MARÍA VALERIO
Gugutata, cuchicuchi, cucutras... Las monerías y gestos que
los padres suelen hacer a sus retoños recién nacidos tienen a veces
reflejo en forma de gestos de los bebés. Desde hace décadas se sostenía
que estos gestos infantiles eran una suerte de imitación de sus adultos,
una características innata del ser humano desde la cuna. Sin embargo,
un estudio desafía ahora esta teoría y asegura que la imitación en los
niños es más una cuestión social que innata.
A menudo,
los adultos se ven reflejados en los gestos y muecas que hacen los
recién nacidos, que parecen imitaciones de las suyas propias. Abren la
boca, sonríen, asoman la lengua... Sin embargo, un estudio con más de
100 recién nacidos que acaba de publicar la revista Current Biology concluye que no todos los bebés son capaces de imitar los gestos de los mayores desde las primeras semanas de vida, como hasta ahora se sostenía mayoritariamente.
El
trabajo, realizado por investigadores de la Universidad de Queensland
(Australia), expuso a 106 bebés a un amplio abanico de gestos diferentes
realizados por un adulto. Sonrisa, cara triste, abrir la boca, sacar la
lengua, levantar un dedo, abrir una caja, cerrar el puño, agitar un
tubo o ciertos sonidos (eee, chasquidos de la lengua...). Se repitieron
cuando los bebés tenían una, dos, seis y nueve semanas de vida (algo más
de dos meses).
Las conclusiones de los investigadores australianos señalan que la capacidad de imitación no es innata, sino más bien una consecuencia del aprendizaje adquirido a base de ver a los adultos imitarles a ellos a lo largo de los primeros meses de vida.
Sin embargo, como rebate el neuropsicólogo Álvaro Bilbao, los
resultados son sorprendentes "porque la capacidad de imitación es algo
muy estudiado y se sabe que juega un papel muy importante en la
educación". Es posible, admite este especialista -autor de El
cerebro del niño explicado a los padres- que esa capacidad no esté tan
desarrollada en los dos primeros meses de vida, como sugiere el estudio,
y se vaya despertando más adelante.
"El niño, por
ejemplo, también tiene una capacidad innata de caminar, aunque no pueda
desarrollarla hasta que adquiera ciertas capacidades motoras", pone como
ejemplo Bilbao. En el caso de la imitación del lenguaje, por ejemplo, "se sabe que ya a los seis-ocho meses se fijan en los movimientos de la boca de los adultos y las neuronas espejo ya los están imitando en silencio aunque aún no tengan la capacidad de verbalizarlo".
"Los
niños no nacen con la capacidad de copiar a otras personas, sino que la
adquieren en los primeros meses de vida", explica por su parte Virginia
Slaughter, principal investigadora. Al contrario de lo esperado, los
análisis de este centenar de niños no mostraron ninguna capacidad de
imitación, sino que los bebés realizaban gestos aleatoriamente, en la misma medida que cuando eran expuestos a un control (por ejemplo, sacando la lengua cuando veían una cara sonriente).
Incluso
aunque sacar la lengua es el gesto imitado más documentado en la
literatura médica, en este experimento, sólo el 46,7% de los bebés lo
repitió adecuadamente al ver a un adulto hacerlo. Curiosamente, la
frecuencia de aciertos fue mayor en niños de una semana de vida. En el caso de las caras sonrientes, no se apreció ninguna imitación significativa en ninguna de las edades que se analizaron.
A
juicio de los autores, la creencia extendida de que los bebés son
capaces de imitar gestos desde que nacen no se sostiene empíricamente, y
probablemente estuviese basada en estudios inconsistentes o sin los
controles adecuados para poder comparar.
Con estos resultados
sobre la mesa, los investigadores australianos consideran que la
capacidad de imitación de los niños sería algo más tardía de lo que se
pensaba hasta ahora, en torno a los seis u ocho meses de edad y no una
habilidad nativa. Las teorías de que los seres humanos son capaces de
imitar los gestos de otro ser humano desde su nacimiento están en parte
basadas en el descubrimiento de las neuronas espejo, responsables de
nuestra empatía hacia los demás, y presentes también en otros mamíferos,
como los macacos. Sin embargo, explican en su estudio, "no está claro si estas neuronas son una adaptación innata para la imitación o un subproducto del aprendizaje adaptativo".
EL MUNDO, Viernes 6 de mayo de 2016
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