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Escandinavia, el paraíso de los padres

MARÍA FLUXÁ
Si bien muestran particularidades propias, los estados del bienestar en Escandinavia tienen en común sus generosas políticas familiares. Sustentadas en una alta tasa impositiva, las familias en Dinamarca, Suecia y Noruega se benefician de un amplio abanico de ayudas estatales con el fin de lograr la conciliación laboral y familiar, el reparto equitativo de tareas entre géneros, así como de proteger los derechos de la infancia.
Con el tiempo, los tres países escandinavos han desarrollado un modelo de ingresos dual en las familias donde los dos cónyuges trabajan; se conceden amplias bajas tanto de maternidad como de paternidad (de las 52 semanas de Dinamarca a las 57 de Noruega y 69 de Suecia) respetándose prácticamente la integridad de los salarios; y todas las familias -independientemente de sus ingresos- reciben una ayuda económica que ronda los 100 euros mensuales por hijo. Además, a todos se les garantiza una plaza en guardería pública y, si ésta no estuviera disponible o los padres no quisieran hacer uso de ella, recibirían a cambio una compensación económica.
La educación obligatoria (a partir de los seis años) es gratuita y en Noruega, incluso el transporte hasta el colegio si el niño vive a más de un kilómetro de su centro (si tiene seis años) o a más de tres (hasta ocho años). En ese caso, se le asigna una ruta de autobús gratuita o un taxi, normalmente con un conductor fijo para varios niños durante todo el curso escolar. Por su parte, en algunas ciudades suecas, como Estocolmo, los padres que empujan capazos o carritos viajan gratuitamente en los autobuses públicos.
Los niños forman parte del paisaje urbano y viven sus ciudades desde su más tierna infancia. En Oslo, la más pequeña de las capitales escandinavas, es habitual que caminen solos a la escuela (ya que, como lo normal es ir a un colegio público, se elige por proximidad a la vivienda). Además, todos los miércoles las guarderías sacan a sus niños (los más pequeños en carritos, los demás andando con sus chalecos reflectantes y cogiditos a una cuerda) 'på tur', es decir, de excursión, por su propia ciudad. Normalmente disfrutan de la naturaleza de los parques, sea cual sea la temperatura, pero también visitan la biblioteca pública o la Casa de la Literatura.
En Suecia hay bibliotecas dedicadas especialmente a los más pequeños, como la maravillosa Rüm for Barn de la Casa de la Cultura de Estocolmo. Y en Oslo, la citada Casa de la Literatura, además de espacio de juegos (y libros), ofrece actividades durante los fines de semana. Todo gratuito, como lo son, asimismo, las bibliotecas de Dinamarca.
La vida en sociedad para los niños en Escandinavia comienza al poco de nacer, de hecho. Antes de ir a la guardería los bebés "socializan", y es que es muy común la práctica de los llamados 'barselgruppe' o grupos de maternidad. A través de los centros médicos locales, se forman grupos de unas diez madres que acaban de dar a luz en las mismas fechas y éstas se reúnen para dar paseos y charlar, una forma eficiente de crear lazos de amistad pero también de sobrellevar la soledad o la inseguridad que muchas madres afrontan en el inicio de la maternidad. Sólo hay una pega: en Oslo, por ejemplo, no se pueden meter los cochecitos de bebés en la cafeterías. Es habitual, pues, que si el bebé duerme se quede en la calle (normalmente junto a la ventana) o que esté dentro, encima de sus padres o en una trona. No, a nadie se le pasa por la cabeza que le puedan robar el carro.

Guardería en el gimnasio

Más allá de los beneficios familiares de financiación pública, existen servicios propuestos desde el sector privado que hacen que la vida familiar resulte más fácil. Así, los habitantes de Oslo -en sintonía con el carácter noruego de superación ante las dificultades de los elementos- son muy deportistas y los gimnasios están repletos... también de niños. Porque lo normal es que cuenten con servicio de guardería (incluido en la tarifa). Así, la cadena Sats Elixia ofrece su servicio de MiniSats, que acoge durante hora y media, de lunes a domingo, a bebés a partir de seis semanas hasta niños de 12 años.
Los supermercados disponen de carritos a medida infantil, por lo que hacer la compra se convierte en un juego, pese a correr el riesgo de que tu hijo meta en su carro todas las chocolatinas. En el capítulo gastronómico, es muy habitual que los restaurantes sean de los que cuenten con menú infantil, que va más allá de la pasta boloñesa o los nuggets de pollo. En Escandinavia existe una corriente muy potente -que en ocasiones puede resultar extrema, incluso para los propios escandinavos, como escribe Karl Ove Knausgård en 'Un hombre enamorado'- en lo que concierne a la alimentación infantil.
Así, en línea con la batalla que encabeza el cocinero Jamie Oliver en el Reino Unido, existe una guerra declarada contra el azúcar, hasta el punto de que hay guarderías que son libres de azúcar. Y como no es habitual que haya servicio de comedor, sino que cada niño debe llevar su comida en una tartera desde casa, pueden llegar a prohibir incluso que se les ponga yogures.
No existe tradición en Escandinavia de hacer vida en el centro comercial, esa costumbre tan estadounidense que se ha trasplantado a las ciudades europeas, españolas incluidas. Que bajen las temperaturas no supone que haya que recluirse en casa, al contrario. Además de disfrutar de la naturaleza, es habitual que en los fines de semana se realicen actividades culturales. La inmensa mayoría de museos dispone de actividades para niños... de todas las edades. Como el BabyGrito del Museo Munch de Oslo, actividad que se celebra cada primer miércoles de mes para grupos de maternidad o padres de baja, y que incluye una visita guiada por la exposición con bebés (y sus berridos) incluidos.
EL MUNDO, Miércoles 3 de febrero de 2016

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