Los niños son uno de los colectivos más damnificados por esta pandemia desde el punto de vista psicológico. A pesar de que ya pueden salir a la calle de manera limitada, han sufrido y sufren un cambio de rutinas y una explosión de nuevos sentimientos que a los padres les están dejando descolocados y sin saber cómo actuar.
Los niños están tristes porque echan de menos a sus amigos, sus rutinas, su estructura y su previsibilidad, explica a CNN Christopher Willard, profesor de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de Harvard (Estados Unidos). Están sintiendo las mismas emociones que los adultos en la pandemia, pero expresándolas de manera diferente: lloran, gritan, desobedecen, discuten y se pelean con sus hermanos. Los padres aquí tienen una papeleta difícil de afrontar: ¿Cómo pueden ayudar a sus hijos en estos momentos difíciles y prevenir futuros colapsos apoyando su estabilidad emocional y dándoles las herramientas para expresar sus sentimientos?
Incluso los mejores padres tienen problemas para mantenerse al día con sus hijos cuando
trabajan desde casa y tratan de mantener horarios diurnos regulares, poner tres
comidas saludables en la mesa, asegurarse de que sus hijos hagan suficiente
ejercicio y cumplir con las rutinas de la hora de dormir. “Esto es difícil para
nuestros hijos", señala Willard. "Esto afecta su salud mental.
Impacta en el control de sus impulsos y en su capacidad de regular sus
emociones".
Echan de menos más
atención
Los padres están más estresados y lo
niños, que están acostumbrados a recibir bastante más atención
de sus progenitores cuando están en casa, no la reciben en la
misma medida. Querer la atención de los padres podría ser la razón de un
colapso o de un comportamiento más desafiante, añade Willard. Y cuando los
padres están estresados, es más probable que regañen a sus hijos, lo que crea un círculo vicioso. Los niños también pueden
volver al mal comportamiento de
sus años más jóvenes porque los hace sentir más seguros. Y es que los niños tampoco reciben el refuerzo social de sus compañeros,
que muchas veces les dicen que el mal comportamiento no es adecuado. Es esa
(buena) presión de los compañeros lo que les falta.
Según Willard, los niños han aprendido a aburrirse en
casa durante cortos periodos de tiempo, el que les queda tras el colegio, las
actividades y el tiempo social, pero no durante horas y horas.
Estos cambios se acumulan en los niños y sus reacciones son relativamente
normales. "En este punto, sólo hay que asumir que lo que hay debajo
es tristeza", apunta Willard. "No es personal, y no lo hacen para volverte loco o
para arruinar tu llamada telefónica o arruinar tus planes para la cena o algo
así. Lo hacen porque están tristes, están solos; tal vez tienen hambre o están
cansados. Están descontrolados".
Los padres deben observar si estos
comportamientos recurrentes (aislamiento, falta de sueño, mal comportamiento
perpetuo) pueden ser signos de que algo más serio está
sucediendo, como la depresión, la ansiedad o los problemas de atención.
En ese caso, contactar a un terapeuta o psiquiatra para citas virtuales con el
niño o el padre es de gran ayuda. Los progenitores pueden intentar conectar con su hijo validando sus sentimientos,
sugiere Willard. "Di que estás ahí si necesita un abrazo, dile que le amas y que entiendes que esta situación
es muy difícil. Pregúntale al niño qué está pensando y
sintiendo en este momento para que puedas conocer sus
motivaciones".
Inteligencia emocional
Los padres también pueden ayudar a sus
hijos a sentirse más cómodos con lo que no está disponible para ellos en este
momento, centrándose en lo que va bien y en lo que pueden controlar.
Pero aún así hay que ser honestos con ellos sobre la pandemia,
para no perder su confianza. De esta manera, aunque sus vidas sociales no sean las mismas,
los niños pueden sentir que algunos aspectos de la vida son predecibles,
seguros y que vale la pena esperar.
Mary Alvord, psicóloga
especializada en el tratamiento a jóvenes, apuesta por iniciarles en el aprendizaje de la inteligencia emocional,
que es algo clave en el crecimiento y es importante para lidiar con estos
difíciles momentos."Tenemos que aprender a tolerar una cierta cantidad de
angustia y moderar nuestras emociones porque la vida está llena de muchas
pequeñas angustias", señala. Así, hablar con los niños sobre sus sentimientos se convierte en vital.
No solo tras momentos de enfado o de explosión de emociones, sino como una rutina en la que se conocerá mejor lo que
piensan los más pequeños y permitirá a los padres saber qué es realmente lo que
les pasa y cómo pueden actuar.
EL CONFIDENCIAL, Jueves 21 de mayo de 2020
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