LAURA PERAITA
Aunque
muchos padres no lo quieran reconocer —porque cada vez está peor visto—
recurren a los castigos cuando sus hijos se portan mal o no cumplen con
la orden que se les ha dado.
Las razones por las que deciden castigar son varias:
—Porque es una medida efectiva a corto plazo para acabar cuanto con un conflicto.
—Además aporta a los progenitores una sensación de autoridad y de poder sobre los niños cuando son desobedientes.
Las razones por las que deciden castigar son varias:
—Porque es una medida efectiva a corto plazo para acabar cuanto con un conflicto.
—Además aporta a los progenitores una sensación de autoridad y de poder sobre los niños cuando son desobedientes.
—A los padres no les implica ningún esfuerzo aplicar un castigo. Basta con lanzar una frase para dar, «en principio», por zanjado el asunto o discusión.
—En la mayoría de los casos supone, además, un recurso que la mayoría de los padres actuales han aprendido de pequeños, cuando sus propios padres también les castigaban ante un mal comportamiento.
No es una medida educativa
El
castigo supone una sanción ante una conducta que no es adecuada: si un
niño no recoge sus juguetes, se le catiga sin ver la tele. Esta actitud,
según los expertos en educación, no es adecuada, puesto que supone la supresión temporal de un privilegio.
«No es una medida educativa. No enseña nada positivo al niño y mucho
menos a que sea autoresponsable de sus acciones. Es simplemente una
sanción», explica Cristina García, pedagoga, orientadora familiar y terapeuta gestal de Edukame.
Según esta experta, actuar así no enseña a los hijos a regular las emociones, sólo a sentir rabia y miedo.
El niño lo único que quiere es satisfacer su deseo y, al no verlos
cumplidos por una imposición de sus padres, tampoco está aprendiendo qué
comportamiento debía haber tenido, pero sí daña su autoestima al
sentirse infravalorado «pisoteado» por la decisón de los mayores ante
él.
Por todo ello, Francisco Castaño, profesor y
autor de varios libros –el último «Aprender a educar 2»– recomienda no
recurrir a la fórmula fácil del castigo. «Es mucho mejor para todos
aplicar medidas educativas. Es decir, al niño hay que avisarle antes de
las consecuencias de una mala acción: “si no sueltas el mando de la
tele, mañana no ves dibujos animados”. De esta forma, el niño ya está
avisado. En el caso de que no lo deje, lo mejor no es entrar en una
discusión que no llevará a ninguna parte. Lo correcto es informarle: “mañana no podrás ver dibujos”, y alejarse, dejarle tranquilo y seguir con la rutina habitual del día, sin rencores o malas caras. De esta forma, se ha dejado al niño en la opción de decidir sobre su comportamiento».
Con
ello se logra que el niño asuma al día siguiente las consecuencias de
sus actos. «Se enfadará mucho cuando llegue su intención de ver la tele y
no pueda –añade Cristina García–. Aprenderá que fue él el que lo
decidió por su actuación. Tendrá su derecho a enfadarse, pero no tendrá más remedio que asumir su frustración por no obedecer la primera vez».
Lo
padres no deben dar por ganada la batalla. Deben tener paciencia y
porque seguramente habrá sucesivas ocasiones en que se quede sin ver los
dibujos por no querer de nuevo dejar el mando. «No importa –insiste la
pedagoga de Edukame– a medio o largo plazo se logrará que el niño asuma las normas y será autoresponsable».
Francisco
Castaño añade que las consecuencias deben ser inmediatas y a la medida
de la edad del niño. También recomienda no usar nunca la palabra
castigo, sino “consecuencia” porque el niño asocia el castigo con
“venganza”. «Poco a poco lo asimilará. No es sencillo, pero cuanto antes empiecen los padres a aplicar esta
técnica antes lograrán mejorar la educación de sus hijos, lo que les
facilitará su desarrollo porque la vida está llena de consecuencias: “si
no trabajo, no cobro”; “si me salto un semáforo, tengo una multa...”».
ABC, 13/05/2016
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