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¿Te angustia el desconfinamiento? Así puedes deshacerte del miedo

ROCÍO NAVARRO MACÍAS

La nueva normalidad. Se trata de un escenario en el imaginario colectivo pero del que todavía nada se conoce a ciencia cierta. Entendemos que será una realidad de distanciamiento, mascarillas e incertidumbre sobre lo que hasta ahora se consideraba cotidiano. Una serie de factores que se traducen en miedo.

Es una situación que afecta a las principales fuentes de preocupación de las personas: La enfermedad y el miedo a la muerte, los problemas económicos, nuestra autonomía y relaciones interpersonales. Esto incrementa la sensación de soledad y de pérdida de control de nuestras vidas”, reflexiona Soraya Bajat, jefa de Psicología del Hospital Universitario Sanitas La Zarzuela.

¿Por qué tenemos miedo?

Son momentos en los que el malestar emocional se generaliza ante un futuro incierto. “Todos estos hechos no son nuevos en la historia de la humanidad. La sociedad ya los ha vivido, pero nosotros no. El ser humano tiene una gran capacidad de adaptación y en el día a día cada uno puede enfrentarse a los hechos desde la responsabilidad y conseguir avanzar.”, explica la psicóloga Lecina Fernández. Pero desarrollar la resiliencia y la aceptación son patrones básicos para volver a disfrutar de la vida dejarse llevar por el miedo.

La realidad se ha transformado de forma obligatoria, apremiante y radical. La idea de retomar las calles destila cierta esperanza, empañada por nuevas normas y restricciones. “Esta situación ha despertado un abanico de sentimientos y emociones: sorpresa, incredulidad, incertidumbre, desasosiego, ansiedad, rabia, tristeza,… y miedo. El miedo es importante, nos avisa del peligro, pero también nos paraliza, y también nos lleva a cometer acciones en dirección opuesta a nuestras creencias, acciones de las que luego nos arrepentimos”, comparte Fernández.

Un temor también al contagio y a las trágicas consecuencias que está generando el virus en todo el planeta. “Estamos ante un nuevo paradigma debido a la pandemia del coronavirus, que genera una señal ante un peligro, en este caso, real. La situación actual es paradójica. Por un lado, nos enfrentamos al deseo de libertad y autonomía. Por otro, al miedo ante este terrible agente patógeno, cuyas características están representando un verdadero desafío científico”, comparte Bayat.

Además de este miedo a las circunstancias concretas aparece otro más abstracto. “Se hace más visible en cuestiones relacionadas con lo existencial, como el miedo a la muerte, a desaparecer, a la que huella vamos a dejar o a la trascendencia”, indica Fernández.

También es un aliado

En cierta medida, el miedo es un aliado ante la difícil situación a la que se enfrenta el mundo, ya que es la señal de alarma que atempera la acción y prioriza la cautela. “En su justa medida, resulta necesario para afrontar los cambios progresivos en la desescalada del confinamiento y cumplir con unas medidas de seguridad a las que no estamos acostumbrados (distancia social, uso de mascarillas, menor contacto físico, etcétera)”, señala Bayat.

Sin embargo, llevada al extremo, esta emoción puede desencadenar un panorama poco deseable. “Se está hablando mucho del miedo y hemos de tener cuidado porque es muy poderoso, contagioso y puede convertirse en pánico individual o colectivo, algo muy peligroso”, comparte Fernández. Según la psicóloga, “no todo lo que llamamos miedo es únicamente miedo, y hay que aprender a identificarlo y gestionarlo”.

Aprender a vivir sin apego (inseguro)

Cuando la renuncia a una forma de vida se impone, puede que los pilares sobre los que se sustenta se muevan. Incluso se desestabilicen. Uno de los responsables de que se tambaleen es el apego. Se trata de un vínculo que se establece con lo material, pero también con lo emocional y aporta seguridad. “En estos momentos de aislamiento y confinamiento, el sistema de apego se ve alterado al tener dificultad en el acceso físico y emocional a los otros”, comparte Bayat.

Quienes vivían según un sistema de apego inseguro, basado en el miedo a la pérdida, pueden experimentar mayor ansiedad, insatisfacción y sensación de vacío permanente. Pero existe un apego seguro que ayuda a salir adelante ante la situación de crisis. “El apego sano, aún en estas circunstancias, permite disfrutar del aquí y del ahora. Asimismo facilita la toma de conciencia de que todo está en cambio permanente y abre la puerta a explorar nuevas formas en la interacción social, con las medidas de seguridad pertinentes pero sin un miedo excesivo”, añade.

Centrarse en la realidad

Cada uno es responsable de mantener el miedo en un lugar seguro para evitar que actúe como un paralizador. Es importante atender a conductas evitativas, como el aislamiento social e informativo, ambos mecanismos de defensa ante esta emoción.

Reconocer y gestionar el miedo requiere cierta desconexión ante todos los estímulos relacionados con la crisis sanitaria. También centrarse en lo que es real y no alentar sus aspectos más desalentadores o bulos.

“En estos momentos, aunque aún queda mucho camino, existe un mayor conocimiento de la enfermedad y su tratamiento. Hemos superado el terrible colapso sanitario y las medidas de protección individual, distancia social y movilidad paulatina, permiten avanzar con mayor seguridad. Eso no significa que el riesgo haya desaparecido, pero sí que cada día se aprende algo más del manejo de esta pandemia”, comparte Bayat.

Recuperar la ilusión

Reconducir la atención hacia aspectos positivos puede ser un revulsivo ante el temor. “El miedo puede caminar en paralelo con otras emociones y otros pensamientos como la esperanza y la ilusión. En concreto esta última es muy oportuna en estos momentos porque aporta proyección y ayuda a mantener la salud mental”, continúa.

Se hace fundamental reconocer el miedo, aceptarlo y crear espacio para otro tipo de emociones positivas que limiten la expansión del primero “Cuando las personas están ilusionadas activan características como la fuerza, energía, alegría, entusiasmo, esperanza, confianza o perseverancia que actúan contrarrestando el miedo. Es una herramienta psicológica muy potente para el crecimiento de las personas. Nos prepara y entrena para seguir hacia adelante”.

Transformarlo en oportunidad

De las crisis nacen oportunidades. De hecho, el sufrimiento puede desencadenar cambios positivos. “A nivel relacional, esta experiencia supone un cambio positivo en los valores, ya que la importancia de la familia, los amigos, el contacto social con compañeros y conocidos está cobrando otra dimensión. Se le asocian aspectos como la gratificación, satisfacción e importancia”, expone Bayat.

Toda esta adaptación a marchas forzadas, está mejorando la resiliencia. “Algo que favorece que seamos más flexibles, con respuestas mejor adaptadas ante situaciones de estrés y mayor capacidad para vivir el momento”, concluye.

LA VANGUARDIA, domingo 24 de mayo de 2020

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