Ir al contenido principal

Melatonina, el último remedio para dormir a los niños (que no aconsejan los expertos)


EVA MILLET

El anuncio tiene como música de fondo una nana. “A dormir, a dormir…” entona una voz femenina que asegura que la criatura irá a la cama feliz porque toma “un compuesto de melatonina” que le procura dulces sueños –siempre según la publicidad. Es un anuncio de melatonina, la hormona del sueño, para niños. En horario de máxima audiencia.

Todo los humanos segregamos melatonina pero, como cuenta Wikipedia, también se encuentra “en animales, plantas, hongos y bacterias, así como en algunas algas”. Se produce de forma natural pero puede adquirirse en comprimidos. Hubo un tiempo que era difícil de encontrar; la compraban en Andorra los ejecutivos más viajeros, para combatir los efectos del jet-lag. Hoy ha encontrado un nuevo y descomunal nicho de mercado: el de la infancia.

¿Melatonina para favorecer el sueño de los menores? ¿Es normal? Le planteo la cuestión al doctor Javier Albares, neurólogo y director de la Unidad del Sueño del Centro Médico Teknon, en Barcelona. Lo que señala, primero, que lo que no es normal “es el prime time en este país”. Pero, una vez enfatizado este punto, añade que da “mucho qué pensar” que la melatonina para consumo infantil se esté anunciando con una naturalidad que raya la frivolidad. “Falta mucha información”, dice.

La melatonina, añade Albares, es una sustancia que producimos en la glándula pineal que, al ser estimulada por la oscuridad: “recibe una señal a través de la retina que hace que empecemos a segregarla”. Su función es producirnos somnolencia. Como producto, no se vende como un fármaco sino como complemento alimenticio. Se utiliza en adultos con trastornos del ritmo circadiano –la sucesión de vigilia y sueño- como los que padecen las personas que trabajan de noche. En los niños está indicada, siempre bajo control médico, en trastornos de neurodesarrollo –como el autismo- y, en algunos casos de insomnio infantil, como soporte al método conductual para tratarlo.

“Pero”, recalca Albares, “se ha de hacer un uso puntual, porque si damos melatonina durante mucho tiempo se puede inhibir la producción propia. Y entonces, el problema se hace aún más grande”.

El problema tiene un nombre: insomnio infantil, que se diagnostica cuando un niño de más de año no es capaz de dormirse solo. Una patología que, según la Asociación Española de Pediatría afecta al 30% de menores de cinco años y ocasiona “una grave repercusión cognitiva, emocional y en el aprendizaje, junto con una importante comorbilidad médica y afectación de la calidad de vida del niño y la familia”.

Cualquiera que haya pasado alguna/s noche/s sin dormir sabrá de estas afectaciones. La falta de sueño tiene importantes consecuencias físicas, psicológicas y académicas. Pero no solo eso: alrededor de este tema existe un debate ideológico que se ha ido acentuando, hasta el punto de dividir el mundo entre malos y buenos padres. Los primeros serían los que enseñaron a dormir a sus hijos con métodos conductuales (representado aquí por el método del pediatra Eduard Estivill). Los segundos, aquellos progenitores que optan por la hoy corriente imperante: la llamada crianza de apego, respetuosa o naturalista.

La esencia de esta crianza es que el niño, sabio por naturaleza, sabe lo que le conviene. No hay que imponerle normas ni marcarle pautas: los padres están para adaptarse a sus ritmos. En España, el pediatra Carlos González es el referente de esta corriente, que considera que en la cuestión del sueño no hay que aplicar pauta alguna. Tanto González o seguidoras como la psicóloga Rosa Jové, sostienen que el hijo, un día u otro, dormirá “como un angelito” pero, mientras tanto, nada de enseñar. En su libro, Dormir sin lágrimas, Jové arremete contra el método Estivill, que la corriente alternativa califica como “de adiestramiento” o parte de la “puericultura fascista”.

Javier Albares rechaza entrar en el terreno ideológico: “Cuando se intenta confundir el insomnio infantil con creencias, religiones, etc., evidentemente nos lleva a dónde nos lleva”, reflexiona. “Pero a nivel médico la dualidad crianza alternativa/Estivill, no existe. Ya hace años que las sociedades médicas decimos que esto no es una guerra entre ideologías sino un tema de salud; esto es una patología médica que tienen un tratamiento y unas indicaciones. Aquí no valen la opinión sino los estudios científicos”. Y ante el insomnio infantil lo que las sociedades médicas aconsejan es hacer un tratamiento conductual: “No se trata de ‘dejar llorar a los niños’, como se ha malinterpretado, sino inculcarles buenos hábitos, como se hace en la alimentación o la higiene. El sueño, muchas veces, hay que enseñarlo”.

“Esos niños que se resisten a irse a la cama, a dormirse solos y que al despertarse en medio de la noche les reclaman una y otra vez… Todo eso es insomnio infantil. Una condición, insiste, “que cualquier sociedad médica dice hay que tratar con hábitos de sueño y conductuales. Y en esos nunca se incluye el tema del colecho”. El colecho –o dormir con los hijos en la misma cama, por sistema-, es uno de los pilares de la crianza de apego.

Albares distingue dos tipos de colecho: el cultural (“cuando los padres deciden que sus hijos van a dormir con ellos porque en su cultura, su familia, es algo que siempre se ha hecho”) y el reactivo. “Que es el que se suele practicar en este país y que funciona tipo ‘como mi hijo duerme mal me lo meto en la cama para ver si así se duerme’. Esto ya indica que el niño está teniendo un trastorno de sueño”.

Este especialista, que ha tenido casos de adolescentes (18 y 15 años) que aún dormían con sus padres, recalca que lo importante son los hábitos. Como empezar a separar alimentación del sueño. “A partir del año el niño no ha de comer absolutamente nada durante la noche; los adultos tampoco lo hacemos. Y a partir de esa edad ya tienen el ritmo circadiano muy establecido y si se despiertan tienen que ser capaces de volverse a dormir… ¡solos!”

Quien esto escribe no es una experta, pero sospecha que esto no está pasando… “¡No, claro que no!”, responde Albares. “Como tampoco pasa que en los colegios se hable de la importancia del sueño ni que tengamos unos horarios racionales ni que el sueño se considere el tercer pilar de nuestra salud. ¡Los que nos dedicamos a esto del sueño tenemos mucho trabajo por hacer!”.

En esta cuestión hay “muchísima confusión”, añade, como que el método Estivill consiste en dejar llorar a los niños hasta desgañitarse: “Nunca ha dicho esto. La extinción del llanto la puedes hacer de forma gradual, que es la manera en la que yo trabajo”. En su práctica ha ayudado a cientos de familias “explicándoles a los padres que los niños no se traumatizan –hay mas de 300 estudios publicados que lo demuestran- que los pueden ir acompañando hasta que se duerman, que luego intenten sin ellos, que trabajen las siestas… Si los padres están más tranquilos, se nota”.

A veces, sin embargo, “a las mamis les cuesta más, por lo del tema del apego”, que ha demonizado el método conductual. En el libro de Jové, por ejemplo, se pueden encontrar calificativos como “tortura, trauma y shock emocional” al referirse a este, lo que hace que muchas madres se sientan inmensamente culpables por tratar de enseñar a dormir a los hijos. Y esta confusión puede provocar fenómenos como el consumo de melatonina que, como reitera Albares, “no se puede tomar de forma indiscriminada en la edad infantil”. Esta sustancia, en definitiva, puede ser un apoyo puntual a un método conductual pero no funciona por sí sola. De hecho, como especifica la Asociación Española de Pediatría “si es el único tratamiento al insomnio infantil, su supresión ocasiona una vuelta al problema inicial en más del 90% de los casos”.

LA VANGUARDIA, Sábado 13 de junio de 2020

Comentarios

Entradas populares de este blog

«Los buenos modales no están de moda, pero es imprescindible recuperarlos»

FERNANDO CONDE Hoy en día es frecuente enterarte por los medios de noticias relacionadas con la falta de respeto, el maltrato, el acoso, etc. Podemos observar muchas veces la ausencia de un trato adecuado a los ancianos, la agresividad incontrolable de algunos hinchas de fútbol; la poca estima a la diversidad de opiniones; la destrucción del medio ambiente; el destrozo del mobiliario urbano y un largo etcétera que conviene no seguir enumerando para no caer en el pesimismo que no conduce a nada y el problema seguirá ahí. Un problema que podríamos resumir en que se ha ido perdiendo el valor de la dignidad humana en general. Los modos para alcanzar la felicidad, siempre deseada, se apartan de las reglas y normas de conducta más elementales de convivencia colectiva que han acumulado las culturas y los pueblos a través de los siglos. La idea de que «la dignidad empieza por las formas» que resume este artículo es una afirmación bastante cierta, porque la forma, no pocas veces arrastr

Qué le pasa a tu bebé cuando dejas que llore sin parar

  GINA LOUISA METZLER Muchos padres creen que es útil dejar llorar a su bebé. La sabiduría popular dice que unos minutos de llanto no le hacen daño, sino que le ayudan a calmarse y a coger sueño. Se trata de la técnica de la espera progresiva , que fue desarrollada por el doctor Richard Ferber, neurólogo y pediatra de la Universidad de Harvard en el hospital infantil de Boston (Estados Unidos) , y que sigue utilizándose en la actualidad en todo el mundo. Casi nadie sabe en realidad lo que ocurre a los bebés cuando siguen llorando, pero las consecuencias físicas y psíquicas podrían afectarles toda su vida. Cuando un bebé llora sin que sus padres lo consuelen, aumenta su nivel de estrés , ya que, a través de su llanto, quiere expresar algo, ya sea hambre, dolor o incluso necesidad de com

¿Qué hay detrás de las mentiras de un niño?

ISABEL SERRANO ROSA Los niños no son mentirosos, pero mienten . Lo hacen cuando tienen algo que decir o que aprender. Hasta los cuatro años, con sus historietas sorprendentes, quieren narrarnos su mundo de fantasía. Somos la pantalla en la que proyectar su película. Entre los cuatro y los siete años construyen su mini manual de moralidad con ideas muy sencillas sobre lo que está bien y mal, basado en sus experiencias "permitido o no permitido " en casa y en el colegio. Con su gran imaginación, las mentiras son globos sonda para saber hasta dónde pueden llegar. Entre los ocho y los 12 años la realidad se abre camino y la fantasía se vuelve más interesada.  El pequeño pillo de nueve años desea ser bueno, pero se le escapan las trolas por el deseo de gustar a los demás, ocultar alguna debilidad o evitar castigos. En general, mienten a sus crédulos coetáneos o, por el contrario, les escupen a la cara alguno de sus descubrimientos del trabajo de campo que significa crecer.