El confinamiento disparó los niveles
de estrés, la incertidumbre y el malestar psicológico de muchísimas personas.
Una investigación liderada por la UPV/EHU en la que han participado
investigadores de la Universidad de Barcelona, de la Universidad de Murcia, de
la de Granada, de la UNED y de la Universidad Miguel Hernández asegura que
el 78% de las personas se vieron abrumadas por la incertidumbre (el
porcentaje es aún mayor entre quienes tuvieron síntomas o fueron diagnosticados
de la Covid-19 o perdieron su empleo), el 47% sufrió sentimientos de
irritabilidad y enfado, un 45% cambios de humor, el 43% se vio aquejado por
pensamientos depresivos o desesperanza..., con un impacto aún mayor en el caso de las
mujeres.
Y, ¿cómo nos sentimos ahora que empezamos a salir y a recuperar
rutinas? ¿Liberados? ¿Seguros? ¿Contentos? Basta echar un vistazo a nuestro
entorno y hablar con familiares y conocidos para constatar que no. Tras meses
habituados a vivir en casa ahora, al tratar de recuperar la ‘normalidad’ hemos
de afrontar situaciones nuevas que nos provocan incertidumbre, miedo,
enfado, desconcierto, ansiedad...¡incluso dolores físicos!
“Entrar en confinamiento nos produjo
malestar emocional, y salir también; y no es una cuestión de actitud, sino
biológica, porque nuestro organismo tiende a la rutina y salir de ella nos
crea inestabilidad; y tras 60 días de adaptarnos a vivir en casa y convertir
esta en un refugio seguro, salir al mundo exterior es hacerlo a algo donde todo
nos parecen amenazas, donde hay incerteza y una nueva realidad que no sabemos
cómo afrontar, y eso es fuente de estrés emocional”, justifica Oscar
Aseroy, psicólogo clínico y director de Isep Clínic Reus y Tarragona.
El sistema de desescalada del confinamiento por fases tampoco contribuye a
tranquilizar y a sentirse seguro a la hora de salir, pues son muchas las
personas que no terminan de tener claro qué pueden y qué no pueden hacer, cómo
han de comportarse, cómo relacionarse, qué será de su futuro laboral... Y esa
incertidumbre y estrés desencadena un cóctel emocional que se expresa de
formas muy diferentes.
Para unos, solo pensar en tener que coger el transporte público para volver
a la oficina puede ser suficiente para desencadenar un ataque de ansiedad y acabar en
urgencias. Otros ven sus nuevos márgenes de
libertad con miedo: a un posible contagio, a las
consecuencias económicas, a las nuevas medidas higiénicas... Para otras
personas este repunte del estrés se traduce en enfado, rabia o
frustración, que dirigen contra las autoridades por la gestión de la crisis o
contra personas próximas porque no usan las mascarillas, porque cometen
errores...
No faltan tampoco quienes reaccionan al desconfinamiento con tristeza,
apatía y desmotivación por retomar sus rutinas, o quienes se muestran
desorientados porque no saben bien qué hacer, en qué punto retomar sus
actividades y relaciones tras este paréntesis forzoso en sus vidas. Y también
hay quien sufre reacciones fisiológicas: taquicardias, tensión muscular,
migrañas, dificultad para respirar, naúseas, insomnio, alteraciones
gastrointestinales... tal y como se recoge en la Guía para un afrontamiento
psicológico eficaz del proceso de desconfinamiento ¿Y ahora qué? elaborada desde el
Colegio Oficial de Psicología de Madrid.
Rafael Penadés, psicólogo clínico en el Hospital Clínic de Barcelona,
coincide en que esta nueva situación supone un repunte de estrés para
muchísimas personas, sobre todo porque el peligro del coronavirus no ha
desaparecido, no dejamos de escuchar que puede llegar un rebrote, y además hay
dificultades socioeconómicas, no sabemos qué pasará con nuestro trabajo o
nuestros estudios, nos vemos obligados a desarrollar nuevas maneras de
relacionarnos... “El cuerpo responde ante estas amenazas con estrés, poniéndose
en estado de alarma, sin distinguir si el peligro es grande o pequeño, pero
nosotros hemos de racionalizar este estrés, hemos de ser conscientes de que el
que nos viene ahora no debería ser igual que el que hemos pasado cuando nuestra
vida sí corría peligro; solo si lo racionalizamos podemos apagar la respuesta
de alarma del organismo”, explica Penadés.
En su opinión, desde el punto de vista psicológico estamos en fase
de aplanar la curva del estrés. “Igual que hemos aplanado la curva de la
pandemia, ahora toca aplanar la curva del estrés, porque sigue habiendo
dificultades, nuestros problemas emocionales no van a desparecer de golpe, pero
vamos en buen camino, la situación actual es mejor, y hemos de tener confianza
en que tenemos recursos para afrontarla y superar los nuevos retos, como hemos
logrando superar los anteriores”, enfatiza el también vocal junta de gobierno
del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya (COPC).
¿Y cómo podemos aplanar la curva del estrés? ¿Cómo lidiar con el cóctel de
emociones que provoca la vuelta a la normalidad?
Vida ordenada y hábitos saludables
“Lo primero es intentar retomar una estructura de vida ordenadita tras las
alteraciones que ha provocado el confinamiento”, responde Asorey. Eso pasa por
recuperar hábitos de alimentación saludables, por regular los horarios de
sueño, y por mantener la práctica de actividad física que muchas personas han
comenzado durante la cuarentena, coincide Amable Cima, profesor de Psicología
de la Universidad Ceu San Pablo.
Flexibilidad
Penadés enfatiza que una de las claves para manejar bien el estrés es la
flexibilidad, mostrarse adaptativo y abierto a la nueva situación. “Ni nueva ni
vieja normalidad; hemos de afrontar lo que tenemos y vivir el presente; la
situación actual puede tener cosas peores que la anterior, pero también
mejores”, comenta. Y añade que esa flexibilidad debe aplicarse especialmente
cuando algo va mal: “que algo falle no quiere decir que todo vaya mal, solo una
parte”.
Confianza
“En estas primeras fases de desescalada, que tienen cosas positivas y
negativas, podemos estar pendientes de lo que nos falta o fijarnos en lo que
vamos consiguiendo; si nos centramos en esto último, nos va a dar más
confianza, vamos a tener la sensación de que estamos haciendo frente a los
retos, que hay cosas que no controlamos pero vamos adquiriendo nuevas
habilidades, y eso es un predictor de buen manejo emocional”, explica el
psicólogo del Hospital Clínic.
Fijarse una meta
Los psicólogos aseguran que para una buena gestión emocional del
desconfinamiento es importante que, además de adaptarnos y tener confianza, nos
responsabilicemos de nuestro destino. “A veces adoptamos una actitud pasiva
ante lo que ocurre y culpamos de ello a las autoridades o a otras personas,
pero el responsable de la gestión de las emociones es uno mismo; somos
arquitectos de nuestro destino y de nuestra propia alegría”, reflexiona
Penadés.
Y explica que hemos de pensar que es normal sentir miedo o ansiedad al
salir de casa, pero que es algo resoluble, a lo que podemos dar respuesta. En
esa línea, considera útil buscarse una meta, un propósito, antiguo o nuevo,
porque eso ayuda a salir adelante. “Ante un suceso estresante como el que hemos
vivido y aún vivimos podemos reaccionar con trauma o con resiliencia, que es la capacidad de
hacer de la dificultad una fuerza motora del cambio; y los estudios en contextos
de estrés postraumático muestran que las personas que lo superan, las
resilientes, son las que muestran confianza, realismo y creatividad”,
relata el psicólogo.
Potenciar las relaciones sociales
Asorey considera que potenciar las relaciones sociales puede servir de gran
ayuda para superar la experiencia del desconfinamiento, y anima a aprovechar
que incluso estando en la fase 1 se pueden reunir hasta diez personas para
apoyarse en amigos y familiares, para compartir con ellos la experiencia,
comentar los miedos y las preocupaciones, y empatizar unos con otros.
Cima, por su parte, recuerda que “una de las acciones más positivas desde
el punto de vista de la salud mental es poder hablar de nuestros
sentimientos, de cómo nos sentimos cuando las cosas no van bien”.
Aceptación
Más allá de identificar o compartir las emociones que nos provoca la vuelta
a las rutinas tras el confinamiento es fundamental aceptarlas. “Es normal tener
una respuesta emocional variable, con días alegres y de mucha energía y otros
más tristes o angustiados; no nos debe alarmar, lo importante es reconocerlo,
si es posible compartir cómo nos sentimos y, sobre todo, darnos
tiempo, respetar lo que estamos sintiendo, darnos espacio para esa emoción
que nos hace sentirnos mal, igual que aceptamos y nos permitimos estar
contentos cuando es así”, comenta Asorey.
Esta aceptación, añade Cima, debe hacerse extensiva a nuestras virtudes y
defectos, con la idea de aprovechar todo este proceso de cambio “para mejorar
como persona, como amigo, como miembro de la familia o como compañero de
trabajo”.
Controlar la autoexigencia
Los psicólogos explican que, en esta vuelta a las rutinas, es importante
fijarse y cumplir horarios y tareas, tener metas, “pero sin exigirnos el
máximo rendimiento en los inicios de esta reincorporación porque ni mente ni
cuerpo están preparados”, en palabras de Asorey.
Enfatiza que estamos en
un momento de cambio, en el que no tenemos una referencia clara de cómo van a
ser las cosas –lo que ya de por sí provoca estrés–, de modo que no es
recomendable meterse tensión extra. “Si estamos en un proceso de adaptación, en
vez de mucha autoexigencia, de imponernos un patrón de comportamiento estricto,
es mejor estar abiertos a incorporar cosas nuevas, ser flexibles para
incorporar cosas que faciliten esa adaptación”, apunta el psicólogo de Isep
Clínic.
Comentarios
Publicar un comentario