MÓNICA SETIÉN
ABC, Lunes 23 de mayo de 2016
Con el siglo XXI plenamente asumido y con las
nuevas tecnologías en todo los ámbitos, ignorar que forman parte de la vida de
nuestros jovenes sería poner una venda en los ojos a nuestra realidad social.
Las redes sociales son una potente herramienta y un peligro que hay que controlar.
Son una ventana al mundo a la que se asoman y lo que se publica se escapa para
siempre de control del usuario.
Por ello hay que enseñar a los jóvenes a
usarlo con prudencia y dejar que se registren con una edad adecuada.
Dos expertos opinan a favor y en contra de la utilización por parte de los
adolescentes de estas herramientas.
En contra
Álvaro Bilbao, neuropsicólogo y autor del libro
El cerebro del niño explicado a los padres, se muestra contrario a la
utilización de las redes sociales en exceso, entre otras cosas, porque crean
adicción y alejan de la vida real. Hacen que los niños no perciban la realidad
tal y como es, sino como la creen en su mundo virtual.
-Ciertamente parece imposible frenar la
necesidad del niño preadolescente de estar conectado a sus amigos a
través de las Redes Sociales. En la preadolescencia (entre los 10 y los 13 años
de edad) el cerebro del niño comienza a experimentar una serie de
transformaciones que, en parte tienen que ver con los cambios hormonales que
despiertan en su cuerpo.
-No en todos los casos, pero sí en casi todos, y con
mayor precocidad en las chicas el deseo de formar parte de un grupo comienza
a ser una necesidad biológica, tanto como comer y a veces más incluso que
dormir. La preocupación por su aspecto, por gustar al otro sexo, comienza a
brotar con fuerza y se convierte en una necesidad y una parte fundamental de su
identidad personal y social, que el niño o niña quiere que esté presente en el
mundo digital.
-A pesar de todo ello, los padres debemos poner
el punto de equilibrio, de sensatez y de responsabilidad en el uso que sus
hijos hacen de estas herramientas. Doy muchas charlas en institutos y el grado
de adicción por internet y las redes sociales es alto. A simple vista no se
nota, porque es difícil diferenciar al niño de 12 años que no se separa de su
móvil de su padre o madre que está conectado al whatsapp 16 horas al día; pero
las consecuencias están ahí.
-Casi todos los alumnos en la era digital
reconocen que su ordenador o dispositivo móvil les roba horas al sueño y al
estudio. En un grupo cualquiera de alumnos de instituto son muchos más
los que duermen menos de 6 horas al día que los que duermen más de 8 (lo
recomendable a estas edades es dormir 9).
-Distintos estudios han puesto de manifiesto que estas
tecnologías son adictivas y que aquellos que abusan de ellas
experimentan más problemas de concentración, problemas de
comportamiento/autocontrol y fracaso escolar.
-Puede que el empuje de la tecnología sea
incontestable, pero creo que es importante ayudar a nuestros hijos a
ser conscientes de sus riesgos, a saber controlarse y a seguir disfrutando de
otras actividades.
-Desde lo que yo sé de cómo se desarrolla el
cerebro de un preadolescente y cuales son sus necesidades, sólo puedo recomendar
dos cosas. Introducir las redes sociales más tarde que pronto y ofrecer reglas
y normas claras que permitan a nuestros hijos ejercer autocontrol y una
desintoxicación digital en distintos entornos y momentos del día. El
rato en familia debería ser, sin duda uno de ellos.
A favor
Por su parte Fernando García Fernández, profesor
del colegio Irabia-Izaga de Pamplona y autor del libro Una familia en el
ciberespacio, se muestra más cauto a la hora de defender o defenestrar las
redes sociales y aunque asume la invasión a la que estamos sometidos, propone
que en las familias se llegue a un pacto entre padres e hijos para su
buena utilización.
-Es difícil discutir la afirmación de que
Internet y sus servicios -especialmente las Redes Sociales- nos están cambiando.
Parafraseando al Dr. Gary Small, autor de El cerebro digital, «la actual
eclosión de la tecnología digital no solo está cambiando nuestra forma de vivir
y comunicarnos, sino que está alterando, rápida y profundamente nuestro
cerebro«; y continua afirmando que «además de influir en cómo pensamos, nos
está cambiando la forma de sentir y comportarnos».
-Es cierto que algunos de estos cambios son
positivos y ofrecen nuevas oportunidades que no deberíamos
desaprovechar en el ámbito de la información, la comunicación, las
relaciones humanas, la economía, la educación, etc. Seguro que podríamos poner
múltiples ejemplos extraídos de nuestra experiencia diaria.
-Sin embargo, no podemos obviar que su mala
utilización puede producir el deterioro de ciertos valores humanos como, por
ejemplo, la intimidad, la empatía o la veracidad. También el uso desmedido se
relaciona con problemas de rendimiento académico o falta de sueño; y el
supuesto anonimato ha permitido que repunte el acoso entre iguales, el
llamado ciberbullying.
-Podríamos preguntarnos por qué tienen tanto
atractivo para el público adolescente y la respuesta podría ser que, por su
naturaleza, las redes sociales en Internet ofrecen espacios
interactivos, de socialización, en los que pueden aislarse de los adultos,
en los que pueden sentirse diferentes o, incluso, construirse una personalidad
a su gusto, mostrándose no como son sino como les gustaría ser.
-Por ello, la única manera de minimizar los
riesgos y maximizar las oportunidades es el establecimiento de una
serie de normas o pautas de uso. Siempre que en la historia de la
humanidad ha aparecido una nueva tecnología se ha producido una feroz discusión
entre partidarios y detractores. Por ejemplo, los primeros automóviles fueron
recibidos con vítores, sin embargo, a medida que fue popularizándose su uso y
empezaron a aparecer los problemas, aumentaron las voces en su contra. El
progreso tecnológico había traído aparejados otros problemas relacionados con
la seguridad vial o la contaminación acústica y del aire, que intentamos
minimizar cumpliendo una normativa de uso o pagando la correspondiente sanción
si nos la saltamos.
-Quizá haya que pensar en una especie de código
de circulación en Internet. En el caso de los adolescentes, menores de edad,
ese código deberían consensuarlo los padres en el hogar y las autoridades
educativas en los colegios y, a mi juicio, debería contener reglas
referentes al cuándo, cuánto, cómo y para qué usan esta tecnología.
ABC, Lunes 23 de mayo de 2016
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