TERESA HERNÁNDEZ
Soy profesora desde hace 17 años, tengo tres hijos en primaria y hace
poco reuní el valor para abandonar un grupo de WhatsApp. Se trataba de
un grupo formado por los padres de los compañeros de clase de una de mis
hijas y lo hice porque se había generado un ambiente incómodo.
Incluso antes de que empezaran las clases, algunos padres
compartieron opiniones desfavorables sobre el docente que les habían
llegado a través de terceras personas. Curiosamente, yo era la única que
había tenido una experiencia directa con el docente, porque había dado
clases a mi hijo mayor, pero la gente estaba predispuesta en su contra
sin conocerlo.
Nada más empezar las clases, se criticaba cada decisión que tomaba,
incluso en un tono ofensivo. Una de las integrantes del grupo pidió un
poco de paciencia y algunos de los padres se volvieron en su contra.
Como si el hecho de reclamar sensatez fuese sinónimo de no preocuparse
por el bienestar de los niños. En ese momento, al ver cómo estaban las
cosas, abandoné el grupo.
Desde hace un tiempo, los grupos de WhatsApp han ocupado el lugar de
los corrillos que se formaban a la salida del colegio. Por tratarse de
un fenómeno nuevo, a veces no los manejamos bien. Desde mi experiencia
como madre y profesora, creo que deberíamos tener en cuenta lo
siguiente:
- Que nuestras opiniones sean propias. En el caso de
mi grupo de WhatsApp, el clima hostil hacia el docente empezó antes que
las clases. Podría darse el caso de que el docente no sea bueno, claro,
y que las críticas estuvieran justificadas. Pero también hay ocasiones
en las que sencillamente los métodos de un docente, aunque sean válidos,
no convencen a todos. O podría ser que los comentarios negativos se
debieran a una mala experiencia aislada. Sea como sea, lo mejor es
confiar en las capacidades del docente y dejar pasar un tiempo para
formarnos una opinión. Así evitaríamos que problemas individuales se
conviertan en problemas colectivos.
- Que hay unos cauces establecidos para las quejas.
Es normal que la gente use los grupos para desahogarse, pero debemos
mantener el respeto y saber que esos grupos no solucionan los problemas.
En caso de que hubiera algún problema grave, yo recomendaría hablarlo
primero con el docente. Hay canales de sobra: sigue habiendo tutorías
para padres y muchos profesores ya disponen de correo electrónico. En
caso de que no funcione, los padres pueden acudir a la dirección del
centro. Y en caso de que esto tampoco funcione, queda el recurso de la
Inspección de Educación. Los padres tienen todo el derecho de acudir a
la Inspección, pero a veces los problemas tienen una solución más
sencilla.
- Que hay que crear un clima agradable. Los grupos
de WhatsApp generan cierta presión grupal. Pasa incluso en los momentos
buenos, cuando toca felicitar un cumpleaños. En caso de no hacerlo,
siempre queda la posibilidad de que se vea como una ofensa. Pues bien,
en los grupos de padres, si no te sumas a las quejas, podría parecer que
no te preocupas lo suficiente por los niños. Por tanto, habría que
promover un clima en el que todo el mundo se sienta cómodo para verter
sus opiniones personales, aunque no coincidan con las de la mayoría.
- Que los asuntos privados deberían quedar al margen.
Los grupos de padres de alumnos existen para hablar de cuestiones
relativas al colegio. Sería conveniente que dejáramos las cuestiones
privadas (en mi grupo había conversaciones sobre embarazos, por ejemplo)
para los grupos de amigos. Y lo mismo digo sobre los chistes y los
vídeos que nada tienen que ver con el colegio.
- Que no le quitemos responsabilidad a nuestros hijos.
Los deberes de nuestros hijos ocupan buena parte de las conversaciones
en estos grupos: que si son muchos, que si son pocos... Si hay alguna
queja, como decía, lo mejor es hablarlo con el docente. También suele
haber muchas peticiones del tipo: "A mi hijo no le ha quedado claro si
tocaba hacer este ejercicio o aquel" o "Mi hijo se ha olvidado las
fichas en clase, ¿me las podéis pasar por WhatsApp?". No creo que sea
bueno que nos empeñemos en solucionar los problemas de nuestros hijos:
debemos respetar su autonomía y su capacidad de decisión. Y si en algún
momento se equivocan, será bueno que aprendan a asumir su
responsabilidad. Si resolvemos todo el rato sus problemas, al profesor
no le llegará una información adecuada sobre el niño, y no podrá buscar
las herramientas necesarias para enseñarle bien.
Conozco el caso de otro docente que no se enteró de que los padres
estaban disconformes con sus métodos hasta que ya se había montado una
recogida de firmas en su contra. Al fin y al cabo, se trata de respetar
en los grupos de WhatsApp las mismas cosas que fuera de ellos: decir las
cosas a la cara y evitar que los problemas concretos se conviertan en
una bola muy grande difícil de manejar.
* Teresa Hernández es madre de tres hijos y Defensora del Profesor en Aragón.
EL PAÍS, Domingo 28 de febrero de 2016
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