ANA LLORENS
Es lunes y llegamos a
la oficina con alguna que otra legaña pegada al ojo después de un fin
de semana en el que, el que más o el que menos, ha hecho sus planes
familiares, de ocio y de descanso. Una cenita, unas copas, quizás una
pequeña escapada o simplemente en casa (como decía aquel spot televisivo
de Ikea) del sofá a la cama y de la cama al sofá. Bien…¿eso es todo? Me
temo que no…Hay una actividad que, a buen seguro entre plan y plan o,
incluso durante el propio plan, nos ha ocupado gran parte de nuestro
tiempo. Esa actividad no es otra que mirar nuestro móvil… Nos guste o
no, es así.
Quizás si le ponemos cifras nos queda más claro: según estudios realizados por la OCU, cada uno de nosotros dedica 33 horas a la semana de media, 5 horas al día a utilizar su Smartphone.
No hace falta recordar que 5 horas al día supone una hora más que un
trabajo a media jornada o, por poner otro ejemplo, el tiempo libre que
le queda a una persona que trabaje a jornada completa si descontamos
además las 7/8 horas de sueño y 2 horas diarias para comer, asearse o el
transporte de casa al trabajo. Son datos que, como mínimo, nos deberían
hacer reflexionar, ¿no creen?
La propia OCU pone a nuestra disposición un test
en el que descubrir nuestro grado de dependencia del smartphone. Con él
nos ponemos a prueba al valorar en qué medida estamos de acuerdo o en
desacuerdo con expresiones como “el uso del móvil me impide realizar
tareas importantes de mi vida” o “a veces uso el móvil en vez de estar
con gente importante para mí que quería estar conmigo”. Sobre ésta
última cuestión me quedo con una frase del periodista Jordi Évole que
reconocía hace unos días: “Me doy bastante rabia cuando estoy con mi
hijo y miro el móvil”. Que levante la mano quién no haya experimentado
la misma sensación de culpabilidad en alguna ocasión.
El “mono” de móvil consiste en querer a toda costa saciar nuestra
curiosidad sobre los whatsapp que nos han llegado en los últimos
minutos, de quién son y qué quieren, saber qué han compartido o
comentado nuestros “amigos” en Facebook, cuantas personas nos han
retuiteado desde la última vez, si hemos perdido algún follower o, por
el contrario, nuestra imagen en Instagram ha recibido algún comentario.
Una actividad frenética a la que unir los mensajes de posibles
compradores en wallapop o superar el próximo nivel en Candy crush. Ya
puestos, casi me da por pensar que cinco horas al día dedicadas al
smartphone me parecen muy poco.
Llegados a este punto, podemos introducir otra variable en el asunto y es el hecho de considerar la adicción al móvil como un problema grave.
Sí porque, quizás, deberíamos pensar que es algo inherente al momento
histórico que nos ha tocado vivir y que, por lo tanto, es imposible ser
ajeno a ello. Para contrarrestar esta opinión, otro dato que también nos
proporciona la OCU. En general, “quienes menos dependen de internet, se
muestran más satisfechos con la vida al igual que ocurre con las redes sociales. A mayor uso, menor satisfacción en la vida”, según la OCU.
Así que como el propósito de este blog y de este post es proponer
posibles soluciones sobre la mesa, vamos a ello. Seguro que se les
ocurren estrategias para desengancharse, aunque sea un poco, del móvil. Si es así, adelante…todas las ideas serán bienvenidas.
- El móvil también necesita dormir. Hace poco en una
tienda de decoración me llamó la atención que vendieran despertadores.
Esos que han sido reemplazados por los móviles en nuestra mesilla de
noche. Su precio (4 euros) me convenció de que, quizás, podía apagar el
móvil a partir de determinada hora de la noche y utilizar el despertador
para la función para la que se ha creado. Puedes avisar también a tu
círculo de amistades y familia de que no estarás disponible, salvo
emergencia, a partir de una hora determinada.
- ¿Y un paseo dejando el móvil en casa? Imaginemos
que no esperamos ninguna llamada importante y que vamos a salir a dar un
paseo cerca de casa. ¿Realmente es necesario que llevemos el móvil?
Puede ser un ejercicio interesante “olvidar” el aparato y disfrutar del
paseo sin interrupciones, experimentado una sorprendente sensación de
libertad. Si nos cuesta, podemos empezar por paseos cortos de 10 minutos
e ir luego aumentando progresivamente el tiempo de independencia.
-Las redes sociales, racionadas. Sinceramente,
Facebook, Tuiter, Instagram o Linkedin pueden esperar. Nada de lo que
pase por ahí es de extrema importancia para nuestra vida (si lo fuera
nos llamarían por teléfono) así que relajémonos y reservemos uno o dos
momentos del día (a las horas que más nos convenga) para darnos una
vuelta por nuestras redes sociales. Para los más drásticos está la
opción de desinstalar este tipo de aplicaciones del Smartphone (que por
cierto son las que consumen toda la batería) y reservarlas sólo para su
uso en el ordenador. De esta manera, nuestro uso o abuso del móvil será
considerablemente menor.
-Shhh…Silencio, por favor. Nuestra vida está
constantemente interrumpida por los sonidos que emite nuestro teléfono
móvil. ¡Basta! Esas interrupciones nos roban un tiempo precioso así que
silencia todos los contactos y desactiva todas las notificaciones que no
sean vitales. Así, cuando el móvil suene sabrás que es algo importante.
EL PAÍS, Lunes 15 de febrero de 2016
Buenos días!
ResponderEliminarLe escribimos de la Agencia de Comunicación de Narval Pharma. Nos preguntamos si nos podría facilitar su email para poder hacerle llegar notas de prensa sobre temas de la salud
mi email es: tati@artmarketing.es
Muchas gracias,un saludo