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Los beneficios de la meditación en niños

LAURA PERAITA
Según el doctor en Psicología Luis López, autor de «Meditación para niños», en un principio los niños no tienen ningún deber de meditar, «pero sí es conveniente que aprendan a hacerlo» y se supone que aprenden en un entorno en el que «los padres también deberían aprender a meditar».
Explica que meditar no implica hacer algo totalmente nuevo, «pasa por buscar la calma, la sencillez, la integridad». «Siempre ha habido formas en las casas para buscar estos estados de quietud y los niños tienen que aprender una habilidad que los padres se supone que tiene que desarrollar, lo mismo que hablar una segunda o tercera lengua».
—Hace años nunca se hablaba en nuestro país de la meditación en niños, ¿son los padres -y su vida estresante- los culpables?
Para nada son culpables de nada. Todas las sociedades ha tenido formas de meditación, de hecho, en nuestra cultura judeo-cristiana, el cristianismo se ocupaba de los rezos con su pedagogía de la reconciliación —llámese confesión—, ir a misa los domingos, son formas de pedagogía que todas las culturas tienen para mirar en el mundo interior de las personas.
Poco a poco se ha quitado la parte religiosa de las sociedades y esto se está llevando a la observación científica. Es decir, desde hace unos veinte años se observa que la meditación, el silencio, la oración..., ayudan a las personas a desarrollar unas habilidades. Por otra parte, la sociedad tan estresante en la que vivimos, el correr tanto, el uso de la tecnología y hacer tantas cosas a la vez, nos llevan a estresarnos. 
—¿Cuáles son los verdaderos beneficios para el niño?
Son varios. A nivel somático se regulan mucho más todos su órganos, sus capacidades cardiovasculares y su desarrollo neurológico. De cara a sus habilidades cognitivas, el niño que aprende a meditar, desarrolla todas sus competencias intelectuales como el sentido cognitivo: mejora la atención, la capacidad de abstracción, de lógica, de cálculo, etc.
Por otra parte, cualquier otra actividad que el niño desarrolle, ya sea deportiva, creativa, artística o social, se va a ver beneficiada de la práctica de la meditación por lo que podemos afirmar que desarrolla todas las habilidades individuales, tanto las psicomotrices e intelectuales.
Además, el niño que medita, que escucha sus emociones, va a desarrollar sus habilidades sociales, va aprender a conocer sus límites, sus capacidades, aprenderá a perdonarse a sí mismo, a los demás, a desarrollar la asertividad y la empatía.
—¿Cuánto tiempo de meditación se necesita para obtener buenos resultados?
No tenemos que meditar para obtener resultados, es como ir de vacaciones para divertirnos. Si vamos de vacaciones es por necesidad, pero no solo por el objetivo de pasarlo absolutamente bien. Solemos decir a posteriori: «me lo he pasado muy bien». Pues con la meditación pasa lo mismo: es necesario hacerla, pero nadie sabe cómo nos va a ir. En todo caso, para notar cambios en la conducta de los niños o en su forma de estar o sentir, deberíamos estar, al menos, unos meses sistematizando esta práctica.
—¿A partir de qué edad debería hacerse meditación? ¿Con qué frecuencia?
No hay una edad concreta en la que un niño empieza a dominar el castellano, y lo mismo pasa con la meditación. Los niños balbucean posturas, aprenden a estar en sus silencios y, entonces, más que preguntarnos a qué edad se empieza a meditar, podemos preguntarnos qué actividades ya pre meditativas realizan, como recortar con las tijeras, jugar con la plastilina, jugar con el agua, buscar el silencio, esconderse debajo de la cama, hacer manualidades... para no retirárselas en la medida en la que van creciendo.
Por otra parte, los niños juegan con la fantasía, con el universo, con el más allá y, por lo tanto, desde pequeños ya están aprendiendo a meditar. Ahora bien, creo, que lo que llamamos estar con una postura correcta se podría empezar desde los 6 o 7 años y con la frecuencia que los padres o tutores vean que es necesario.
A los niños hay que darle las cosas como a niños, no en pequeñas dosis, sino en forma de juegos más que hacer ejercicios concretos a las ocho de la mañana. Debemos aprovechar, por ejemplo, mientras nos despertamos, y hacer un agradecimiento a la vida, hacer unas respiraciones profundas o, cuando vamos en el coche con ellos, podemos pedirles que observen su entorno y, después, si en algún momento del día se sienten nerviosos, pueden recordarlo.
—¿Para qué perfiles está más indicado? ¿Sólo para los niños nerviosos o impulsivos?
La meditación no está indicada para niños nerviosos o impulsivos, porque no es una medicina que se prescribe para que las personas puedan para paliar algo. Eso es una falsedad. Meditar es estar con uno mismo, conocerse, es crecer interiormente, es aprender a ser buena persona, compasivo con uno mismo y con los demás, a empatizar... y esto no lo hacen las personas que son nerviosas. Es más podemos ser personas nerviosas e impulsivas, pero el hecho de conocernos, perdonarnos y amoldar o anticipar que podemos estar nerviosos, ya forma una parte de la meditación. Por ello, diría que está indicado para todos los niños y niñas.
Excepto, o al menos hay que tener cuidado, con aquellos niños con trastornos psicológicos o que estén pasando por un periodo traumático. No lo aconsejo si no hay una prescripción médica o un acompañamiento por parte de psicólogos y pediatras a niños que se estén medicando para el TDH o medicamentos para el sistema nervioso central. Sí que parece que hay estudios que una meditación bien hecha, incluso hasta con trastornos de esquizofrenia, siempre que haya cuidados psiquiátricos, están dando buenos resultados, pero en principio, no lo recomendaría solamente con un libro en niños con problemas psicológicos que mediten, y menos solos.
—¿Es necesario contar con profesionales en la materia y meditar en su presencia o basta con utilizar libros guía?
Un libro es una guía, un anticipo, es un probar algo y un libro para aprender a meditar es insuficiente si nos queremos adentrar en ello. Pero también es verdad que el libro «Meditación para niños» puede dar a los padres, de entrada, las pautas de lo que no deben de hacer y animarles a arriesgarse, en compañía de sus hijos, a hacer desinteresadamente, sin esperar nada, algunas prácticas. No obstante, aconsejo siempre ir a algún grupo, o a algún encuentro o curso de meditación para niños. Un libro nos puede ayudar a dar los primeros pasos en este ámbito.
—¿Debería dedicarse en las escuelas un tiempo a que los alumnos meditaran? ¿Cuánto tiempo y por qué? ¿Se puede realizar en grupo?
De hecho en España hay varios programas, uno de los cuales tengo el orgullo de dirigir, que es el «Programa Treva» (Técnicas de relajación vivencial) que cuenta con una serie de formadores en todo el estado español. Su objetivo es introducir en el aula las técnicas de meditación y mindfulness en varias escuelas.
Ahora mismo, en España hay más de cuarenta escuelas que ya trabajan con este programa y se pretende, en primer lugar, enseñar a los profesores a que dominen estas técnicas para estar más tranquilos y compasivos y para que aprendan a gestionar sus emociones en clase.
Posteriormente se les enseña cómo hacerlo dentro de un pequeño gracias a una serie de materiales que planifican qué tienen que aprender los niños respecto a estas competencias. Lo mismo que hablamos de competencias lingüísticas o de cálculo, en este caso, los niños tiene competencias básicas y especiales de relajación y meditación.
En cuanto al tiempo, se debe dedicar cada día un rato a esta práctica y todo lo que se haga en grupo fortalecerá mucho las habilidades meditativas.
De hecho es tal la necesidad que hay ahora en nuestro país que en la Universidad de Barcelona dirijo un Master en Técnicas de Relajación y Meditación y Mindfulness dirigido tanto al ámbito educativo, clínico y social.
ABC, Jueves 04 de febrero de 2016

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