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Enrique Arranz (Catedrático de Psicología de la Familia): «Es sencillo: si un hijo ve a su padre fregar en casa crecerá en igualdad»

 AINHOA MUÑOZ
Para que un hijo se desarrolle psicológicamente es imprescindible que el «padre varón» se implique en sus cuidados. Al menos así lo defiende el catedrático de Psicología de la Familia Enrique Arranz, que confesó recientemente en un Museo San Telmo abarrotado -dentro de las jornadas sobre 'paternidades positivas' realizadas por el Gobierno Vasco y Emakunde-, que él apuesta por una responsabilidad compartida de los padres, «sean del género que sean», en la educación de los más pequeños.
- ¿En qué consiste exactamente la paternidad positiva?
- Básicamente en la implicación del padre varón en el cuidado de los hijos. La criatura humana es muy indefensa cuando nace y requiere una alta inversión en la crianza, y los datos avalan que una buena implicación del padre en el proceso de crianza del hijo es un factor protector del desarrollo psicológico, de la salud mental, del despliegue intelectual y de la seguridad afectiva de los niños, por eso es importante conseguir en nuestra sociedad una implicación igualitaria de los criadores.
 
- Sin embargo, el cuidado de menores recae de forma mayoritaria en las mujeres. ¿Se debería fomentar más la corresponsabilidad?
- Sí, por supuesto. Me parece fundamental la corresponsabilidad, la co-crianza de los hijos. A mí me gusta hablar en términos de 'equipos de crianza', porque unos padres implicados son un modelo que los hijos imitan espontáneamente. Es cierto, sin embargo, que lograr la implicación del padre es un paso más hacia una implicación todavía mayor de la sociedad, porque es importante saber que la crianza de los niños no depende solo de los padres y madres.
- ¿Cuáles diría que son los beneficios de la implicación del hombre en el cuidado de sus hijos?
- Los niños van a tener, en un principio, un mayor desarrollo académico, tienen más posibilidades de obtener un empleo en el futuro, de alcanzar metas educativas altas, incluso de conseguir un estatus económico. ¿Por qué? Porque reciben el apoyo de una figura que se añade a la que siempre se da por hecho que está ahí: la madre. La figura del padre, por su parte, es un impacto que necesita la infancia para que haya un mayor desarrollo psicológico. Es esencial transmitir que la implicación del padre varón contribuye a crear un sistema familiar potente.
- ¿Y qué pasa con las familias monoparentales u homosexuales? En estos casos, ¿los niños se desarrollarían psicológicamente de distinta manera?
- No, ni mucho menos, esto depende de cada caso, y más cuando hablamos de ciencias sociales, donde las verdades absolutas no existen. Si hay una fuerte inversión afectiva de los abuelos, por ejemplo, eso contribuye en positivo. No estamos para despilfarrar recursos de crianza, toda esta nueva diversidad familiar, si va a potenciar el desarrollo de los niños, es bienvenida.
- ¿Y es fácil suplir esa figura paterna?
- Si la interacción con el niño es de calidad, sí. Es cierto que los padres biológicos mantienen un vínculo muy fuerte con sus hijos, pero la ausencia de alguno de ellos puede ser superable si el sistema de afección hacia el niño es potente. Aunque la situación ideal es que haya dos adultos implicados, sean del género que sean.
- Supongo que para llevar a cabo esta co-crianza es esencial la conciliación familiar y laboral.
- Es más que necesaria: debería estar políticamente apoyada. Para lograr la parentalidad positiva no están en las mismas condiciones quienes obtienen una baja de cuatro meses, como aquí en Euskadi, que de un año como la hay en Finlandia. De igual modo deberían cambiar las políticas de muchas empresas donde despiden o simplemente no contratan a mujeres porque pueden quedarse embarazadas.
- ¿Cree que es imprescindible la ampliación del permiso de paternidad para avanzar en igualdad?
- Creo en los modelos mixtos. En otros países, como Noruega, la madre se acoge a cuatro meses de baja, el padre suple los siguientes cuatro y la madre vuelve a enganchar otros cuatro. En total: un año dedicado exclusivamente al hijo de manera compartida. Considero que hay formas que se deberían explorar, porque precisamente potencian la corresponsabilidad.
- ¿Sienten los hombres la preocupación de ajustar su trabajo profesional al cuidado de sus hijos? 
- No. Esa presión o esa conciencia no existe. Mi equipo y yo hemos buscado unos datos de psicobiología de la crianza y está demostrado que neurológica y hormonalmente los padres estamos perfectamente equipados para criar solos a nuestros hijos. Pero esa conciencia de que el hombre luche en su trabajo para buscar ese espacio con su hijo aún no existe.
- ¿La incorporación de las mujeres al mundo laboral ha ido en paralelo con la incorporación de los hombres al ámbito doméstico y de cuidados? 
- No. Lo que hay es una situación de co-parentalidad, es decir, que tanto el padre como la madre están asumiendo roles de crianza. Eso sí, los roles tradicionales se han difuminado. El rol tradicional de que el padre ejerce la autoridad y la madre el cariño ya no existe.
- Uno de los estudios avalados por este congreso asegura que la atención emocional y los cuidados del hijo recaen en las mujeres, mientras que los hombres se dedican más a jugar con ellos. ¿Esto no está muy lejos de la corresponsabilidad?
- Es una cuestión de economía organizativa, que haya una distribución de papeles. La clave está en que esa distribución no sea injusta. Sin embargo, no hace falta que el padre y la madre hagan las mismas cosas porque las diferencias entre hombres y mujeres -las diferencias no discriminativas- son modelos de variabilidad para el niño, y eso le enriquece. Hay que ser conscientes de que las diferencias de género están ahí porque forman parte del patrimonio evolutivo de la especie. Hay cosas que son fáciles: hoy friegas tú y mañana lo hago yo, pero los dos a la vez no.
- ¿La implicación del hombre en el ámbito doméstico también ayuda a fomentar esa paternidad positiva?
- ¡Por supuesto! Aunque en este ámbito hay todavía mucho por andar. Los hombres en Euskadi seguimos yendo al 'txoko', y hay que seguir haciéndolo, pero después de terminar el trabajo en casa. Es importante que los hijos vean a su padre en casa fregando.
- ¿Eso puede contribuir a que las nuevas generaciones crezcan con una mayor conciencia de la igualdad?
- Desde luego que sí, porque van a tener otro trato. En definitiva, la familia te deja una huella y esa huella es la que tú vas a transmitir al resto. Existe una transmisión generacional de las pautas de crianza.
- ¿Cree que se reduciría la violencia de género?
- Sí. Por desgracia, si alguien ha sido maltratado o ha visto en su casa una discriminación continuada hacia la mujer, ese niño va a repetir el maltrato. Por eso algo tan sencillo como que un hijo vea a su padre haciendo las tareas del hogar implica una igualdad implícita que el niño va a asumir con normalidad.
- El mismo estudio que se presentó en Bilbao el pasado jueves en estas jornadas asegura que los hombres son favorables a la igualdad, pero que las tareas que hacen en el hogar y en el cuidado de los hijos son menores de lo que ellos creen...
- Eso en general es muy humano: lo que uno piensa que hace no es exactamente lo que piensan los demás.
- ¿Hay entonces incoherencia entre la ideología igualitaria y la práctica real?
- En cierta medida sí. Aunque hay que recalcar que no se puede medir la implicación del padre comprobando qué hace exactamente, sino que hay que medir el vínculo que tiene con el niño. Puede que un padre esté trabajando todo el día y no pueda hacerse cargo de las tareas, pero cuando llega por la noche a casa juega con su hijo o le lee un cuento. Eso es un vínculo importante con su hijo que no viene de la implicación diaria. Y es igual de esencial.
DIARIO VASCO, 26/03/2016

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