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Los resultados iniciales de la vacuna china contra el coronavirus indican que es segura y genera anticuerpos

DANIEL MEDIAVILLA

La carrera por obtener una vacuna que acabe con la crisis del coronavirus o al menos amortigüe sus efectos comienza a dar sus primeros resultados. Hace cuatro días, a través de una nota de prensa, la compañía estadounidense Moderna anunciaba los resultados de una prueba con 45 voluntarios sanos. Según el comunicado era “segura y bien tolerada” y generaba, al menos en ocho de los participantes, unos niveles anticuerpos capaces de neutralizar la infección similares o mayores que los que se encuentran en la sangre de pacientes que han superado la enfermedad. Hoy, en este caso en un artículo publicado en la revista The Lancet, con todos los datos disponibles para su escrutinio por la comunidad científica, el equipo del Instituto de Biotecnología de Pekín y la compañía Cansino Biologics, en China, anunciaba los resultados de esa misma fase I de la primera vacuna de este país en ponerse en marcha. Después de 28 días de ensayo con 108 voluntarios sanos, los resultados parecen prometedores. Además de demostrar su seguridad, se observó que la vacuna generaba anticuerpos y linfocitos T en los voluntarios.

El propósito de esta primera fase de ensayos es comprobar que las vacunas son seguras y que los pacientes las toleran bien. Estos resultados no significan que ninguna de las dos vacunas vaya a proteger necesariamente frente a la covid-19. La líder del proyecto, Wei Chen, ha advertido de que “aún queda mucho camino para que esta vacuna esté disponible para todo el mundo”. Desde abril, el equipo chino tiene en marcha una segunda fase de ensayos con unos 500 pacientes para afinar la dosis más adecuada para que esa respuesta inmune proteja contra la infección por SARS-CoV-2. Moderna quiere comenzar con el definitivo ensayo de fase III, el que probaría si la vacuna es útil para su empleo masivo, en verano. Hoy en EL PAÍS, el virólogo Florian Krammer, del Hospital Monte Sinaí de Nueva York, estimaba que alguna de las vacunas chinas podría completar esa última frase en otoño. En esta segunda fase del proyecto chino, se incluirán por primera vez participantes de más de 60 años, un grupo de especial interés por su susceptibilidad ante la covid-19.

La vacuna de la que hoy se presentan sus primeras pruebas en humanos utiliza un virus del catarro común atenuado. Este virus es capaz de invadir las células humanas sin provocar la enfermedad. Así, sirve de medio de transporte para introducir en las células del paciente el material genético que codifica las proteínas que forman las espículas con las que el SARS-CoV-2 entra en las células. Después, esas células producen la proteína, que llega al sistema inmune de quien recibe la vacuna y le permite crear anticuerpos que después reconocerán esa espícula e impedirán la infección.
Pocos meses después del inicio de la crisis, ya hay dos vacunas en fase II, un paso que nunca se alcanzó en los intentos de crear productos similares para el SARS, la enfermedad conocida en 2002 que también provocaba una infección por coronavirus. Gigantes farmacéuticos con el apoyo de los Estados han prometido dedicar miles de millones de euros a impulsar diferentes estrategias para lograr una vacuna eficaz contra el patógeno. En estos momentos, ya hay más de 100 candidatos a vacuna en todo el mundo. La gran cuestión es cuánto se tardará en fabricar estas vacunas para que lleguen a toda la población. En un artículo publicado hoy en EL PAÍS, Elisa Sicuri, investigadora del Instituto de Salud Global de Barcelona y del Departamento de Epidemiología de enfermedades infecciosas en la Escuela de Salud Pública del Imperial College de Londres, explica esa complejidad: “Somos 7.600 millones de habitantes en el planeta y todos la vamos a necesitar. No se sabe cuántas dosis van a ser necesarias, si será una sola para toda la vida o una al año como la vacuna de la gripe. No sabemos cuál va a ser el proceso productivo de esta o estas vacunas, algunas son sencillas de producir y otras son muy complejas”. Ni el proceso inicial de investigación ni la futura producción “los podrá hacer un solo país o una sola compañía farmacéutica si queremos que llegue a todo el mundo, se tendrán que unir esfuerzos”, aclara.
EL PAÍS, Viernes 22 de mayo de 2020

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