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Niños, tecnología y robots, juntos contra la contaminación

EVA MOSQUERA RODRIGUEZ
Cuatro días intensos han bastado para que la ciencia y la tecnología se conviertan en un arma contra los residuos. Un arma blandida por niños de primaria y secundaria que han demostrado que se puede competir en un torneo europeo contra los mejores de cada país y ver a sus contrincantes como grandes amigos con un único rival: la contaminación.
Y es que todos los concursos FIRST LEGO League promueven los valores de unidad y tratan de eliminar la competitividad para convertir este evento en una fiesta multicultural, en la que la tecnología elimina cualquier barrera de idioma, cultura, edad o género. Así, durante los cuatro días que ha durado el campeonato europeo en el Parque Científico y Tecnológico de Tenerife, 900 niños y niñas de 40 países y cinco continentes presentaron 116 proyectos para mejorar la recolección, la clasificación y la reutilización inteligente de la basura de todo el mundo y, a la vez, aprendían de otras culturas y se ayudaban unos a otros olvidando las medallas de la clausura. Lo único que les importaba era pasárselo bien, compartir insignias y hacer amigos. Al fin y al cabo son niños.

Sin embargo, al verles trabajar en sus proyectos científico-tecnológicos para ayudar al medio ambiente, parecían adultos con gran visión empresarial. Asaltaban a todo el que tuviese una identificación de prensa o visitante para contarle sus ideas, algo que ya habían hecho para conseguir patrocinadores, ya que la construcción de sus robots había que pagarla de alguna forma.
"Espera, que nos ponemos las gorras de los patrocinadores", se les escuchaba decir cada vez que se les pedía una foto. "Nuestros profesores nos ayudaron un poco, pero nosotros tuvimos que llamar a las empresas para convencerles de que nos ayudasen", explicaba el equipo catalán BEPA NAIS, que presentó una forma de cortar las botellas de cristal para reutilizarlas creando lámparas y jarrones.
Otro proyecto de gestión inteligente de residuos venía de la mano de uno de los equipos eslovenos, EKO ROBOTKI, formado por niñas y niños de 10 años. "Usamos las telas de los paraguas viejos para hacer bolsas reutilizables, para reducir el uso de bolsas de plástico, que son muy contaminantes", explicaban las niñas que hacían guardia en el stand en un inglés muy básico, el que habían aprendido para el concurso, que les exige presentar en esta lengua sus proyectos.
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La idea del equipo GALAXY ROBOS, formado por chicas jordanas de 15 y 16 años, también estaba enfocada en reducir residuos plásticos. "Hemos desarrollado envoltorios comestibles y biodegradables que se podrían usar, por ejemplo, para recubrir bombones", explica Fatima AL Bousta mientras enseña su tríptico publicitario. Este método, junto con su habilidad con la robótica y sus valores de equipo, les han valido para lograr la segunda mejor puntuación del torneo.
La máxima puntuación la ha obtenido el equipo brasileño SESI ROBOTICS SCHOOL, que ha desarrollado una forma de optimizar el almacenamiento de residuos neumáticos. Lo que han hecho ha sido investigar la forma más eficiente de cortar estos deshechos para que ocupen un 60% menos.

Aunque no se han llevado premios, otro equipo brasileño, formado por chicos y chicas de entre 15 y 16 años, está en proceso de conseguir una victoria en el parlamento de su país. LEGO FIELD, que así se hacen llamar, han desarrollado un modelo de termodigestor anaerobio, una planta de procesamiento de materia orgánica que convertiría residuos en energía. Este proyecto ha conseguido el interés de uno de los diputados del Distrito Federal de Brasil, ya que estos chavales han logrado demostrar que "en cuatro años se recuperaría el dinero invertido en construir la planta y empezaría a generar beneficios", tal como explica Gabriel Álex de Almeida Serejo, uno de los miembros del equipo, al lado de la maqueta del termodigestor.
Los jóvenes integrantes del equipo japonés TEZUKAYAMA también han decidido transformar residuos en algo más útil, lo que les ha valido el tercer premio al más emprendedor. "En el Parque Nara (en la región donde vivimos) hay muchos ciervos, pero también hay muchos excrementos. Así que queríamos convertir sus deposiciones en algo útil", explica U Kyoka, la única chica del equipo. "Estos excrementos tienen silicio, que es la materia prima del cristal. Así que si las calentamos las podemos convertir en ceniza, que luego mezclamos con carbonato sódico. Lo metemos todo en un horno durante seis horas y conseguimos formar cristal. Le podemos dar color añadiendo óxido de cobre (azul), hierro (amarillo) u óxido de manganeso (rosado)", cuenta Kyoka mientras me entrega una grulla de papel, para que me acuerde de su proyecto.

Otras ideas, como la del equipo femenino KRONOS LA VALL, de Barcelona, se centran en formas eficientes de reciclar o promover el reciclaje. Estas chicas, en concreto, se han centrado en la gestión de los residuos electrónicos, conscientes de que es lo que menos se suele reciclar. "Queremos implantar un código QR en todos los dispositivos, que nos llevaría a una página web donde encontraríamos información para su correcto reciclaje. También nos diría si son de extracción limpia o muy contaminante, para sepamos que fabricante contamina menos", explica Marta Torrubiano, una de los miembros de este equipo, que además ha sido ganador del segundo premio a la mejor presentación.
Sin embargo, a estas chicas poco le importan las medallas o los trofeos. "Lo que más nos gusta y nos motiva es que aquí potencian mucho los valores, así que todos nos ayudamos. Antes estábamos compitiendo y animábamos también al otro equipo, porque ya se habían convertido en nuestros amigos", explica una sonriente Marta, que describe a sus compañeras como engranajes diferentes que se juntan para transformar su movimiento, mejorar sus capacidades y conseguir algo grande, tan grande como el número de amigos que han hecho en Tenerife.

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