BENJAMÍN G. ROSADO
Silvia acaba de cumplir 15 años pero apenas se la entiende
al hablar. Sufre disartria, un trastorno neurológico asociado a la
parálisis cerebral que le impide controlar los músculos de la fonación, y
le cuesta moverse. Pero que no domine de su cuerpo no significa que no
se entere de lo que ocurre fuera de él. Por eso cuando Olivia, la
terapeuta y monitora, le pregunta dónde está la grupa del caballo, la
niña se levanta de la silla y apunta con el rotulador sobre el dibujo de
la pizarra. "¡Muy bien!", celebra Olivia. "A ver quién sabe decirme
ahora dónde está la crin".
Ésta no es un aula cualquiera de colegio, sino una clase de equinoterapia en plena naturaleza. Aquí no hay libros de lengua ni de matemáticas, pero cada día es una lección de vida.
La única historia que se estudia en este centro es la que trae cada
niño de casa. Praful, por ejemplo, tiene 13 años y sufre un retraso
madurativo que compensa con un desarrolladísimo sentido del humor. "Te
presento a Pepe", dice señalando a su amigo Rodrigo, que le sigue la
broma con una sonora carcajada. "Yo trabajo en la televisión". Y posa
para el fotógrafo. "Gracias, gracias...".
La presencia o
la monta del caballo ha sido utilizada a lo largo de la Historia para
mejorar la calidad de vida o el estado de salud de las personas. En la
actualidad, las terapias ecuestres, en sus diferentes modalidades, se
están practicando de forma regulada en casi todos los países del mundo.
A primera hora de la mañana, en el establo de la Fundación Caballo
Amigo de Madrid, Larache, Elvis, Capitán, Pipas y Babar esperan para ser
cepillados por un grupo de niños. "La terapia asistida por caballos aprovecha la capacidad afectiva y empática del animal
y la pone al servicio de personas con discapacidad", cuenta Mercedes
Jiménez Horwitz, presidenta de la Fundación. "El cuidado, el cepillado y
el contacto físico con el caballo provocan una gran respuesta emocional en los niños que puede resultar muy beneficiosa para su motivación y aprendizaje".
Aunque el nivel de evidencia de los estudios científicos que analizan estas técnicas y sus posibles beneficios no es concluyente,
varios autores han demostrado que la hipoterapia (trabajo del paciente
sentado sobre una montura) y la equitación terapéutica (adaptación del
deporte ecuestre a personas con discapacidad) mejoran la función motora en niños
con diagnósticos relacionados con el retraso psicomotor, debido a una
enfermedad neurológica, a una enfermedad crónica no neurológica o a
situaciones que hayan provocado una ausencia de estimulación en el
entorno.
Hasta esta finca en Villafranca del Castillo llegan
chavales con todo tipo de patologías: degenerativas, epilepticas,
malformadoras, también otras más raras. Hace tiempo, un trauma familiar
perjudicó seriamente las habilidades sociales de Alberto. Cuando le
preguntamos por su edad, Alberto contesta en un arrebato de timidez
apenas audible. "Nací hace 17 años, el último día del último mes...". A Alberto le falta confianza en sí mismo, pero en contacto con el caballo la cosa cambia: sonríe, grita, salta, baila y se abraza a sus compañeros en presencia del animal.
El
protocolo de actuación de esta Fundación pionera en el uso de técnicas
de equinoterapia en personas con discapacidad física o psíquica comienza
con una valoración inicial de cada niño en la que se establecen una
serie de objetivos. "El caballo es una herramienta muy valiosa, pero por sí mismo no rehabilita",
aclara Mercedes, que es también codirectora del Curso de Experto en
Equitacion Terapeutica de la Universidad Complutense de Madrid. "De ahí
la importancia de la formación de los terapeutas, que han de trabajar
específicamente con cada niño e ir adaptando las actividades de acuerdo a
un proyecto terapéutico individualizado".
La segunda parte de la jornada transcurre en el picadero, con los niños ya montados en los caballos. "Gracias al movimiento del caballo al paso podemos trabajar muchas patologías",
explica Olivia del Rosario. "Este tipo de rehabilitación mejora el área
motora y el tono muscular, también el equilibrio, la estabilidad
pélvica, la coordinación, el control de tronco o el de la cabeza. Aquí
el acento no lo ponemos sobre la discapacidad, sino sobre la capacidad
de cada individuo para superar las dificultades. Por eso es muy
importante creer en las personas con las que trabajamos y no perder
nunca la esperanza".
Para Mercedes, los diez centímetros del
obstáculo que los niños rebasan con el caballo pueden marcar la
diferencia en muchos aspectos. "He visto con mis propios ojos cómo
chavales que apenas pueden desplazarse van recuperando movilidad y
autonomía a lo largo de las sesiones", asegura. "El animal les estimula enormemente y les sirve de punto de apoyo en el mundo.
Sintiendo al caballo entre sus piernas, los niños aprenden a controlar y
a perfeccionar sus propios movimientos. Nuestro objetivo es mejorar su
calidad de vida y ayudar a su integración en la sociedad".
Patricia (12 años) sufre hemiparesia espástica (debilidad motora de
brazo y pierna derechos) pero si por algo llama la atención es por su
desparpajo e inteligencia. Le gusta pintar, ir al cine y ha cultivado un
gusto musical exquisito. "Mi caballo favorito es Elvis", nos informa
coqueta mientras acaricia la cabeza del animal. "¿Sabes quién es Elvis,
verdad?". Los monitores están muy satisfechos con su evolución. "Lleva
viniendo desde los 3 años y ya es capaz de trotar... Ha logrado tal nivel de autonomía que sobre el caballo casi no se le nota la parálisis cerebral",
dice Olivia. "Es nuestra pequeña amazona, una ricura de niña que cuando
regañamos a un caballo desobediente siempre está ahí para defenderlo".
Gracias
a donaciones privadas y a la financiación de distintas entidades, el
centro ecuestre Caballo Amigo lleva casi 20 años realizando actividades dirigidas a personas con discapacidad, tanto con fines terapéuticos como deportivos.
Cada verano organiza un campamento de 15 días para niños con
hemiparesia, autismo, síndrome de Down, Asperger o trastornos cognitivos
y de la personalidad.
Liberto (11 años) tiene rasgos de
hiperactividad y padece un trastorno generalizado del desarrollo. En el
transcurso de su primera mañana en el campamento ya se ha ganado fama de
gamberro entre los monitores, pero en contacto con el caballo se relaja
y canaliza su energía. De pronto, Liberto se queda quieto, ensimismado y
curioso, con la mirada fija en la inmensa cabeza del equino, que le
registra la ropa con el hocico mientras él contiene la risa. "¿Te cuento
el truco?", susurra mientras se tapa la boca con una mano. "Tengo una
zanahoria en el bolsillo...".
De vuelta a las cuadras, los niños
repasan las biografías imaginarias de los caballos. "Capitán iba para
teniente pero al final no pudo ser", dice uno con sorna. "Babar antes
era un elefante, pero se convirtió en caballo para ayudar a los niños",
comenta otra como si tal cosa. "A Pipas le pierden los frutos secos...".
Larache es el veterano y favorito de los niños, pero no se aclaran con
su procedencia: que si Marruecos, Túnez, Argelia... Rodrigo pone fin a
la clase de geografía con un manguerazo de agua que empapa la lente del
fotógrafo. Todos se tronchan de risa justo cuando, por los altavoces de
la oficina, empieza a sonar A Little Less Conversation. Entonces aparece
Patricia, que grita en una graciosa versión equina de Heidi:
"¡¡¡Elviiiiis!!!".
Comentarios
Publicar un comentario