MARÍA VALERIO
Laura prefiere mantener en secreto su nombre real, y también el de sus hijas. Pongamos que se llaman Claudia y Andrea.
Su tatarabuela, su bisabuela y su abuela antes que ellas murieron de
cáncer de mama. Su madre también es portadora de una mutación en el gen
BRCA, pero se negaba a seguir transmitiendo esa herencia genética.
"Cuando
mi madre fue diagnosticada por segunda vez (en el primer tumor tenía
sólo 30 años), el oncólogo nos sugirió hacer un estudio genético porque
también su madre y su abuela habían muerto de cáncer a una edad
temprana", cuenta desde algún lugar de Galicia.
"Al principio yo
no quise saber si era portadora, pero una revisión me llevé un pequeño
susto y decidí hacerme el estudio porque ya me estaba planteando tener
familia". El estudio indicó que ella también era portadora de una
mutación en el gen BRCA2, una anomalía implicada en un 5-10% de los
tumores de mama, pero que también eleva el riesgo de cáncer de ovario.
Laura
tenía claro que quería ser madre, pero también que no quería transmitir
esa herencia a sus hijos, así que consultó en uno de los centros del
Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI) en Galicia la posibilidad de
someterse a un diagnóstico genético preimplantacional.
Un
procedimiento que, como explica el doctor Elkin Muñoz, director de IVI
Vigo y ginecólogo de Laura, permite seleccionar los embriones que no son
portadores de la mutación del cáncer.
Aunque esta técnica puede
usarse ya en algunas enfermedades monogénicas (es decir, causadas por un
solo gen), en el caso del cáncer hereditario es la Comisión Nacional de
Reproducción Asistida del Ministerio de Sanidad la que debe
autorizarlos uno por uno. Como explica el doctor Muñoz, esta comisión
evalúa los antecedentes familiares y reproductivos de la mujer para
confirmar que, efectivamente, la mutación podría causar la aparición
precoz de la enfermedad en la descendencia.
Seis meses después de
pedir permiso, Laura y su marido obtuvieron el visto bueno de la
Comisión para iniciar el proceso de reproducción asistida y elegir
únicamente los embriones libres de la herencia. De los 11 embriones
obtenidos, tres de ellos estaban libres del BRCA. Dos se implantaron y
uno se congeló por si decidían ser madres en el futuro ("creo que no,
que ya nos plantamos" se ríe Laura). La implantación de los embriones
tuvo éxito a la primera y el pasado mes de julio nacieron Claudia y
Andrea.
Antes que ellas, sólo dos niños varones (en Barcelona y en Zaragoza) habían nacido libres del gen del cáncer de mama en España. .
Como explica el doctor Elkin Muñoz, también se han autorizado ya casos
para evitar la transmisión en familias con síndrome de Lynch y cáncer de
tiroides hereditario.
Laura está esperando a que las pequeñas
crezcan unos meses para someterse a una mastectomía preventiva. "Después
me quitaré también los ovarios". Sus hijas podrían tener un cáncer de
mama en el futuro, como una de cada 10 o 12 mujeres a lo largo de su
vida. Pero la ciencia les ha librado de una herencia macabra que hacía
este diagnóstico algo casi inevitable. Laura está feliz con la decisión:
«Cuando sean mayores se lo contaré».
EL MUNDO, Jueves 04 de febrero de 2016
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