Ir al contenido principal

TOC infantil: Cuando el niño repite una y otra vez el mismo acto, como un ritual.

S.F.
Una y otra vez repite el mismo acto, tras un mismo pensamiento. Primero crees que se trata de una manía que raya la obsesión pero, finalmente, muchas veces sin querer aceptarlo, el ritual se ha convertido realmente en un problema, concretamente es un trastorno obsesivo compulsivo (TOC), un desorden mental más habitual entre la población de lo que se cree.
El psicólogo clínico especializado en el estudio y atención a pacientes con TOC y trastornos asociados, David Mataix-Cols, sostiene en una entrevista a Ep que este tipo de trastornos es uno de los más comunes con tasas de prevalencia del 1 por ciento en la edad infantil y la adolescencia, y más del doble durante la edad adulta (aunque un tercio de ellos la desarrollan de niños). Es un trastorno de la ansiedad que consiste en obsesiones (ideas, pensamientos, imágenes o impulsos intrusivos no deseados y que producen preocupación, culpa, o vergüenza) y compulsiones (conductas que el niño siente que debe realizar repetidamente para aminorar las obsesiones).
A menudo empieza en la infancia o adolescencia, el problema es que el diagnóstico puede retrasarse hasta que piden ayuda en la edad adulta, según Mataix-Cols, quien trabaja como profesor en el Instituto Karolinska Solna de Suecia. «No hay muchas diferencias entre el desarrollo de la enfermedad de joven y de adulto, los síntomas se parecen mucho. Sin embargo pese a ser el mismo trastorno es difícil reconocerlo durante la infancia», explica.
Las obsesiones en los niños pueden centrarse en la muerte, la enfermedad, y, muchas veces, ideas perturbadoras como imaginarse agrediendo a alguien o infringiendo daños sexuales; en definitiva pensamientos de los que se avergüenzan y que son, por su edad, muchas veces inapropiados. En cuanto a las compulsiones, se suele tratar de repeticiones como puede ser el lavado de manos, contar cosas, la repetición de palabras, tratar de hacer las cosas exactamente igual siempre, etc, rituales que hacen pensar a veces en que se trata de un niño perfeccionista.
Estos niños ven cómo su vida se ve afectada por este trastorno «altamente discapacitante», que va acompañado otros trastornos como el miedo, la frustración, la irritabilidad, la culpa y la depresión. «Cuando acuden al médico o psicólogo les da vergüenza explicar sus síntomas, sobre todo los de tipo sexual o agresivo. Pero si el profesional hace las preguntas adecuadas se puede llegar al diagnóstico», afirma.
A la hora del diagnóstico hay dos problemas, según cuenta el psiquiatra el primer obstáculo es que muchas veces a los pacientes les da vergüenza hablar sobre sus síntomas; y el segundo es que muchos profesionales no están entrenados para detectar el TOC. «Y por estas razones hablamos muchas veces de años e incluso décadas antes de que se llegue al primer diagnóstico», asegura. Esta situación le lleva a reivindicar una mejor detección y concienciación por parte de los profesionales y la población, considera que «hay que hacer ver que existe, que puede ser un problema grave y que lo mejor es intervenir cuanto antes mejor». «La idea es que si intervenimos antes, durante la infancia, tenemos una oportunidad para prevenir las consecuencias indeseables del trastorno, porque estos chavales tienen problemas en la escuela, les cuesta hacer amigos, tienen una vida más empobrecida que los que no tienen este trastorno, incluso tendencias suicidas», reitera.

¿Se puede curar el TOC?

Por el momento se desconoce qué provoca la aparición del trastorno obsesivo compulsivo, lo único que parece claro es que existe un factor genético importante. «Se piensa que un 50 por ciento podría ser atribuible a estas causas y el resto a factores ambientales. Ahora, no sabemos qué genes y ambientes específicos generan el trastorno», advierte Mataix-Cols. Por suerte hay dos tratamientos que funcionan muy bien, aunque no hasta el punto de hablar de curación. «Cuando hablamos de TOC hablamos de reducción significativa de los síntomas con lo cual la persona puede volver a hacer una vida prácticamente normal», asegura.
El tratamiento va acompañado de terapia psicológica, de tipo cognitiva-conductual, y terapia farmacología con antidepresivos denominados inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina (ISRS). Estos tratamientos son eficaces para el 60 o 70 por ciento de los pacientes, el problema es que no llegan a la mayoría de los pacientes no tiene este tratamiento. «Este es el gran drama porque si no hubiera tratamiento sería otra cosa, pero sí tenemos tratamiento y, por tanto, hay que intentar llegar a mas pacientes. Esa debe ser una prioridad», afirma este experto, quien apuesta por educar a la sociedad y los profesionales para que empiecen a detectar este trastorno que se suele pasar por alto en las consultas.

Otros TOC menos conocidos

Dentro de los TOC hay otros trastornos que son menos conocidos, son el trastorno por acumulación que aparece en la infancia pero se incrementa con la edad; el trastorno dismórfico corporal que se manifiesta por una preocupación fuera de lo normal por algún defecto percibido en las características físicas ya sea real o imaginado; la tricotilenia o compulsión de tirarse del pelo hasta la calvicie; y el trastorno de excoriación que consiste en rascarse la piel de manera compulsiva. «Estos trastornos pese a estar reconocidos están huérfanos de investigación y, consecuentemente, de tratamiento», explica a Ep Mataix-Cols, quien ha participado esta semana en la cuarta jornada del Congreso Internacional de la Sociedad Europea de Psiquiatría Infantil y Adolescente (ESCAP).
Estos trastornos que podrían ser vistos como manías llevadas al extremo, son trastornos mentales que merman la calidad de vida de quien los padece. «En cuestiones de psiquiatría o salud mental casi siempre estamos hablando de conductas normales que se llevan a un extremo debilitante, incluso las obsesiones o compulsiones son normales hasta cierto punto. Todos tenemos un poco más o menos de todo, estamos hablando de un extremo discapacitante de ciertas conductas que podrían considerarse normales en ciertos contextos», concluye.
ABC, Martes 14 de julio de 2015

Comentarios

Entradas populares de este blog

«Los buenos modales no están de moda, pero es imprescindible recuperarlos»

FERNANDO CONDE Hoy en día es frecuente enterarte por los medios de noticias relacionadas con la falta de respeto, el maltrato, el acoso, etc. Podemos observar muchas veces la ausencia de un trato adecuado a los ancianos, la agresividad incontrolable de algunos hinchas de fútbol; la poca estima a la diversidad de opiniones; la destrucción del medio ambiente; el destrozo del mobiliario urbano y un largo etcétera que conviene no seguir enumerando para no caer en el pesimismo que no conduce a nada y el problema seguirá ahí. Un problema que podríamos resumir en que se ha ido perdiendo el valor de la dignidad humana en general. Los modos para alcanzar la felicidad, siempre deseada, se apartan de las reglas y normas de conducta más elementales de convivencia colectiva que han acumulado las culturas y los pueblos a través de los siglos. La idea de que «la dignidad empieza por las formas» que resume este artículo es una afirmación bastante cierta, porque la forma, no pocas veces arrastr

Qué le pasa a tu bebé cuando dejas que llore sin parar

  GINA LOUISA METZLER Muchos padres creen que es útil dejar llorar a su bebé. La sabiduría popular dice que unos minutos de llanto no le hacen daño, sino que le ayudan a calmarse y a coger sueño. Se trata de la técnica de la espera progresiva , que fue desarrollada por el doctor Richard Ferber, neurólogo y pediatra de la Universidad de Harvard en el hospital infantil de Boston (Estados Unidos) , y que sigue utilizándose en la actualidad en todo el mundo. Casi nadie sabe en realidad lo que ocurre a los bebés cuando siguen llorando, pero las consecuencias físicas y psíquicas podrían afectarles toda su vida. Cuando un bebé llora sin que sus padres lo consuelen, aumenta su nivel de estrés , ya que, a través de su llanto, quiere expresar algo, ya sea hambre, dolor o incluso necesidad de com

¿Qué hay detrás de las mentiras de un niño?

ISABEL SERRANO ROSA Los niños no son mentirosos, pero mienten . Lo hacen cuando tienen algo que decir o que aprender. Hasta los cuatro años, con sus historietas sorprendentes, quieren narrarnos su mundo de fantasía. Somos la pantalla en la que proyectar su película. Entre los cuatro y los siete años construyen su mini manual de moralidad con ideas muy sencillas sobre lo que está bien y mal, basado en sus experiencias "permitido o no permitido " en casa y en el colegio. Con su gran imaginación, las mentiras son globos sonda para saber hasta dónde pueden llegar. Entre los ocho y los 12 años la realidad se abre camino y la fantasía se vuelve más interesada.  El pequeño pillo de nueve años desea ser bueno, pero se le escapan las trolas por el deseo de gustar a los demás, ocultar alguna debilidad o evitar castigos. En general, mienten a sus crédulos coetáneos o, por el contrario, les escupen a la cara alguno de sus descubrimientos del trabajo de campo que significa crecer.