“Menos productos de lujo y más Hacendado, menos móviles y más tiempo en familia, menos juegos de consola y más bicicleta, menos recompensas materiales y más muestras de cariño, menos televisión y más paseos en la montaña observando la naturaleza, menos ruido y más silencio. Aprendiendo que lo bueno y lo valioso lleva su tiempo y esfuerzo”
Catherine L`Ecuyer
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Los (no) consejos de alimentación en familia de una crítica gastronómica
CARLOTA FOMINAYA
Como en millones de hogares por todo el mundo, en casa de Bee Wilson, autora de «El primer bocado» (Tuner),
la batalla en torno a la comida se libra con los hijos. «En esos
momentos de estrés total, entre la vuelta de la escuela y el irse a la
cama, cocino algo rápido con la esperanza de que le guste a todo el
mundo. Puede ocurrir que uno de mis hijos se queje porque hay berenjenas
asadas, otro diga que le encantan y el tercero llore porque, aunque le
gusten las berenjenas, están en contacto con un trozo de pollo y ya no
se puedan comer», cuenta divertida.
Pero escribir este libro ha demostrado a Wilson que el potencial de mejora de nuestros hábitos alimentarios es inmenso.
Y debe empezar, igual que el conflicto alimentario, en la propia cocina
de la familia. Para empezar, explica en las páginas de su libro,
debemos saber que comer bien es una habilidad que se puede aprender,
aunque no es fácil, precisamente. Sin embargo, hay algunos aspectos
generales de la alimentación que pueden tenerse en cuenta y adaptarse a
las pasiones de cada cual. «Hay tres grandes directrices que a todos
nos beneficiaría incorporar: seguir un patrón de horas de comida,
atender a nuestras señales internas de hambre y saciedad en lugar de
dejarnos llevar por señales externas como el tamaño de las raciones, y
abrirnos a probar una variedad de alimentos», explica Wilson.
Filias y fobias
Uno de los grandes mitos que la autora rebate en sus páginas son las filias y las fobias personales hacia la comida. Según recoge en uno de los capítulos, hay un estudio realizado por la doctora Lucy Cook cómo se le puede dar la vuelta a la manía que los niños le tienen a la verdura.
Y al parecer, hay esperanza. A juicio de Cook, buena parte de lo que se
manifiesta como manías es una reacción al estrés de las comidas: «un
plato entero de coliflor es una perspectiva horrorosa para alguien a
quien no le guste esa verdura y, para ser realistas, tampoco se les
puede exigir tanto a los niños», dice Wilson. El truco está, según Cook,
«en separar las emociones de lo que hay encima de la mesa.
«Se puede ir ofreciendo al niño distintos alimentos verdes para que los
pruebe, y si lo hace, se le da una pegatina y se marca una casilla»,
propone. «Suele ser bastante efectivo».
Adultos y «superalimentos»
Otro
de los tópicos que toca a lo largo de estas páginas es el tema de los
«superalimentos», una palabra en boca de todos. En principio, es un
término que se utiliza para comidas muy cargadas de determinados
nutrientes. Pero para Wilson, es una estrategia de marketing, que
intenta que te rasques el bolsillo comprando productos exóticos y por lo
general, caros, como las bayas de goji o los brotes germinados porque
además ... «¿cuánta gente conoces que realmente coma bayas de goji cada día?», se pregunta ella. El verdadero superalimento, afirma,
«sería uno que te guste, pero que además resulte que es sano: manzanas
frescas y dulces, huevos duros con sal, espárragos tibios aliñados con
sésamo y soja, o ensalada marroquí de zanahoria y ajo». «Cuantos más
superalimentos de este tipo puedas introducir en tu repertorio familiar,
mejor comeréis tú y tus hijos», añade.
FERNANDO CONDE Hoy en día es frecuente enterarte por los medios de noticias relacionadas con la falta de respeto, el maltrato, el acoso, etc. Podemos observar muchas veces la ausencia de un trato adecuado a los ancianos, la agresividad incontrolable de algunos hinchas de fútbol; la poca estima a la diversidad de opiniones; la destrucción del medio ambiente; el destrozo del mobiliario urbano y un largo etcétera que conviene no seguir enumerando para no caer en el pesimismo que no conduce a nada y el problema seguirá ahí. Un problema que podríamos resumir en que se ha ido perdiendo el valor de la dignidad humana en general. Los modos para alcanzar la felicidad, siempre deseada, se apartan de las reglas y normas de conducta más elementales de convivencia colectiva que han acumulado las culturas y los pueblos a través de los siglos. La idea de que «la dignidad empieza por las formas» que resume este artículo es una afirmación bastante cierta, porque la forma, no pocas veces arrastr
GINA LOUISA METZLER Muchos padres creen que es útil dejar llorar a su bebé. La sabiduría popular dice que unos minutos de llanto no le hacen daño, sino que le ayudan a calmarse y a coger sueño. Se trata de la técnica de la espera progresiva , que fue desarrollada por el doctor Richard Ferber, neurólogo y pediatra de la Universidad de Harvard en el hospital infantil de Boston (Estados Unidos) , y que sigue utilizándose en la actualidad en todo el mundo. Casi nadie sabe en realidad lo que ocurre a los bebés cuando siguen llorando, pero las consecuencias físicas y psíquicas podrían afectarles toda su vida. Cuando un bebé llora sin que sus padres lo consuelen, aumenta su nivel de estrés , ya que, a través de su llanto, quiere expresar algo, ya sea hambre, dolor o incluso necesidad de com
ISABEL SERRANO ROSA Los niños no son mentirosos, pero mienten . Lo hacen cuando tienen algo que decir o que aprender. Hasta los cuatro años, con sus historietas sorprendentes, quieren narrarnos su mundo de fantasía. Somos la pantalla en la que proyectar su película. Entre los cuatro y los siete años construyen su mini manual de moralidad con ideas muy sencillas sobre lo que está bien y mal, basado en sus experiencias "permitido o no permitido " en casa y en el colegio. Con su gran imaginación, las mentiras son globos sonda para saber hasta dónde pueden llegar. Entre los ocho y los 12 años la realidad se abre camino y la fantasía se vuelve más interesada. El pequeño pillo de nueve años desea ser bueno, pero se le escapan las trolas por el deseo de gustar a los demás, ocultar alguna debilidad o evitar castigos. En general, mienten a sus crédulos coetáneos o, por el contrario, les escupen a la cara alguno de sus descubrimientos del trabajo de campo que significa crecer.
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