CAROLINA GARCÍA
Aunque el castigo físico está cada vez peor visto, o incluso prohibido
en muchos países, sigue siendo un tema que suscita polémica entre muchos
padres que consideran que su regulación supone entrometerse en su forma
de educar. Una nueva investigación, publicada en el Journal of Family Psychology,
apuntala los argumentos de los opuestos a esta práctica al concluir que
los azotes tienen el resultado opuesto al que buscan los padres. El
metaestudio, que analiza los datos recogidos en un periodo de 50 años en
75 investigaciones con una muestra de 160.000 niños, concluye que los
cachetes están asociados a una mayor probabilidad de desarrollar
conductas desafiantes hacia los progenitores, de exhibir comportamientos
antisociales y de sufrir problemas psicológicos, entre otros. Para el
análisis, se desechó el abuso físico grave. “Los azotes no solo duelen
cuando se dan, sino que su efecto es prolongado en el tiempo”, aseguran
los autores del estudio, de las universidades de Texas (Austin) y de
Michigan.
De acuerdo con UNICEF, más del
60% de los niños del planeta reciben algún tipo de castigo físico. Y la
manera más común de hacerlo es dándoles un azote en el culo o en las
extremidades. Cerca de 50 países en el mundo han prohibido este
comportamiento, pero todavía queda mucho trabajo por hacer. En 2015,
Francia fue amonestada por el Consejo de Europa por no prohibir
claramente todas las formas de castigo corporal a los niños,
contrariamente a la mayoría de sus países vecinos. España los veta desde
el año 2007. Uno de los que no los prohíbe es Estados Unidos que se ve
esta conducta como algo aceptable, aunque el dato de aceptación ha
disminuido considerablemente, de un 84% en 1986 a un 70% en 2012. “La
idea de pegar a un hijo para corregir una mala conducta siempre ha
despertado un mix de teorías, entre éticas, religiosas y humanas”,
explica Elizabeth Gershoff, autora principal de la publicación, de la Universidad de Texas, en un comunicado.
“Estudios anteriores habían definido abofetear a un niño como castigo
físico, incluyendo acoso y abuso excesivo; en este caso se ha definido
exclusivamente como un acto en el que pegamos al niño en el culo, brazos
o piernas con la mano abierta”, agrega. Los investigadores analizaron
un total de 75 informes, 39 de ellos nunca habían sido evaluados con
anterioridad, y la muestra total fue de 160.927 menores. “El 99% de los
resultados asociaba los azotes con un resultado perjudicial para el
pequeño”, continúa la investigación. Entre estos perjuicios están la
baja autoestima; el carácter introvertido; diversos problemas de salud
mental; tendencia a relaciones negativas padre/hijo; deterioro de las
habilidades cognitivas, y un mayor riesgo de padecer abuso físico por
parte de sus progenitores.
“Los azotes tienen el resultado opuesto a lo que los padres buscan al
dárselos”, explican los expertos. Además, los autores concluyeron que,
aunque es necesaria más investigación al respecto, “los padres y
políticos deberían examinar los resultados cuidadosamente, ya que lo que
sí sabemos es que los azotes no hacen ningún bien a los pequeños, al
contrario son más bien perjudiciales, lo que no podemos determinar es
cuánto”, añaden. Los autores creen que “sus conclusiones pueden ayudar a
los padres a optar por otros métodos de disciplina y a conocer todos
los riesgos de azotar con la mano abierta a sus hijos”.
En el mismo sentido, la Asociación Americana de Pediatría,
aparte de alertar de los riesgos anteriormente citados, da varios
consejos para “aplicar la disciplina de una forma correcta”, según
indica en su página web:
1. Póngase en el lugar de su hijo. Usted debería ser
consciente de sus límites. Tal vez lo que usted entiende como mala
conducta, puede ser, simplemente, que el pequeño no entienda la
diferencia entre bien o mal o no pueda hacer lo que usted le demanda.
2. Piense antes de actuar. Si necesita respirar cinco segundos, hágalo. Luego actúe y cuando siente una regla sea consecuente y cúmplala hasta el final.
3. No ceda. Si su pequeño llora en el supermercado
porque quiere caramelos, no se los dé para parar el llanto, aunque sea
fuerte. Si no, la proxima vez su hijo actuará de la misma manera. Que no
nos pueda el cansancio.
4. Cree rituales que los pequeños entiendan. A los
niños les facilita mucho saber lo que va a ocurrir después. Si saben que
hay una hora de tele, no se debería superar ese tiempo nunca. "Romper
la rutina hace que muchas veces los niños se aprovechen y nos pongan a
prueba", aseguran los expertos.
5. Preste atención a los sentimientos de su hijo. Intente buscar patrones que se repitan y así será capaz de reconocer lo que le dice su hijo y actuar en consecuencia.
6. Aprenda de sus errores. “Si no consigue controlar
bien una situación, no se preocupe por ello”, aseguran desde el
organismo. “Intente pensar como lo habría hecho de otra manera y trate
de hacerlo mejor la próxima vez”.
7. Pida perdón. Si siente que se ha equivocado, discúlpese. Hacerlo mejorará la relación con su pequeño y crea un modelo de actuación.
Por último, no se olvide de premiar los éxitos de su hijo. Es tan importante o más que reprender sus malos comportamientos.
EL PAÍS, 03/05/2016
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