Hay padres que no explican los riesgos de las redes sociales a sus hijos por evitar un conflicto con ellos
LAURA PERAITA
Los
riegos a los que se ven sometidos los jóvenes han variado
considerablemente en los últimos años de tal manera que hay tipologías
delictivas que no existían anteriormente. Si bien hace una década el
tráfico y consumo de drogas y acohol se encontraban en los primeros
puestos de mayor riesgo en la seguridad de los menores y los jóvenes,
«actualmente estos problemas, que no han desaparecido, han sido
desbancados por el acoso escolar y los efectos de un mal uso de las redes sociales», según declara a ABC David Teatino, inspector
jefe del Área de Seguridad Ciudadana y Operaciones del Gabinete de
Coordinación y Estudios de la Secretaría de Estado de Seguridad.
Apunta que hoy los adolescentes no son «más malos» que los de hace unas décadas, lo que ocurre es que ahora «todo lo que hacen lo quieren dejar plasmado a través de las redes sociales, por lo que sus acciones, infracciones o delitos tienen una mayor visibilidad». No son conscientes del daño que produce subir
a internet una determinada fotografía con intención de humillar a un
compañero o, más allá, colgar un vídeo de una pelea o con contenido
sexual. «Cuando se publica la noticia de un chico o chica que se ha
suicidado por ver difundida su imagen es cuando muchos se llevan las
manos a la cabeza por no haber podido evitar un suceso así, ni prevenir
este tipo de comportamientos».
Según este inspector de Seguridad
Ciudadana muchos jóvenes no dan importancia a lo que difunden y
desconocen el riesgo que suponen sus acciones y, en algunos casos, ni
saben que están cometiendo un delito. «Los padres son conscientes de que
un mal uso de las redes sociales
puede suponer a sus hijos un grave problema, pero no saben cómo actuar
porque desconocen la herramienta o cómo asesorar a sus hijos. Además,
—apunta David Teatino— los adolescentes rebeldes ven a sus padres como “enemigos” y no les harán caso, o sí, pero para hacer lo contrario».
Guillermo Cánovas, director de EdukaLIKE,
está también convencido de que muchos padres conocen la mayor parte de
los riesgos, pero no saben cómo afrontarlos. «Sin embargo, en unos casos
prefieren evitar el conflicto con sus hijos y deciden no intervenir y, en otros, no saben cómo supervisar el uso de unas herramientas que ellos mismos no manejan».
Combinar educación previa y supervisión
En su opinión es imprescindible una combinación de educación y supervisión. «Facilitan el acceso de sus hijos a la tecnología y a las herramientas, pero no les enseñan a utilizarlas.
Además de regalarles el móvil o la tablet, hay que educarles. Pero la
educación debe ser previa, o en paralelo al uso, y nunca posterior. Al
mismo tiempo es necesario que estén pendientes de forma detallada de lo
que hacen, de lo que cuelgan en la red y de las relaciones que
establecen, al menos hasta los 14 años. Después de esa edad la
supervisión de sus perfiles, amistades y demás se complica
considerablemente».
El director de proyectos de PantallasAmigas, Urko Fernández, explica que hay una destacable brecha entre padres e hijos en lo que respecta vivir a través de las redes sociales. «Mientras que los más pequeños no entienden el mundo sin ese componente, los adultos, quizá por pereza, timidez, o por pertenecer a una generación que socializaba de forma diferente, no saben cómo ayudar en este contexto,
y ante el miedo a lo desconocido se sienten incapaces de acompañar con
garantías, optando a veces por prohibir en vez de educar. En otros casos
optan por mirar hacia otro lado con el autoengaño de que sus hijos son
poco vulnerables o que ellos poco o nada pueden hacer por ayudarlos.
Finalmente está ese grupo que confía su labor a un programa de control
parental».
Urko Fernández entiende «que los padres se sientan abrumados y sin saber qué pasos dar o por dónde comenzar. Hay que ayudar a las familias a comprender bien cómo es internet, qué factores estimulan los riesgos y cómo prevenirlos».
Mayor compromiso de los padres
En
este sentido, Guillermo Cánovas apuesta por una formación
institucionalizada en todos los centros escolares y de manera
obligatoria. «El sistema educativo no puede mantenerse al margen, o
dando una o dos sesiones puntuales al año. Pero necesitamos también
mucha formación del profesorado y reciclaje en todos los niveles. Y, por
último, concienciar a los padres. En todos los colegios se quejan de lo
mismo: cuando organizan sesiones de formación para padres acude menos
de un 10% de los convocados».
En este empeño de acercarse a las
familias, la secretaría de Estado del Ministerio del Interior puso en
marcha en 2007 el «Plan Director para la convivencia y mejora de la
seguridad en los centros educativos y sus entornos». El objetivo es que
la Policía Nacional y la Guardia Civil ofrecieran una serie de charlas
en los colegios –públicos, privados y concertados– para que los
estudiantes de 7 a 14 años conocieran de primera mano los riesgos de las
redes sociales y cómo prevenirlos.
El
acogimiento de esta iniciativa fue tan bueno por parte de los colegios,
docentes, padres y alumnos que desde el Ministerio del Interior se decidió renovar el Plan de tal manera que, en la actualidad se realiza con una periodicidad anual.
Durante el último año el Plan se ha aplicado en más de 4.700 centros de
toda España en los que la Policía Nacional ha realizado 3.469 charlas
de acoso escolar y 8.246 sobre nuevas tecnologías, entre otras, y la
Guardia Civil 3.071 y 5.396 respectivamente.
Según David Teatino, han abierto un cauce de comunicación muy importante entre colegios y polícia para
evitar que comentan este tipo de delitos en el entorno escolar.
«Acercándonos a las aulas de manera presencial logramos que los
estudiantes cambien la imagen que tienen sobre nosotros y en vez de
calificarnos como “los malos de la película”, como los “sancionadores”,
logramos que nos vean como profesionales que estamos a su lado para ofrecerles el apoyo y la ayuda necesarios cuando existe un conflicto».
Este inspector jefe no niega que los colegios deberían acudir más a la Policia en busca de ayuda.
«No lo hacen porque a nadie le gusta ver en la puerta de su centro
coches de policía que alerten de que algo malo está pasando. Además, en
muchas ocasiones, tampoco se tiene muy claro donde esta la línea que
define si unos alumnos se llevan mal o se está produciendo acoso y es un
delito. El problema es que cuando el conflicto se agrava, a los
docentes se les escapa el tema de las manos y ya no saben cómo acabar
con el conflicto. Si esto ocurre es que ha habido un fracaso en la prevención».
ABC, 12/01/2016
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