IVAN GIL
Los contenidos audiovisuales dirigidos a niños y adolescentes a
través de la televisión, los videojuegos y los videoclips trasmiten una
serie de mensajes, aparentemente inocuos, pero con la capacidad para moldear la personalidad, la escala de valores e, incluso, la ideología de los receptores más acríticos. La norma más habitual, explica el catedrático de la comunicación Ramón Reig,
es que reproduzcan la ideología hegemónica, en base a la cual “se
fabrican consumidores en lugar de ciudadanos, educándolos en unos
valores que pueden producirles en el futuro frustraciones y malestares”.
El consumismo, la tiranía de los ideales de belleza, el individualismo y, en definitiva, “el tener por encima del ser”, forman parte del trasfondo de la mayoría de mensajes destinados a los menores,
según la óptica de Reig. Por ello, cree que es imprescindible acompañar
a los niños mientras consumen estos contenidos y ofrecerles las
herramientas formativas necesarias para recibir dichos mensajes de forma
crítica y consciente. Una labor sobre la que el catedrático ha arrojado
luz en la obra de carácter colectivo Educación para el mercado. Un análisis crítico de mensajes audiovisuales destinados a menores
(Gedisa), que es el resultado de una serie de investigaciones llevadas a
cabo por el Laboratorio de Estudios en Comunicación de la Universidad
de Sevilla.
La persuasión de los medios se le puede escapar
incluso a los adultos, advierte Reig, ya que “sus mecanismos persuasivos
pueden ser muy sutiles, acudiendo generalmente a la emotividad y a la
simplicidad”, lo que dejaría indefensos a los receptores. La forma más
común de hacer que los mensajes calen en los niños, ya sean de carácter
comercial o ideológico, añade, es “sembrando la ilusión de libertad
y acudiendo a las viejas técnicas de venta, como es alabar al
consumidor diciéndole, por ejemplo, que es muy listo y muy libre, pero
que si no consume un determinado producto entonces perderá esta libertad
e ilusión”.
La responsabilidad última es de los padres, cada vez más permisivos
Otra
técnica frecuente consiste en "dirigirse a los padres a través de los
propios niños, por ejemplo haciéndole ver que está muy cómodo en
determinado coche, con su DVD para ver los dibujos y sus cómodos
asientos traseros para que le digan a su padre que compre determinado
vehículo”. Es decir, una forma de “chantaje indirecto”, advierte el profesor.
Reig insiste en que no se trata de demonizar al mercado, con sus
técnicas de venta y adoctrinamiento, sino de hacer autocrítica y
fomentar la educación audiovisual y la formación general de los menores.
Aunque entiende que en muchas ocasiones “los mensajes trasmitidos a los
niños vulneran las leyes de protección al menor, atentan contra la
dignidad de las personas y los principios éticos más básicos”, reconoce
también que los últimos responsables de que lleguen a influir en los
niños son sus padres. Por eso, critica que uno de cada tres niños tenga televisión en su habitación y consuma en solitario este tipo de contenidos, sin ningún tipo de directriz ni acompañamiento.
Dejar a los hijos que vean la televisión en horario de prime time
es otra de las actitudes extendidas que más censura el catedrático. “La
educación de los hijos es cada vez más permisiva y acabamos realizando
concesiones que no serán nada positivas para su formación. Hoy en día
pecamos de demasiado benevolentes, quizá por el famoso complejo de
culpabilidad por no entenderlos y acabamos haciéndoles regalos a cambio
de nada o siendo demasiado protectores", lamenta.
El resultado de esta permisividad, dice Roig, es que cuando sean mayores “no serán capaces de resistir a los embates de la vida ni de desenvolverse por sí solos.
Además, tampoco valorarán lo que tienen ni se esforzarán por conseguir
algo”. Un extremo que, asegura, ha visto aumentar durante los últimos
años, ya que “cada vez es más frecuente ver a los padres que vengan a
matricular a los hijos a la universidad, que los acompañen a las
revisiones de los exámenes o, incluso, que te llamen al despacho para
pedirte que ayudes a su hijo en la materia”.
Videojuegos, de la catarsis a la violencia como solución
La evolución de los hábitos de consumo de los niños ya no se
orienta exclusivamente hacia los contenidos televisivos, sino
también hacia los videojuegos. Un terreno en el que los padres suelen estar bastante perdidos,
por lo que acaban permitiéndoles jugar a videojuegos que no están
recomendados para su edad. Los más peligrosos son, en opinión del
catedrático, los llamados shooters, cuya finalidad última es matar sistemáticamente a los oponentes.
Una carga de violencia que “tiene como aspecto positivo la catarsis,
ya que es mejor pegar o matar en una pantalla que en la vida real”,
ironiza el catedrático, pero se corre el riesgo de que “crezcan creyendo
que la solución a sus problemas es acudir a la agresividad”. Más aún,
insiste, si se dan factores que la favorezcan como criarse en una
familia desestructurada o tener una mayor pulsión agresiva.
En Educación para el mercado se hace una referencia explícita al videojuego que más éxito tiene entre los jóvenes y adolescentes, el Call of Duty. “Además de que no te hace pensar porque el único fin es matar,
también trasmite ideología como la mayoría de este tipo de videojuegos,
aunque sea de una forma tan burda como matar y ensañarse con los
líderes políticos que son enemigos de EEUU, como por ejemplo asesinando a
Fidel Castro en la cama y a la mujer que duerme con él” (como se muestra en el vídeo superior).
No se trata de prohibir, sino de educar
Los
videoclips también son trasmisores de los valores denunciados por este
catedrático de la comunicación, aunque parezcan inofensivos. En el libro
se analiza el contenido del videoclip Danza Kuduro del cantante Don Omar,
el más visto por los menores españoles. En este se ve al intérprete
rodeado de lujo y aparecen escenas en las que se ven a sensuales modelos
como meros elementos decorativos. “Si a esto le unimos la influencia de
los videojuegos y del resto de contenidos audiovisuales los niños acabarán asimilando que estos modelos y actitudes son las que sirven para triunfar, mientras que el resto son fracasados”, explica el catedrático.
Para Reig la solución no pasa por prohibirles a los niños este tipo de
contenidos, sino de formarlos y educarlos para que puedan recibirlos con
una perspectiva crítica. “Tenemos que adaptarnos a la realidad y coger
el toro por los cuernos. Hoy en día cualquier niño tiene móvil con
acceso a internet y poco se podrá conseguir censurando. Para mí la
solución pasa por explicarle qué significa lo que ve,
hacerle entender las ventajas e inconvenientes de jugar a uno u otro
juego y darle herramientas interpretativas”. Un objetivo que, añade,
pasa por educar “pasando de la información al conocimiento”. Una tarea
que está en manos de los padres y los profesores.
EL CONFIDENCIAL, Viernes 20 de diciembre de 2013
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