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Mordedores de uñas, atención: lo próximo en caer serán los dientes

OLGA FERNÁNDEZ CASTRO
Antes de volver a morderse las uñas, piense que todos los gérmenes que se han ido acumulando bajo las mismas irán a parar a su boca: un análisis de las uñas de trabajadores de hospital desveló que los más frecuentes son Staphylococcus y Cándida, y ambos pueden producir infecciones. Más allá del problema estético, la onicofagia (como se denomina en medicina a este hábito mordedor de la estructura de los dedos) produce daños colaterales en otras partes del organismo, como la boca y el intestino. De hecho, un estudio realizado en la Universidad de Medicina de Breslavia (Polonia), con 339 estudiantes, detectó peor calidad de vida entre quienes dentelleaban sus uñas. Según explica la doctora Rosa Ortega del Olmo, dermatóloga y profesora en la Universidad de Medicina de Granada, esta parte del cuerpo no es tóxica en sí misma, "lo que sí es dañino son los gérmenes o sustancias tóxicas que se hayan tocado y que pueden acumularse en esa zona".
El problema más frecuente de la onicofagia, según dice, es la alteración que produce en la anatomía de la uña (suele volverse más ancha y más corta), además de originar pequeñas heridas alrededor de ellas que, en ocasiones, llegan a infectarse. La deformidad en las mismas puede incluso confundirse con problemas más serios, como la artritis psoriásica, lo que dificulta el trabajo de diagnóstico de los médicos, tal y como se observa en este caso práctico publicado en la revista Reumatología Clínica. Pero, además, el hábito de morderse las uñas es el culpable de otras alteraciones que ni se le habían pasado por la cabeza.

1. Heridas en dedos

Las personas que se muerden las uñas de forma constante llegan a lesionar el lecho ungueal (tejido sobre el que asientan las mismas) y, según cuenta Anna Medvedeva, médico de familia y miembro del Grupo de Trabajo de Dermatología de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), "quienes presentan el hábito más agresivo pueden provocar hemorragias subungueales que llevan a la pérdida de toda la uña", aunque también matiza que, por lo general, vuelve a crecer. Esta manía suele producir heridas en los dedos, que en ocasiones se infectan. En función del aspecto, explica la doctora Ortega del Olmo, se sabe qué tipo de germen ha causado el brote: "En general, si es por bacterias, aparecerá pus (líquido amarillento) y, si es por virus, se formará una verruga (elevación de la piel); también se puede contagiar con herpes, y en este caso aparece una herida redonda y roja, o incluso con hongos (Cándida), que producen inflamación y secreción blanquecina". Y alerta de que todos estos gérmenes pueden pasar a los labios y a la mucosa labial.

2. Infecciones intestinales

La onicofagia favorece el contagio de parásitos intestinales, sobre todo en los niños, población en la que es muy frecuente. Según la Asociación Española de Pediatría, existen hasta once tipos de parásitos. Uno de los más conocidos es el oxiuro, popularmente conocido como lombriz, un parásito blanco y muy delgado que vive en nuestro cuerpo: "Sus huevos, que no son visibles al ojo humano, pueden estar bajo las uñas; y, al morderlas, pasan al aparato digestivo y lo colonizan. El principal síntoma es el picor que producen en la zona anal. Si el niño se rasca, vuelve a infectarse y lo contagia a otras personas", explica la doctora Anna Medvedeva. Hay que tener en cuenta que, según los datos que manejan los especialistas, el hábito de morderse las uñas es mayor entre la población infantil: "Afecta al 45% de los niños y al 10% de los adultos, suele comenzar a los 4–6 años y aumenta hasta los 11 años, momento en que inicia el descenso", aclara la dermatóloga Ortega del Olmo.

3. Desgaste de dientes

Otra consecuencia de morderse las uñas es el desgaste de los dientes, en concreto, de los incisivos superiores e inferiores: "Provoca microtraumatismos que desprenden partículas de esmalte, lo cual hace que las piezas se vayan recortando. En casos severos, puede haber microfracturas del borde incisal (borde de los incisivos)", afirma Samia Recio Conde, odontóloga y especialista en ortodoncia en la Clínica Valrestón, en Madrid. La especialista también menciona otros problemas: el apiñamiento de las piezas dentales, originado por la presión que se ejerce sobre los dientes al morderse las uñas de forma continua y cuya solución pasa por colocar un aparato de ortodoncia para que vuelvan a su lugar; y el desprendimiento de los empastes: "Si existen reconstrucciones en los incisivos superiores e inferiores, pueden romperse por la presión de los dedos y por el mordisqueo continuo que hacen que los dientes choquen entre si", dice.

4. Alteración en la mandíbula

Un estudio realizado en la India con 240 adolescentes encontró asociación entre el hábito de morderse las uñas y trastornos en la mandíbula que suelen producir dolor y problemas al masticar. También lo confirma la odontóloga Samia Recio: "Es un problema que sí vemos en la consulta: la posición forzada de la mandíbula al morderse las uñas puede provocar alteraciones en la articulación temporomandibular, ocasionando ruidos al morder y dolor". Según explica la especialista, existen férulas transparentes que cubren todos los dientes para evitar que el paciente se las muerda.

5. Lesión en encías

Al mordisquear la uña pueden clavarse pequeños trozos de las mismas entre la encía y el diente, produciendo lesiones que, en los casos más graves, dan lugar a gingivitis (inflamación de las encías) y enfermedad periodontal (inflamación y sangrado de la encía y mal aliento). "En estos casos, es necesario aplicar antibióticos y realizar raspados en la zona, además de limpieza", indica la odontóloga.

No regañe a los niños

La onicofagia se considera un trastorno nervioso que puede ser tratado por el psicólogo o psiquiatra. "Lo recomendable es realizar un tratamiento multidisciplinar, con odontólogo y psicólogo, para obtener mejores resultados", dice la doctora Anna Medvedeva, quien insiste en que es esencial que el sujeto esté dispuesto a abandonar el mordisqueo para tener éxito. También aconseja que, en momentos de estrés o ansiedad que inciten a morderse las uñas, se utilicen sustitutos, como masticar chicle sin azúcar o mantener las manos ocupadas con cualquier objeto. Otra de las sugerencuas de esta especialista es poner atención en el cuidado de las manos y de las uñas (manicura) y llevar siempre una lima de cristal, de venta en farmacias, para eliminar pequeñas roturas en las mismas y no caer en la tentación de morderlas. Además, existen productos que se aplican sobre las uñas varias veces al día y cuyo sabor amargo puede ayudar a eliminar el hábito. La dermatóloga Rosa Ortega del Olmo también insiste en un punto: "No regañar a los niños, porque, al ser un problema de origen psicológico, puede haber un efecto rebote, es decir, al provocarles angustia, se las muerden más. Lo ideal es utilizar refuerzos positivos: premiar al niño cuando no se las muerda".
EL PAÍS, 06/02/2016

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