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La clave anti-Covid en espacios cerrados: poco aforo, exposición corta y ventilación

CRISTINA SÁEZ

¿Se transmite el coronavirus a distancia por el aire? ¿Cuánto tiempo puede permanecer en suspensión y con capacidad infectiva en el ambiente de un espacio cerrado? Son algunas de las incógnitas científicas mas controvertidas sobre el SARS-CoV-2 que, ahora que muchos territorios comienzan a entrar en la fase I de desconfinamiento y algunos comercios vuelven a levantar la persiana, plantean cuestiones sobre el riesgo de contagio en un súper, la oficina o una tienda.

El proyecto AIRCovid19, liderado por el investigador Antonio Alcamí, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, y en el que participan varios centros españoles, entre ellos el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), impulsado por el Instituto de Salud Carlos III pretende esclarecer esas cuestiones.

“Tomaremos muestras de aire en distintos puntos de los hospitales La Paz y Severo Ochoa, en Madrid, y utilizaremos nuevas tecnologías, como fluorimetría láser de alta resolución y biología molecular para intentar detectar la presencia de SARS-CoV-2 en las muestras”, explica el investigador Icrea Xavier Rodó, de ISGlobal.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), después de revisar los estudios publicados hasta el momento sobre SARS-CoV-2, en un informe del 27 de marzo aseguraba que la vía principal de transmisión del coronavirus era a través del contacto directo con gotas respiratorias mayores de 5 micras e insistía en que no hay evidencia científica que sustente que se transmita como aerosol -partículas muy finas- por el aire, a excepción de entornos sanitarios, como las UCI de los hospitales, en los que hay una alta carga viral en el ambiente.

Esa distinción es crucial porque las gotas de mayor tamaño caen rápido y se depositan en distancias cortas, mientras que los aerosoles podrían mantenerse en el aire más tiempo y desplazarse a mayor distancia. En ese documento, además, señalaba que hallar ARN del virus en muestras de aire no implica que el virus pueda ser transmisible. Y es que, por el momento, se desconoce cuál es la carga viral mínima necesaria para contagiar a una persona.

Sin embargo, desde el inicio de la pandemia se han publicado diversos estudios con resultados que pueden ser contradictorios. La OMS resaltaba un trabajo que había analizado más de 75.000 casos de Covid en China que concluía que ninguno se había producido por transmisión aérea a través de aerosoles, pero la revista Emerging Infectious Diseases, del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de los EE.UU, recogía el caso de un restaurante en Guangzhou, en China, en enero, en donde una persona infectada había contagiado a otros nueve comensales sentados a su mesa y otras dos vecinas, a mayor distancia de lo que una gota respiratoria grande puede viajar. Al parecer, el aire acondicionado dispersó las partículas del virus, presentes en las microgotas emitidas por el comensal infectado, por la sala.

Esa misma publicación científica recogió un brote de SARS-CoV-2 en un call center en Seúl, en Corea del Sur, en que un trabajador contagió a otros 94, aunque no estaba claro si la transmisión se había producido por el aire o por tocar superficies contaminadas. No obstante, los autores del trabajo concluían que estar en espacios cerrados compartiendo el mismo aire durante periodos prolongados de tiempo aumentaba la probabilidad de exposición e infección. El virus del sarampión, por ejemplo, se puede contagiar así: se mantiene hasta dos horas en el aire en un espacio cerrado y puede contagiar a otra persona.

“Cualquier ambiente cerrado, con una circulación pobre de aire y una densidad elevada de personas puede ser un problema”, afirma la investigadora María Cruz Minguillón, del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC), que investiga las partículas finas de la contaminación atmosférica, cómo se comportan en el aire, acumulan y dispersan, y ha realizado un informe precisamente sobre cómo se emite el SARS-CoV-2 y su posible transmisión por el aire y las opciones de filtración.

El virus viaja en pequeñas partículas, de diversos tamaños, que expelen las personas contagiadas a través del habla, la respiración, la tos y los estornudos. Y es posible que con el tiempo, se acumulen en espacios cerrados o se transmitan a una distancia mayor de lo que en un principio se había supuesto. En este sentido, investigadores finlandeses analizaron cómo se comportan los aerosoles cuando abandonan el tracto respiratorio de una persona que estornuda en el pasillo de un supermercado, teniendo en cuenta la ventilación del local. Vieron que se formaba una nube de micropartículas que se iba diluyendo conforme se expandía, un proceso que tardaba varios minutos, por lo que una persona que pasara cerca podría inhalar parte de esas partículas.

“Puede haber partículas flotando en el aire, pero hace falta una carga viral mínima para contagiar”, destaca Xavier Abad, jefe de la Unidad de Alta Contención Biológica del IRTA-CReSA y profesor asociado de la Universitat Autònoma de Barcelona. Además, destaca este investigador, hay que tener en cuenta un concepto clave: la duración de la exposición.

“La gente suele pensar que por estar al lado de alguien que puede estar infectado, se puede contagiar inmediatamente. Pero eso implicaría que el virus tiene una capacidad espectacular de desplazarse de un lugar a otro en un tiempo corto. Y que la persona supuestamente infectada está exhalando una gran cantidad de virus; de ser así, la gran mayoría tendría muchos síntomas y estaría en el hospital”, comenta e insiste en que en espacios cerrados llevar mascarillas o mantener la distancia de seguridad reduce la probabilidad de transmitir el virus, si uno fuera asintomático, o de contagiarse. También, añade Minguilllón, no entretenerse en el súper reduce nuestra potencial exposición.

Hasta ahora, en todos los estudios que han documentado contagio en un espacio cerrado, las personas contagiadas habían pasado horas. La distancia social protege ante exposiciones cortas, o en el exterior, cuando no hay tiempo suficiente para estar expuesto a la carga viral infectiva necesaria para contagiarte. Además, en el exterior el gran volumen de aire diluye al instante la carga viral, lo que junto a los efectos de la luz ultravioleta del sol, el calor, la humedad, afecta al virus y minimiza el riesgo.

En un comercio o una oficina, el volumen de aire es inferior, pero el aforo está limitado, por lo que la densidad de personas debería ser baja. Además, el tiempo que pasamos haciendo la compra es bajo, por lo que la probabilidad de contagiarse es baja.

“Si una persona entra en un comercio a comprar, está poco tiempo. Puede hacerlo muy tranquila. Quizás el que tiene que controlar más es el comerciante, porque una persona individualmente no supone un peligro, pero la suma de personas en un día entre las que puede haber más de un infectado, aumenta el riesgo”, señala Abad.

Para Minguillón, la clave es observar todas las medidas de precaución -mascarillas en lugares cerrados, lavado frecuente de manos, distancia social- y, además, ventilar bien los espacios, para que haya circulación de aire. “Si todo está cerrado, el humo de un cigarro se queda en el ambiente, si abrimos la ventana, rápidamente se dispersa”, pone esta investigadora como metáfora.

Xavier Rodó, investigador Icrea al frente del programa de salud y clima de ISGlobal considera que “todo lo que se haga para diluir el aire y bajar la concentración de cualquier tipo de partícula infecciosa mejora las condiciones para garantizar menos probabilidad de infección”.

¿Y los aires acondicionados? En casa, sin ningún problema, asegura Abad. En lugares con mucha gente, “puede haber más riesgo, pero no por el aire acondicionado en sí, si no por el flujo que genera y la recirculación que esté programada, aunque renueve aire parcialmente de forma continua. De hecho, resulta puede resultar más comprometido para los trabajadores tocar superficies potencialmente contaminadas que respirar el aire”.

LA VANGUARDIA, Sábado 16 de mayo de 2020

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