FRAN SERRATO
EL PAÍS, 5/04/2016
Llamativas telas de colores, corazones hechos con cartulinas y una luz
tenue delimitan un espacio muy especial en las aulas de los niños de
tres a cinco años. Lo llaman el rincón del yo consigo y forma parte de un programa piloto que realizan en colegios canarios y de Oviedo
desde 2013. El objetivo es que en ese reservado los pequeños se aíslen
de sus problemas, piensen y consigan superar los obstáculos, explica
Lorena Crusellas -en la imagen-. Hace una década que esta socióloga de 43 años inició
un novedoso método en Portugal que ahora pretende introducir en España. La intención es que la escuela, además de formar en lo cognitivo, incluya el aprendizaje de las emociones. Es la llamada inteligencia emocional.
"Llevamos trabajando con la adolescencia toda la vida, pero ciertos
valores, como la autoestima, se adquieren antes. A un adolescente ya no
se le puede cambiar", aclara Crusellas. La socióloga defiende que la gestión emocional va creciendo desde edades tempranas y echa sus raíces poco a poco. Por ese motivo en 2006 creó en Portugal la Fundación Prevenir, en la que trabajan nueve personas (seis en el país luso y tres en España).
Se encargan de formar al profesorado de los centros educativos para
potenciar la autoestima de sus alumnos y evitar problemas
introspectivos. Para hacerlo es importante tener herramientas con las
que enfrentarse al mundo exterior.
Para Margarita Jiménez, psicóloga infantil en la Clínica de la Universidad de Granada
(UGR), inteligencia emocional es "la capacidad que tiene una persona
para comprender y manejar sus emociones y las de los demás con
eficiencia". En su opinión esta signatura ayuda a adquirir unas
destrezas básicas que "sirven y ayudan a desenvolvernos adecuadamente en
la sociedad". Jiménez defiende que la edad idónea para comenzar con
este aprendizaje es a partir de los cinco años. Explica que su
desarrollo está vinculado con el sistema límbico, el que se encuentra en
la amígdala cerebral, que es el lugar donde se procesan las distintas
emociones. Para ella, la experiencia ha demostrado que "si los niños
conocen, comprenden y controlan sus emociones, logran aprendizajes
significativos".
Pero esta metodología también tiene sus detractores, entre ellos el profesor de secundaria Alberto Royo, autor del libro Contra la nueva educación (Plataforma Editorial). Según Royo, esta pedagogía
relega el conocimiento y apuesta por "una felicidad ignorante". Su
crítica se dirige a aquellos que supeditan lo cognitivo a lo afectivo.
Considera que "el fin último de la escuela es transmitir conocimientos".
Y añade: "Parece que no confiamos en que el conocimiento sea importante
y hay que buscar otras fórmulas. Siempre es más actractivo decir que
los alumnos van a ser empáticos, felices. Aprender conocimientos y
estudiar es menos sugestivo".
A pesar de que algunos no creen en su trabajo, Crusellas lleva años
aplicando esta metodología con éxito. Gracias a sus consejos, los
docentes desarrollan un programa de habilidades con el que ayudar a los
pequeños a gestionar sus sentimientos. Su método trabaja cuatro puntos
distintos: autocontrol; emociones; habilidades sociales y disciplina.
"La propia Organización de la Salud (OMS) aconseja tratar líneas de prevención, y eso es lo que hacemos", aclara la creadora del programa.
Crusellas se mudó en 2002 a Lisboa para trabajar en el Observatorio Europeo de la Droga
y fue allí donde se dio cuenta de que faltaban proyectos de prevención
que preparara a los jóvenes a enfrentarse a sus problemas, entre ellos
el de las drogas. En ellas
se busca algo que falta, lo que esta socióloga atribuye a un déficit de
autoestima. "No hablamos a los niños de drogas, sería darle información
a quienes no deben tenerla. Lo que hacemos es trabajar las herramientas
para que puedan decir que no", señala la socióloga.
Toda la formación se hace con material específico validado por los
expertos. Con ese material es más fácil llegar a los pequeños de tres y
cinco años (en Portugal llegó a tener alumnos con 15). Para ello han
creado los personajes de Nino y Nina, dos niños que van a la escuela
como ellos y aprenden, no solo matemáticas, también a comportarse, a
tratar a los demás, a entenderse y a quererse. "No es lo mismo estar
frustrado que triste, por eso es importante conocer el lenguaje de las emociones", advierte Crusellas.
Hasta el momento, 1.200 maestros y más de 20.000 alumnos se han
beneficiado del proyecto, la mayoría en Portugal. En el curso 2013-2014
niños de Oviedo y de
Canarias, financiados por el Ayuntamiento y la consejería de Sanidad
respectivamente, comenzaron a seguir el programa. El objetivo de
Crusellas ahora es ampliarlo a otros puntos de España. Su método va dirigido a los docentes
que, antes de ponerlo en práctica, deben seguir una preparación previa.
El curso mínimo ronda los 300 euros, incluye la formación, pero no el
material. Luego, los técnicos se encargan de supervisar el trabajo y de
evaluarlo.
"Los resultados, se ven"
El colegio público Aguere
de La Laguna (Santa Cruz de Tenerife), fue uno de los dos centros
canarios elegidos para llevar a cabo la prueba piloto en 2013. Tras dos
cursos aplicando el método, Lourdes Torres, maestra de infantil en este
centro, asegura que los resultados se ven. "Mi experiencia es estupenda.
A través de este proyecto conseguí que algunos alumnos conflictivos
mejoraran su conducta", destaca. Torres, de 58 años, lleva más de 30 en
la enseñanza y defiende el programa de Crusellas porque, aunque siempre
ha trabajado las emociones y la autonomía de los más pequeños, con este
método lo hace de "forma sistemática". La docente destaca que se puede
implicar a las familias, por eso ella organiza talleres a los que acuden
padres y abuelos.
"Lo que más me sorprende es que niños con cuatro años sean capaces de
autoevaluarse", destaca Carmen Velázquez. Ella da clases en el colegio público Alonso Navas y Grimón
de Los Baldios (Santa Cruz de Tenerife), otro de los centros donde se
llevan a cabo las pruebas del proyecto. "Le pregunto todos los días a
mis alumnos cómo se sienten. Al principio les costaba responder, pero a
partir del tercer día se abrieron". Velázquez se muestra satisfecha con
los resultados obtenidos y concluye: "Le damos un significado a las
emociones y eso les da a los pequeños la oportunidad de desarrollar cada
vez respuestas más amplias ante los retos que se les presenta en la
vida".
Los colegios Brains, una institución educativa internacional con tres
centros privados en Madrid y dos en Gran Canaria, lleva dos décadas
promoviendo un modelo pedagógico que aumenta las posibilidades de ser
feliz en sus estudiantes. El programa Brains Emotions forma a
alumnos desde los cinco hasta los 18 años. "La inteligencia emocional es
algo que se aprende. La felicidad es un camino, no un fin", sostiene
Ana Herrero, coordinadora de los departamentos de Orientación de los
centros Brains.
A simple vista, las matemáticas y las emociones tienen poco que ver.
Para Herrero son dos caras de la misma moneda: "Hay que gestionar el
fracaso de que una operación no salga, o no lo haga a la primera y siga
intentándose. Razonar significa estar confiado". El programa de
inteligencia emocional en los colegios Brains no se imparte en una
asignatura, sino que se trabaja de forma transversal. De lo que se trata
es de aprender unas dinámicas concretas: regular emociones,
identificarlas o desarrollar habilidades sociales.
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