experto.

Y en esa tarea están, precisamente, las autoridades chinas. “Es muy importante tener dispositivos en marcha para detectar precozmente los casos e intervenir lo más pronto posible para confirmarlos, aislarlos, preguntarles por las personas con las que han estado en contacto estrecho, buscarlas y ponerlas en cuarentena”, destaca Villalbí. En definitiva, se trata de establecer los mecanismos para que no se transmita y China ha puesto en marcha toda su maquinaria para evitar que del mercado de Xinfadi pueda surgir una segunda ola de covid-19.

Pere Godoy, presidente de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), cree que a estas alturas ya hemos aprendido que el SARS-CoV-2 es un virus que se puede transmitir sin que el sistema sanitario se percate, sobre todo debido a su propagación en ausencia de síntomas. Al principio, “el nivel de información que teníamos era muy limitado y saber que eso estaba ocurriendo era dificilísimo”. En cambio, “ahora ya lo hemos asumido, y tenemos que estar atentos y no esperar a que se dispare la velocidad de transmisión. Por eso, la realización de test masivos, el seguimiento de los casos y las cuarentenas son medidas clave que van en la buena dirección para evitar la propagación descontrolada que hace seis meses acabó en pandemia.

¿Una cepa diferente?

Uno de los aspectos más relevantes de este nuevo brote chino es su origen. En un primer momento, se especuló con la posibilidad de que el salmón fuese la fuente de contaminación, una hipótesis casi descartada. Aunque se encontró el virus en tablas de cortar este pescado, los científicos aseguran que el animal no puede infectarse por coronavirus, aunque sí podría haberse contaminado por quienes lo manipulan. En cualquier caso, los epidemiólogos del Centro Chino para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) afirman que el virus que han encontrado en el mercado de Xinfadi es distinto al de la cepa original que circuló en el país a principios de año. En su opinión, se parece más al virus de Europa, aunque eso tampoco significa que los nuevos casos de Pekín sean importados.

El virus sufre pequeños cambios y los genetistas son capaces de identificar de dónde proceden”, apunta Villalbí. Sin embargo, “los cambios no parecen haber influido mucho en las capacidades esenciales del virus para sobrevivir y para infectar”. En este sentido, algunos expertos consideran que otros colegas científicos y epidemiólogos se precipitan cuando hablan de nuevas cepas, ya que las modificaciones que va sufriendo un virus a medida que se propaga son irrelevantes si no provoca síntomas distintos.

Agustín Valenzuela Fernández, virólogo y director del Grupo de Inmunología Celular y Viral de la Universidad de La Laguna, se muestra escéptico, ya que “son pocos casos para demostrar que es una nueva cepa”. Aunque no descarta que sea así, sería necesario “ver los datos de transmisibilidad, eficacia de la infección, virulencia y patogenia asociada”. En definitiva, haría falta comparar las secuencias genéticas de este brote con las de otros casos y analizar la gravedad que provocan.

Este tema está en permanente discusión desde hace semanas, pero no hay pruebas de que la letalidad del virus sea distinta desde que comenzó a propagarse en Wuhan hace medio año, a pesar de que algunos estudios sugerían que era cada vez más virulento y otros, justo lo contrario. Por ejemplo, la teoría de algunos médicos italianos de que el SARS-CoV-2 ha perdido potencia queda desmontada por un estudio de otros investigadores del país —un ‘preprint’ que acaba de salir en ‘medRxiv’— que indica que la tasa de letalidad no ha variado en los últimos dos meses, lo que implica que la reducción de las muertes está estrictamente relacionada con la disminución de los casos.

Lecciones para España

Aunque continuamente aparecen casos puntuales, si en España se produjese un rebrote tan importante como el de Pekín, ¿tendríamos la capacidad de realizar test al mismo nivel? “Las condiciones para ir avanzando en la desescalada eran que las comunidades autónomas tuvieran esa capacidad de hacer pruebas y de investigar los casos sospechosos, confirmarlos o no, investigar sus contactos y aislarlos. Cada comunidad ha intentado organizarlo y esperemos que todas lo tengan bien resuelto, porque si en alguna no es así, tiene muchos puntos para volver a sufrir”, advierte Villalbí.

Esa capacidad de respuesta resulta “especialmente importante en las comunidades más pobladas, las que han tenido más casos y las que registran más movilidad diaria de las personas, como las zonas metropolitanas de Madrid y Barcelona”, señala el experto de Sespas. Teniendo en cuenta lo que ha sucedido en la superpoblada capital china, “aunque estemos volviendo a la normalidad, hemos de mantener la higiene extrema a la que nos hemos acostumbrado estas semanas, mantener las distancias y usar elementos de protección cuando estamos cerca de otras personas”.

El brote de Pekín “es un indicador de lo que puede pasar en países en los que aparentemente la circulación del virus se había controlado. Un porcentaje no despreciable de casos son asintomáticos, no los detecta el sistema sanitario y pueden mantener la transmisión de forma silenciosa”, explica Godoy. En realidad, no es distinto a lo que sucedió en España en febrero: “Con toda seguridad, había bastante transmisión comunitaria que no se había detectado por parte del sistema sanitario hasta que se disparó la velocidad de transmisión”.

Por eso, a pesar de que la tendencia ahora sea positiva, “hemos de estar preparados para pensar que puede haber brotes y transmisión silenciosa no detectada”. De acuerdo con el estudio español de seroprevalencia, el 95% de la población “aún es susceptible de pasar la enfermedad, así que si nos agrupamos en un espacio en concreto y entra una persona que la transmite, estamos expuestos al contagio”.

La posibilidad de que el episodio de Pekín sea consecuencia de algún caso importado también plantea el debate sobre cómo afrontar la apertura de fronteras en España y en Europa. Los expertos consideran que se están tomando decisiones relativamente sensatas, pero que nada garantiza la ausencia de riesgos. “La reanudación del flujo de viajeros es entre países con un grado alto de control, por ejemplo, la prueba piloto en las Islas Baleares es con Alemania, un país que afrontó mejor la pandemia”, señala Villalbí. Por eso, “no debería ser un problema, pero plantea nuevos retos, hay que mantener los dispositivos para evitar la infección y para investigar posibles casos”.

En ese sentido, también recuerda que incluso dentro de Europa las situaciones son muy diversas. “Países como Polonia, poco afectados al principio, están en una situación cada vez peor. Otros, como el Reino Unido, recibieron el impacto de forma más tardía, no adoptaron nuestras medidas y ahora están en una situación muy complicada. Y en Rusia, el panorama es aún más complicado. Así que Europa aún no ha resuelto las cosas, ni siquiera España, estamos mejor de lo que estábamos pero esto no se ha acabado ni muchísimo menos”, advierte.

EL CONFIDENCIAL, Martes 16 de junio de 2020

 


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