MARÍA VALERIO
"Un día tuve que llamar a mis hijos varias veces para cenar. Estaban los dos con el móvil y no me hacían caso así que les quité el móvil y lo tiré por la ventana.
Al principio protestaron mucho, te puedes imaginar, pero ahora cada vez
que les llamo para cenar sueltan el móvil echando chispas, porque ya
les he dicho que lo volvería a hacer". Esta anécdota que cuenta una
madre taxista refleja seguramente las sensaciones de muchos padres con
hijos adolescentes 'enganchados' a la pantalla.
Pero, ¿existe realmente la adicción a las nuevas tecnologías?
¿Dónde está el límite de un uso abusivo y una patología? ¿A qué edad
deberían tener móvil nuestros hijos? ¿Hay que ponerles un límite de
horas? ¿Le regalamos la tablet que piden para la Primera Comunión? ¿A
partir de cuándo deberíamos buscar ayuda profesional? Dudas de padres
para las que la ciencia trata de dar respuestas, casi siempre a un ritmo
más lento que el de la realidad.
"El problema está en dónde poner
el límite", reconoce el doctor Pedro Bermejo, presidente de la
Asociación Española de Neuroeconomía. "El uso de redes sociales, por ejemplo, libera neurotransmisores asociados con el placer cerebral, como la dopamina - explica este especialista en Neurología. El problema es que el cerebro
se acostumbra a esa sensación de bienestar y pone en marcha de nuevo el
circuito para repetir la acción y obtener el mismo placer".
A partir de esa explicación, los expertos coinciden en que las nuevas
tecnologías se convierten en adicción cuando interfieren con las
actividades de la vida diaria y los adolescentes (también los adultos)
dejan de hacer otras cosas necesarias en su vida cotidiana.
Enrique Madrid, psicólogo de la Unidad de Prevención de Conductas Adictivas (UPCCA) del Ayuntamiento de Mislata (Valencia), ha atendido en el último año a una decena de jóvenes de 14 a 16 años afectados por su uso abusivo del 'whatsaap'.
Como él mismo explica a EL MUNDO, la mayoría de estos casos llegan a
este servicio municipal cuando sus familias experimentan alguna crisis
provocada por la retirada del móvil como castigo, por ejemplo, por un
mal rendimiento escolar.
"En ese momento en que los chicos tienen una reacción desajustada al quedarse sin móvil, los padres hacen 'clack' y toman conciencia del uso desmedido que sus hijos llevan haciendo durante algún tiempo",
explica este psicólogo de la Fundación AEPA (siglas de Análisis,
Estudio y Prevención de Adicciones). En la mayoría de los casos,
tranquiliza el especialista, se trata 'simplemente' de situaciones de
uso abusivo o problemático del teléfono; "aunque si ya detectamos que se
ha llegado a una situación de dependencia establecida, les remitimos a
las unidades de tratamiento de conducta adictiva (UCA)".
Madrid admite que la línea que separa el abuso de la dependencia es pequeña.
"La mayoría de usos problemáticos se caracterizan porque los chicos
pasan muchas horas enganchados, pueden enviar entre 400 y 500 mensajes
al día, pero ellos no piensan que eso sea ningún problema porque no
hacen daño a nadie". Cuando ese exceso se transforma en dependencia,
"piensan en conectarse desde que se levantan, tienen dificultades para
dejar de usarlo y sensación de ansiedad si no pueden mandar mensajes,
como una especie de síndrome de abstinencia...".
En ese sentido, el psicólogo de Mislata subraya que el móvil es la 'droga' perfecta:
está fácilmente disponible, ofrece un refuerzo rápido ("en cuanto
escribes te contestan tus amigos") y permite una interacción fácil. En
las sesiones que siguen ahora mismo cuatro jóvenes de esta localidad
valenciana en la UPCCA, los psicólogos ofrecen pautas a hijos y padres
para que aprendan a controlar y hagan un uso más responsable del móvil.
"Establecemos límites y pautas de uso, a través de una especie de
contrato de uso, con algunas cláusulas que pueden consultarse en www.adiccionalmovil.com".
¿A qué edad empezar?
Entre otras cosas, se recomienda a los padres que retrasen lo más posible el acceso de los niños al móvil,
para darles tiempo a que su cerebro madure y adquiera más capacidad
crítica (según el Instituto Nacional de Estadística, el 46% de los niños
entre 11 y 14 años tiene un móvil en España). "En el caso de las
sustancias, las adicciones pueden tardar entre seis y 10 años en
producirse. Pero en el caso de las adicciones comportamentales los
tiempos se reducen mucho, y en tres o cuatro años se puede generar una dependencia", asegura Enrique Madrid.
Aunque
los especialistas no se ponen de acuerdo a la hora de establecer una
edad adecuada para tener el primer móvil, todos ellos coinciden en que
hay que esperar a que el chico tenga cierta capacidad reflexiva. "Y en
cualquier caso tendremos que empezar primero con una libertad guiada y
responsable después", apunta Gándara. Enrique Madrid anima también a los
padres a establecer normas que regulen el uso del móvil en casa,
"porque muy pocos chicos a estas edades tienen capacidad para
autoregularse".
Otras 'recetas' incluidas en ese contrato familiar
deberían ser prohibir el uso del móvil en las comidas, no mandar
mensajes mientras se conversa con otras personas y establecer
determinadas horas de 'silencio'. Porque como alerta Madrid, estos
problemas de adicción al móvil no son ni mucho menos exclusivos de los
adolescentes: "Yo diría que hay muchos más adultos que jóvenes con
adicción al móvil, pero... ¿quién se lo dice a los adultos? En algunas
encuestas que hemos pasado en institutos los propios chavales ya nos
dicen 'mis padres están enganchados'". Algunas estadísticas señalan que el 77% de los españoles padece 'nomofobia' (miedo a no estar disponible en su móvil), aunque el trastorno no está oficialmente reconocido en los manuales de Psiquiatría.
Como
explica el doctor Bermejo, especialista en neuroeconomía, a menudo el
acento se pone en los hijos "porque nos preocupan más, y porque a esas
edades son más propensos a asumir comportamientos de riesgo. Por su
propia situación hormonal ven menos las situaciones de peligro y son más proclives a caer en las adicciones". Pero los adultos tampoco están a salvo.
Beneficios tecnológicos
Bermejo coincide con el doctor Jesús de la Gándara -jefe de Psiquiatría del Complejo Hospitalario de Burgos- en que a menudo la tendencia dominante a demonizar las nuevas tecnologías olvida los beneficios que éstas también aportan.
"Además de hacernos sentir bien por la liberación de dopamina, sabemos
que, a nivel cerebral, las regiones relacionadas con la sensibilidad del
pulgar se están desarrollando más. Estas zonas del cerebro están
creciendo por nuestra destreza con el teclado táctil".
Creación de
nuevas conexiones cerebrales, mejora de la memoria de trabajo que nos
permite hacer varias cosas a la vez ("como si trabajásemos en las
ventanas de Windows"), mejora de la atención, la memoria o la coordinación motora,
videojuegos terapéuticos... Todos ellos coinciden en que la tecnología
'per se' no es ni buena ni mala, lo único que entraña riesgos es un uso
desmedido, sin límites.
"Yo estoy convencido de que las nuevas
tecnologías no son malas", explica el doctor Jesús de la Gándara, autor
del libro 'Cibernícolas'. "El ser humano es muy listo y lo que es malo
lo elimina, es sólo una cuestión de tiempo. Mira lo que pasó con el DVD
portátil... Si las nuevas tecnologías están aquí y las usamos es por
algo", apunta el responsable de Psiquiatría del Complejo Asistencial de
Burgos.
De hecho, él coincide con el psicólogo valenciano en que
numéricamente el grupo de adolescentes en los que se puede establecer un
diagnóstico de adicción es muy pequeño con respecto a todos los
chavales que llevan un móvil en el bolsillo. "Yo diría que la tasa de adolescentes adictos no supera el 2-3%,
porque para que aparezca una adicción también es necesario un cierto
componente biológico. Tienen que existir además otras patologías, un
problema afectivo, o ciertos rasgos de hiperactividad que aumentan el
riesgo de 'engancharse'", explica Gándara.
Madrid y Gándara
coinciden en que los padres también deben inculcar a sus hijos una
especie de código 'ético y social' para que los jóvenes aprendan cuanto
antes un uso correcto de las redes sociales. "Igual que en la calle hay
ciertas normas y tú no insultas a la gente, o saludas a las personas con
las que te cruzas, en internet debería ser igual", explica el doctor De
la Gándara. "El mundo virtual es la mitad de nuestra vida".
Recetas para padres de 'cibernícolas'
- Que estén informados de lo que hacen sus hijos, pero sin violar su intimidad.
- Que insistan mucho en que las normas de urbanidad también funcionan en las redes sociales.
- Que intervengan si detectan un uso inadecuado.
- Que no demonicen a las nuevas tecnologías.
EL MUNDO, Domingo 29 de mayo de 2016
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