JUAN SCALITER
Mientras en
España muchas comunidades ya han solicitado la entrada en una nueva fase y
permitirán viajes entre algunas de ellas, son muchos los científicos que hablan
de mantener la guardia alta; señalan que esto está controlado, pero depende en gran medida de nosotros que no
provoquemos un nuevo escenario de contagios. Exacto: una segunda ola de
infecciones.
Más allá de las advertencias de la Organización Mundial de la Salud, las voces que señalan esta posibilidad no hablan de si existirá, sino de cuándo ocurrirá. Varios de ellos son el profesor de matemática biológica y estadística, Adam Kleczkowski, Phillip Nolan, de la Universidad de Maynooth, el Equipo Nacional de Emergencia de Salud Pública (Reino Unido), Jennifer Rohn, bióloga celular del University College de Londres, y Andrea Ammon, directora del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades, solo por mencionar algunos nombres.
Es
obvio que las medidas restrictivas y la cuarentena han tenido un efecto
positivo a la hora de controlar la pandemia. Llevar mascarillas, respetar el
distanciamiento social, evitar los viajes, tener una costumbre de higiene consciente... todo ello ha colaborado
para reducir el número de contagios. Pero esto ha producido también enormes
pérdidas económicas: solo en España, a finales de abril, había 3,3 millones de personas afectadas por un ERTE
total o parcial. No es extraño entonces que al menos una parte de la
sociedad, políticos y sectores económicos, estén deseosos de retomar al menos
cierta normalidad. Y es precisamente esta relajación de las reglas de bloqueo y
distanciamiento las que hacen pensar a los expertos en un rebrote.
La historia señala que tanto la segunda
ola de la pandemia de gripe española en 1918-20 como la de la epidemia de H1N1
en 2009-10 fueron bastante cruentas. Algo que por otra parte no
ocurrió entre 2002 y 2004 con el hermano mayor del virus que provoca la
Covid-19. Casi 20 años atrás, el virus SARS-CoV-1 también disparó todas las
alertas. Provocó casi 9.000 muertes... y ya no se ha vuelto a hablar de él.
¿Qué pasará entonces con este nuevo coronavirus?
¿Provocará una segunda ola como la de la gripe de 1918, o desaparecerá, como el
primer SARS?
Por
un lado, las cifras de esta pandemia son mucho mayores que las de 2002. Pero
eso no significa que hayamos alcanzado la inmunidad de grupo (cerca de un 70%
de individuos que hayan sido vacunadas o que sean inmunes), de hecho, estamos
muy lejos de esa cifra. Mientras haya
personas susceptibles e infectadas en la población, el virus puede seguir
propagándose. Y, a nivel global, en muchos países las cifras están
aumentando. Y son lugares que deberían
preocuparnos: Rusia, México, Brasil, Pakistán, Estados Unidos y la India. ¿Por
qué? Porque todos ellos están entre los diez más poblados del mundo. A medida
que las restricciones se levanten y se propicie el viaje entre comunidades o
incluso entre países de la Unión Europea, la posibilidad de una segunda ola aumentará
porque aún hay muchas personas susceptibles de contagiarse: en España, las
cifras oficiales hablan de unos 240.000, pero sería apenas una fracción.
Un estudio de «Nature» habla de 300.000, mientras que Antonio Fernández Anta,
de la Universidad Rey Juan Carlos, sitúa a los infectados entorno a los 900.000
y quizá hasta en los dos millones. Es decir, aun si vamos al máximo propuesto,
estamos hablando de menos de un 5% de la población infectada, muy lejos de la
inmunidad de grupo.
Más en invierno
Pero por suerte llega el verano en el
hemisferio norte y esto detendrá el ritmo de infección... Cuidado con
este tipo de afirmaciones. De acuerdo con un estudio de la Escuela de Medicina
de la Universidad de Harvard firmado por Marc Lipsitch, epidemiólogo y director
del Centro de Dinámica de Enfermedades Transmisibles, «tenemos datos para
confirmar que, al igual que otros betacoronavirus, SARS-CoV-2, puede
transmitirse de manera algo más eficiente en invierno que en verano. Pero se
trata de una variación modesta. Si bien el cambio de estaciones y las
vacaciones escolares pueden ayudar, esto no indica que la transmisión se
detenga».
Así,
la llegada del verano no hace imposible contagiarse, la
inmunidad de grupo está lejos de conseguirse y el virus sigue presente. Si
en las terrazas, las playas, los eventos deportivos y los conciertos no se
respetan ciertas normas de prevención, podríamos volver a caer. Por eso hay que
cuidar la desescalada, que no es un sinónimo de vuelta a la realidad de 2019.
¿Cómo
nos preparamos?
En caso de que llegue, el objetivo fundamental es que pase lo más
desapercibida posible y que la podamos comparar con aquella del SARS en 2003.
1. Puede regresar la cuarentena
Ya ocurrió en Japón, más precisamente, en Hokkaido, que en marzo
decretó el confinamiento y a finales de abril creyó tenerlo todo controlado, lo
suficiente al menos como para reabrir las escuelas… y se debió enfrentar a una
nueva oleada.
2. Aislamiento para turistas y
visitantes
Sin duda, puede ser una de las medidas más polémicas, sobre todo
para el sector del turismo. Pero muchas de las islas de España han podido
mantener un número muy bajo de infectados, y la visitas de verano pueden hacer
que esto cambie de un momento a otro. ¿La solución? Test antes de subir a los
aviones si fuera posible. O, al menos, un certificado médico reciente.
3. Test y más test
Después de no registrar nuevos casos durante varios días, el 12 de
mayo, las autoridades sanitarias de Corea del Sur identificaron un aumento
sorpresivo en el número de infectados en una zona muy precisa de la capital: la
zona de discotecas y clubes nocturnos. Gracias a los sistemas de rastreo
digital, uso de tarjetas para pagar y otros sistemas, lograron contactar con
90.000 personas relacionadas que podrían haberse contagiado. Mantener el ritmo
de test sigue siendo una necesidad. Principalmente, porque puede haber muchas
personas portadoras pero asintomáticas y su capacidad para contagiar puede ser
muy alta al no ser conscientes de que están infectadas.
4. Preparar el sistema de salud
Desafortunadamente y por las malas, hemos debido aprender sobre la
marcha cómo se gestiona una epidemia. Ahora hay que prepararlo todo por si
llega una segunda oleada, de modo que el tratamiento de enfermos, la
distribución de recursos y la obtención de medios, sean los más adecuados.
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