JESÚS SORIA
“Es contrario a la ética avalar productos alimentarios de
dudoso beneficio para la salud y, mucho menos, cuando puedan ser incluso
perjudiciales”. Así abría el pasado domingo Ser Consumidor.
Es una de las muchas frases rotundas del documento, de hace solo unos
días, en el que la Comisión Central de Deontología, de la Organización
Médica Colegial, pone freno - o se intenta - a ciertos acuerdos publicitarios de colectivos médicos con determinados marcas de productos alimenticios
cuanto menos dudosos y que, con el apoyo explícito de los profesionales
de la medicina, no hacen más que confundir a los consumidores. Les
quieren hacer ver que son lo que no son.
Lo denunciamos aquí, en esta plataforma y en el programa Hoy x Hoy y en Ser Consumidor allá por el mes de julio del pasado año. Fue a raíz de una solicitud del dietista-nutricionista Julio Basulto en las redes sociales, nuestro colaborador habitual, que veía con muy malos ojos que el sello de la Asociación Española de Pediatría apareciera en las galletas Dinusaurius,
a modo de aval, dirigidas expresamente a los más pequeños. Fue
respaldado por numerosos profesionales. Denuncia que nos pareció
razonable y razonada: es una invitación al consumo de un producto que no
lo diferencia de otros muchos pero cuya composición - 21% de azúcar -
no es precisamente la más idónea para los niños.
Los pediatras se defendieron en su día y negaron la relación entre su apoyo y la confusión que podrían generar en los padres.
Para mí, pese a todas las argumentaciones a la defensiva, el asunto
estaba claro y sigue estando claro: ¿Qué piensan los padres si ven unas
galletas con el sello de estos profesionales, los pediatras? ¿Que son
una galletas con nada menos que un 21% de azúcar, como otras muchas?
¿Que son galletas que no contribuyen precisamente a una alimentación
saludable y que son un “grano” más en una alimentación que si no se hace
con moderación nos lleva a los altos niveles de obesidad de nuestros
pequeños? Parece obvio. Lo peor es que no hablamos de un caso aislado. Sorprenden también los apoyos de la Sociedad Española de Artereoesclerosis a los mismos fabricantes de bollería o de la Fundación Española del Corazón a ciertos suplementos alimenticios.
Y podríamos hablar de algunos más, como salchichas, bebidas, leche,
cereales… En todo caso, “alimentos” de dudoso beneficio para la salud
que, obviamente, buscan el apoyo médico-científico para darle un valor
añadido que no tienen.
Por eso me ha parecido magnífica noticia de que el máximo órgano de los médicos se haya olvidado del corporativismo
y haya decidido hacer suya la propuesta de la colegiada que denunció
que se podría estar vulnerando el Código de Deontología. “No hay
evidencias científicas claramente demostradas en su recomendación para
la salud, como pueden ser los alimentos bajos en sal o algunos
compuestos omega-3 y otros”, se dice en el nota de la OMC. Y se apunta
más alto: “Es contrario a la deontología médica solicitar o
aceptar contraprestaciones a cambio de prestar la imagen de la profesión
médica para avalar productos alimenticios de dudosa salubridad, así como hacer publicidad engañosa o encubierta o promoción de un producto de consumo sin el suficiente soporte científico”.
Alto y claro. Es evidente que algunos médicos y colegios profesionales deben cambiar.
Demuestran poco rigor profesional y respeto a sus pacientes apoyando
los intereses de ciertas industrias alimentarias. Alguien sale ganando
con estos acuerdos, supongo que económicos. Pero los usuarios, no. Los médicos/anuncio se equivocan. Y nos equivocan.
CADENA SER, 15/02/2016
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